Por Piero Trepiccione
Las condiciones de vida
de la población venezolana se están deteriorando a pasos agigantados. Diversos
estudios, desde hace más de cinco años, lo vienen afirmando
categóricamente. Los indicadores sociales han venido cayendo
paulatinamente en la cotidianidad de millones de personas en el territorio
nacional. A pesar de que las cifras oficiales no existen, son ocultadas o
manipuladas en términos de propaganda, cada día se hacen más palpables los
fallecimientos de personas de la tercera edad y de sectores vulnerables que
están apareciendo por doquier mostrando la dureza de la coyuntura
venezolana.
Ante este cuadro
dantesco, el liderazgo político del país luce absolutamente
desconectado del sentimiento mayoritario de la población. Increíblemente,
la gente se ha despegado emocionalmente tanto de los factores políticos de
Nicolás Maduro como de los asociados a los líderes opositores. Es como una
especie de fenómeno de “no creer en nadie”. Esto es un hecho tan grave o más
que la crisis per se.
No se explica cómo una
situación tan compleja no puede ser capitalizada con una articulación del
liderazgo político del país, en aras de construir una unidad superior que
reimpulse un proceso de cambios fundamentales. Pareciera que desde distintos
sectores se está impulsando una desintegración de la República, tal y como la
hemos conocido desde hace más de doscientos años luego de alcanzada la
independencia. Algunos historiadores han dicho que, incluso, la unidad
territorial de Venezuela, está en peligro por la fragmentación a la que estamos
expuestos.
Un enorme riesgo
latente que está afectando la unidad del liderazgo en esta hora coyuntural han
sido las estrategias de desinformación que pululan por las redes sociales
promovidas por auténticos laboratorios tácticos que apuntan a dañar toda imagen
de liderazgo que se pueda convertir en relevo.
En este cuadro de
desconexión emocional entre el liderazgo y el país, cualquier cosa puede pasar.
Dice Isabel Pereira que “cuando se está dominado por estas fantasías utópicas,
no hay realidades, no hay cifras ni estadísticas que demuestren que el camino
es equivocado y que, en lugar de causar el bien, se está haciendo mucho daño”.
Por ello es necesario que se depongan actitudes individuales y se coloque en el
centro de atención exclusivamente al país.
En las actuales
circunstancias estamos jugando con fuego puro cuando se colocan intereses muy
particulares por encima de la voluntad general de los venezolanos, sin un mínimo
de remordimiento ni solidaridad real por las grandes víctimas de esta
descomposición. Las voces que interpreten la Venezuela profunda deben aparecer
con mucha fuerza desde el seno de los partidos, los grupos empresariales,
sindicales, gremiales, comunitarios, agrupados en una sociedad civil cuyo
protagonismo debe estar en primera línea en esta difícil coyuntura.
Lograr la reconexión
emocional con ese noventa por ciento de venezolanos alineados con el
descontento es clave. Para ello, se requieren acciones coherentes,
sinceras, reales, estratégicas y por encima de todo, que pongan en el centro de
la atención al país. Es importante poner cable a tierra y entender, de una vez
por todas, que Venezuela no está buscando un nuevo presidente sino un liderazgo
con sentido colectivo, dinámico, solidario y transparente, para distribuir
correctamente las responsabilidades de cada quien para apoyar la reconstrucción
del país.
Mientras más pronto
comprendamos esto, más rápidamente se podrá iniciar el camino del desarrollo.
01-11-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico