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miércoles, 2 de diciembre de 2020

La deuda de Brasil con Latinoamérica por @polis360

Por Piero Trepiccione

Brasil es el gigante del sur, no hay duda. Es un país con una extensión territorial de más de ocho millones quinientos dieciséis mil kilómetros cuadrados y una población que alcanza las doscientas once millones de almas para este 2020, según proyecciones estadísticas.

Brasil posee la mayor proporción territorial del pulmón del planeta Tierra, el Amazonas, con más de un millón quinientos cincuenta y nueve mil ciento cincuenta y nueve  kilómetros cuadrados, más que la extensión territorial de muchos países de América Latina y el resto del mundo. Además produce ya más de un millón de barriles de petróleo por día, café (primer productor mundial),  azúcar,  soja,  mandioca, arroz,  maíz,  algodón,  frijoles comestibles y el trigo.


Brasil produce aproximadamente 2.000 millones de litros de leche por año y es el sexto productor mundial. Tiene la primera cabaña bovina mundial.  Es un gran productor de piedras preciosas. Produce materias primas y manufacturadas, entre ellas, equipos militares, televisores, celulares, computadoras, automóviles y aviones. No está de más decir que es una verdadera potencia deportiva en disciplinas como el futbol, basketball, volleyball, entre otras, donde con frecuencia demuestra potencial mundial y es centro de atención global.

Y  no podemos obviar su importancia como centro turístico, pues es reconocido por atraer grandes cantidades de visitantes año tras año por sus atractivos naturales y culturales. 

No obstante a este potencial, al que se le suma ser la novena economía del mundo, Brasil tiene muy poca influencia geopolítica y geoestratégica en el continente. Una nación con esas características debería liderar sin cortapisas todos los procesos diplomáticos y cooperativos, pero no ha sido así hasta ahora.

En sus relaciones económicas se ha privilegiado el intercambio comercial con China, Estados Unidos, Países Bajos, Alemania por encima inclusive de Mercosur; lo cual da cuenta de sus limitaciones para establecer prioridad de agendas en la región. Esto ha traído como consecuencia que como contrapartes a la tradicional influencia norteamericana en el continente, hayan aparecido países como Rusia y China en desmedro de lo que debería ser el rol del gigante suramericano.

Ante la ausencia de una claridad conceptual de la geopolítica brasileña, la región ha sido dividida por intereses externos muy marcados que han incentivado la polarización en países como Venezuela, Colombia, Chile, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Perú, entre otros, y que han marcado la pauta durante las últimas dos décadas. Ante ello, ¿cuándo será posible que Brasil sea el país que asuma el liderazgo de la región para defender los intereses de la misma y no los de potencias ajenas?

Hasta ahora, Brasil ha estado marcado por sus contradicciones internas. Con Cardozo se logró ubicar un centro de gravedad que permitió hacer fluir un relacionamiento diplomático interesante con los EE.UU., China y países como Cuba y Venezuela. Lula y Dilma también siguieron esa ruta de amplitud; en cambio Bolsonaro, ha dado un giro sustancial a la política brasileña quitándole la influencia regional al polarizar en los debates ideológicos. Un retroceso imperdonable en un país que tiene un destino histórico que cumplir y para el cual sigue estando en deuda.

Muchos de los problemas de la región en materia de avances y retrocesos han sido promovidos desde el no-protagonismo de Brasil. Con sus condiciones geopolíticas, sus responsabilidades con el vecindario deben ser mucho mayores. Tener gobiernos hostiles a su alrededor o corredores de tráfico de drogas es una amenaza cada vez más latente que agravaría sus propios problemas internos de desigualdad social y pobreza.

Esperemos que más temprano que tarde, Brasil adquiera conciencia de ello.

29-11-20

https://efectococuyo.com/opinion/la-deuda-de-brasil-con-latinoamerica/

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