Laureano Márquez 31 de octubre de 2020
@laureanomar
Como
estamos en tiempo de honrar a los difuntos, recordamos con dolor que desde hace
21 años vivimos con la sensación de que dejó de existir la democracia de
Venezuela. Nacida en 1958, tuvo una vida difícil en sus comienzos; sin embargo,
gracias al cuidado de sus padres, que, a pesar de los desacuerdos entre ellos,
le dieron estabilidad y seguridad, logró sobrevivir a su complicada infancia,
en la que en varias oportunidades estuvo a punto de perder la vida, pero con el
respaldo de familiares y amigos logró salir adelante.
Con
el paso del tiempo, ganó la suficiente fortaleza como para convertirse en
instrumento de avance, progreso, cultura y educación para el pueblo venezolano.
Desafortunadamente,
ella, que era en la envidia de sus vecinos y ejemplo de crecimiento y madurez para
todo el mundo, comenzó a tener ciertas dificultades que la alejaron de sus
sueños infantiles, como suele sucedernos a todos. Así fue perdiendo el afecto
de la gente que consideraba que ella ya no estaba a la altura, que demasiadas
personas estaban excluidas de sus beneficios, que se había vuelto derrochadora
y corrupta.
Esta
mala imagen fue aprovechada por quieres urdían su asesinato, el cual tramaron
de la forma más alevosa y cruel, porque la usaron a ella para su propia
aniquilación. Haciendo creer a todos que la salvaban, sus enemigos usaron sus
ropajes, se disfrazaron de ella en un carnaval de petrodólares que duró muchos
años y puso en evidencia las verdaderas intenciones.
De
manera progresiva la fueron mutilando: primero acabaron con su partida de
nacimiento, luego la embriagaron de elecciones, como para que nadie se diera
cuenta de que con sus propios mecanismos le quitaban toda fuerza. Muchos
levantaron la voz, perdieron la libertad y demasiados la vida, pero el mal
estaba hecho. Es muy difícil después de que se ha asesinado a la democracia
usando el voto, que el camino de regreso sea el mismo, más cuando se enseñorea
la tiranía.
Ahí
la tienen, tendida en su lecho de muerte. Pero ¿en verdad está muerta la
democracia venezolana? ¡De ninguna manera!
Vale
la pena recordar aquel pasaje del evangelio cuando Jairo busca a Jesús para que
salve a su hija enferma. Cuando llegan a la casa de aquel, les avisan que la
niña ya ha muerto. Jesús dice “la niña no está muerta, está dormida”; luego
entró en la habitación y pronunció estas palabras en arameo: “talita cumi”, que
quiere decir: “muchacha, levántate”.
La
democracia venezolana no ha muerto, solo está dormida; duerme en el corazón de
los que seguimos creyendo en ella, en el coraje de la gente que resiste, en el
alma justa de una inmensa mayoría de venezolanos de bien. La democracia es una
idea y las ideas no mueren mientras haya cabezas que sigan creyendo en ellas y
las alimenten.
Laureano
Márquez
@laureanomar
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