Por Hugo Prieto
La mirada de afuera. Es
lo que se busca, por lo general, en la conformación de un jurado que va a
fallar en la convocatoria a un concurso en la categoría de las ciencias
sociales, el periodismo o la literatura. Alguien que pueda ver las cosas desde
una perspectiva distinta, que nos advierta cuando estamos, consciente o
inconscientemente, entretenidos en esa práctica de vernos el ombligo.
Quien mira a través de
los prismáticos es David Smilde*. Advertencia, fanáticos y guerreros del
teclado, abstenerse de leer las líneas que siguen abajo. No hay nada en ellas
que alienten el pensamiento único y la necesidad teatral de hablarse a sí mismos
en un diálogo de sordos.
Todos queremos una
salida democrática, pacífica, constitucional. Pero este es el peor momento de
la oposición política en Venezuela. Así que esa posibilidad está más lejos que
nunca. ¿Cuál es su impresión sobre el momento político que está viviendo el
país?
En 18 años que tengo
yendo y viniendo a este país, nunca he visto un momento tan desprovisto de
debate, discusión y política. Mucho tiene que ver con la censura y autocensura
en los medios. A menos que hablemos de twitter y las redes sociales. Pero, por
lo visto, no es un recurso que mucha gente utilice. Se cae el puente de San
Agustín y no hay una sola mención en la televisión o en las emisoras de radio.
No he escuchado una sola discusión sobre la muerte de más de 30 personas en
alta mar (Güiria), tampoco he visto piezas publicitarias ni grafitis de Guaidó.
Nadie habla de Guaidó. Entonces, es un momento muy despolitizado por las
presiones y censura del gobierno, pero también por una oposición que no se ha
abocado a tratar de dar soluciones a los problemas que a diario enfrenta la
gente, sino que piensa que van a poder, a través de sus alianzas en el
exterior, provocar un colapso y una transición.
El apoyo internacional
tiene sus límites, digamos, se circunscribe a los países democráticos, lo otro
es el resquebrajamiento de la propia coalición opositora. No hay un
interlocutor válido. Así es muy difícil que veamos un cambio en la comunidad
internacional.
Creo que sería un logro
para la oposición si no se desmorona, pero ya se está desmoronando. Algo de
esto se vio en la declaración de la Unión Europea, que empieza a ver a Guaidó
como un líder más. No se refirió a él (en el comunicado) como presidente
interino. Todavía tiene el apoyo de Estados Unidos, pero falta ver hasta dónde
llega el gobierno de Biden. Y algo similar podría decirse en el caso de Canadá
y el Reino Unido. Pero, que no se siga desmoronando sería un logro para ellos.
Sumar (nuevos apoyos) es prácticamente imposible, eso no se está perfilando. El
problema, diría, es su problema interno. No tienen espacio político en la
Asamblea. Guaidó, al igual que la oposición en general, no tiene perfil
público. Entonces, hasta que la gente de la comunidad internacional no vea que
hay movimiento interno, es muy difícil que veamos un cambio.
¿Ha leído informes
(sobre la situación política en Venezuela) que envían las embajadas a sus
respectivos gobiernos?
Informes no. Son casi
siempre confidenciales. He hablado con muchos embajadores durante el último
año. Y este es el problema: esto se venía venir y nosotros lo advertimos
muchísimo. Especialmente en el caso de Europa, porque en Estados Unidos había
una elección pendiente. Europa decía que era muy difícil seguir apoyando a
Guaidó. No tenían una idea clara de hacía dónde iba. Querían que (la oposición)
fuera a elecciones y no fijaron su posición sino hasta comienzos de enero. Lo
escribí hace un año para la sección de opinión en The New York Times. La
estrategia de la oposición no tiene futuro, porque está en su peor momento para
ir a elecciones o para tratar de impulsar un cambio político.
Uno se queda
estupefacto frente al recorrido de la oposición, no solamente por la falta de
resultados sino por la secuencia de fracasos. No hay, en el horizonte, señales
de que vaya a haber un giro. Eso no existe. Parece una fuerza inercial.
Si no se hace nada
nuevo, no va a pasar nada. El problema es que el proyecto de Guaidó no ha
terminado. Hay muchos incentivos para una continuidad. Tiene reconocimiento
internacional y eso implica un manejo considerable de recursos en el exterior
(Citgo, el oro en Inglaterra, otros activos de PDVSA en el exterior). Pero no
he escuchado a nadie que me dé una explicación de cómo este plan pudiera tener
éxito en el futuro. No lo tiene. Pero Guaidó puede decir todavía «yo soy el que
tiene respaldo internacional». Ese es el problema. Es un proyecto que ha
fracasado. Y nadie tiene una explicación de cómo va a lograr éxito. Pero es muy
difícil cambiar en estos momentos porque Guaidó tiene ese poder, tiene esos
recursos. En Washington, Guaidó y Voluntad Popular son Venezuela. Ese proyecto
ni siquiera representa al G-4. Mucho menos a una oposición más amplia. Mucho
menos a la sociedad civil, cuyas organizaciones, en su gran mayoría, apoyan una
salida negociada, pacífica y democrática. Esta cúpula (Guaidó y Voluntad
Popular) todavía tiene esta idea de empujar, colapso y transición. Y eso ni
siquiera es la opinión mayoritaria en Venezuela.
Realmente estamos
empantanados. Mijail Kasyanov, exprimer ministro ruso, le dice al periodista
estadounidense David Remnick en el libro La tumba de Lenin: «El Estado permite
que haya oposición siempre y cuando no se constituya una coalición». Creo que
el régimen de Nicolás Maduro siguió esta política cuando el TSJ intervino y
nombró directivas afines al chavismo en los principales partidos de oposición.
¿Qué posibilidades hay de crear una coalición en Venezuela?
Yo creo que eso es
verdad. El gobierno lo que busca es dividir a la oposición y conoce todas las
teclas para hacerlo. Pero eso también es la política. Divide y vencerás. Es una
máxima en política para enfrentar a un adversario que te supera en números. Es
lo que tienes que tratar de hacer, tanto en el fútbol como en la política.
Expandir para que puedas enfrentar uno a uno o en una posición ventajosa a tu
adversario. Y encontraron la tecla. Más obstáculos y ventajismo en el CNE para
que el ala radical opositora se abstuviera de participar, pero la oposición
moderada va. Así fue que ganaron las elecciones (regionales) en octubre de
2017. Y ese ha sido el mecanismo utilizado hasta 2020, con trácalas y
mecanismos no siempre apegados a la ley.
No sólo ha hecho uso de
las instituciones, también ha utilizado la represión.
Sí, diferentes
mecanismos. Es lo que han hecho para mantener el control. Pero eso lo hemos
visto no sólo en Venezuela, sino también en otros países. En Polonia, por
ejemplo, en la elección de 1989. La participación fue un tema muy difícil y
largamente discutido. El problema en Venezuela es que hay una gran deficiencia
en la oposición. No tiene mecanismos reales para tomar decisiones. Lo que hace
una cúpula es imponer. Eso crea malestar y división. Así es la política. No
estoy diciendo que el gobierno está jugando justo. No. El gobierno está usando
toda clase de estrategias, muchas de ellas represivas.
¿No resulta paradójico
que la oposición venezolana sea la primera que trabaja no a favor sino en
contra de una coalición?
No, no es inusual. Así
es la política. ¿Que solamente haya dos bandos? ¿Gobierno y oposición? Eso es
muy raro. La unidad es la excepción. Hay que pensar en diferentes ideas. Y en
la oposición tiene gente desde Bandera Roja hasta el partido de María Corina,
¿no? Entonces, ¿Cómo se puede llegar a acuerdos mínimos? Con un proceso que sea
legítimo para todo el mundo y mucha gente tiene que tragar sapos para formar
parte de un movimiento, cuyo objetivo es el bien mayor. Pero actualmente es muy
improvisado. Son decisiones que toman cúpulas, las quieren imponer y no pueden.
Dicho esto, si tú ves las ideas que tiene María Corina versus las de Julio
Borges o versus las de alguien más moderado, no hay cañones que las separen. No
es comunismo versus libre mercado. Lo que faltan son mecanismos. Ahora es muy
difícil, porque no tienen la Asamblea, pero se pueden formular. Hoy en día es
Voluntad Popular quien impone la línea y todos los demás sienten que tienen que
apoyar. Pero ya se está viendo que Acción Democrática y Primero Justicia se han
distanciado de ciertas decisiones.
No solamente se
apartan, también están haciendo señalamientos críticos a la gestión de Guaidó.
Están señalando prácticas que no son propiamente transparentes si es que no son
corruptas.
Si hay plata, pero sin
instituciones y mecanismos de contraloría pueden pasar dos cosas. O corrupción
o acusaciones. Esto es parte de la idea de tener un gobierno interino donde
todo es improvisado. En lo personal, no creo que sea gente corrupta. Pero tener
mucha plata, sin instituciones, es a donde vas a llegar: corrupción real o
acusaciones. Es muy difícil manejar la plata así.
David Smilde retratado por Alfredo Lasry | RMTF
El gobierno no quiere
tolerar manifestaciones de independencia política. ¿Formas de organización social
distintas a las comunas? No, gracias. De hecho, hay una ofensiva de represión
contra las organizaciones no gubernamentales. Ahí es donde la cosa comienza a
complicarse, porque bajo la ola represiva es muy difícil que la sociedad civil
exija a la dirigencia política otra cosa. ¿No es otra forma de dividir a la
oposición?
Sí. Sin duda alguna.
Creo que dentro del gobierno hay diferentes visiones alrededor de ese tema. Los
sectores más radicales ven a la sociedad civil como una cabecera de playa del
Imperio y actúan en su contra. Pero lo que creo de todo lo que hemos hablado,
el colapso político, es que abre una oportunidad para la sociedad civil, porque
allí hay gente que conoce, que ha estudiado el país y está en contacto con la
gente, con los barrios, con las organizaciones humanitarias.
Una forma de
organización, aún en etapa embrionaria. ¿Qué podríamos esperar en un futuro no
tan lejano?
He visto que hay una
convergencia de muchas diferentes voces, hasta Fedecámaras está hablando con la
sociedad civil, porque han entendido que no va a haber una transición rápida.
Ellos quieren un país próspero y están interesados en que se llegue a un tipo
de acuerdo negociado. También está la Iglesia Católica, que es la institución
con más prestigio en el país y, por mucho, la institución que presta servicios
a los que acude regularmente el 20 por ciento de la población, mientras las ong
llegan al siete por ciento. Si se puede ampliar la sociedad civil, unificar
criterios, si se puede ver a una mayoría organizada que apoya una salida
negociada, democrática y pacífica, eso es muy difícil que el gobierno lo divida
o lo reprima en todas sus manifestaciones.
No creo que el
reconocimiento que ha hecho el gobierno de Biden a Juan Guaidó, como presidente
interino de Venezuela, se prolongue en el tiempo. Guaidó tendrá que someterse a
la prueba del estrés de los resultados tangibles y verificables. Se estará
desmoronando, llámalo como quieras, pero es la única pieza que hay, no hay
otra. ¿Cree que el gobierno de Biden tiene plena conciencia de cuál es la
situación de la oposición venezolana?
Sí. Biden tiene
asesores. Es gente bastante sensible, conocedora (de Venezuela), que entiende
la situación. Yo creo que el problema radica en la posibilidad de poner
suficiente atención. A Biden le cayó el mundo sobre sus hombros. Estados Unidos
enfrenta una crisis sanitaria desatada por la pandemia, la economía del país
está estancada, tiene tratados internacionales que están destruidos, como el
Acuerdo de París (cambio climático) y el acuerdo nuclear con Irán. Tiene tanto
que reparar, tanto trabajo, que Venezuela no está, digamos, entre las primeras
20 prioridades. Yo creo que el reconocimiento a Guaidó va a seguir, al menos
por este año. Dejar de reconocerlo significaría un trabajo mayor que no creo
que quieran enfrentar en estos momentos. También sería una victoria para Maduro
que no le quieren dar. Pero una cosa es el reconocimiento y otra es la
atención. Creo que se puede esperar una atención mucho más amplia a los
diferentes sectores de la oposición y de la sociedad civil. Quizás puedan
enviar un representante para hablar con el gobierno de Maduro, explorar algún
tipo de negociación. No lo descarto, para nada. Pero no lo veo en los próximos
meses.
Los venezolanos somos
fervientes creyentes de las soluciones mágicas, quizás por razones culturales
asociadas a los vaivenes del mercado mundial del petróleo. Pero este país no se
va a recuperar en el corto plazo. Esa posibilidad, sencillamente, no existe. Y
la comunidad internacional tiene plena conciencia de esa realidad. Pero el
gobierno de Maduro también está encerrado en esa idea fantasiosa. Sin un
acuerdo medianamente estructurado, los jugadores que se mueven en la
geopolítica ni siquiera van a acompañar a Maduro. ¿Cuál es su opinión?
Yo creo que hay una
narrativa que viene de 2019: presión, colapso, transición, elecciones. El
equipo de Guaidó está involucrado con esa narrativa totalmente. Mucha gente en
el exterior no piensa fundamentalmente en Venezuela sino en sus propios
intereses. Pero para la gente que está dentro del país es muy difícil creer en
esa narrativa. No hay movimiento. El gobierno parece que se está atornillando,
consolidando. Algunos creen que hay una pequeña reactivación económica.
Entonces, es muy difícil. Yo creo que hay que cambiar esa narrativa, pensar en
un juego a más largo plazo, que consiste en ampliar lo que es la sociedad
civil, lo que es la oposición y a la vez abrir espacios democráticos. Una vez
que Maduro piense que no se va a enfrentar a esa narrativa, que no lo van a
colgar en la plaza como a Mussolini, se supone, quizás, de repente, digo, que
pudiera haber un espacio para crear algo de confianza y un espacio para las
conversaciones. Si hay empresarios que impulsen la reactivación económica, si
hay una sociedad más organizada, se podría empujar para que haya movimiento
hacia aperturas democráticas. Uno puede imaginar eso si el chavismo piensa que
no va a ser aniquilado o extraditado. Habrá sectores que vean la oportunidad de
atornillarse, pero si se maneja bien, esa sería la posibilidad de que pueda
ocurrir un cambio político.
¿Cuál cree que es la
percepción que prevalece en el nuevo gobierno?
Una transición rápida
solo estuvo en los planes de Bolton y de Trump, pero para los europeos, y esto
me lo dijeron varios embajadores, es que «necesitamos alguien con quien
hablar», porque tienen intereses en Venezuela, porque tienen intereses en el
Caribe. Entonces, ellos necesitan poder comunicarse y hablar con Maduro. Yo
creo que el empuje para retomar la democracia venezolana tiene que venir desde
dentro. Porque lo otro es que, si no se llega a la democracia, pero sí a un
régimen estable, no democrático, muchos países se van a hacer la vista gorda.
Entonces, el empuje para lograr el cambio tiene que venir de adentro.
El estado de la Florida
es clave en la elección presidencial de Estados Unidos. Cuba, por ejemplo, se
convirtió en un problema doméstico para la política estadounidense. ¿Usted cree
que Venezuela podría ser…
Fue un tema principal
de Trump. Y eso tiene varias razones. Cuba, por muchísimos años, incluso por
décadas, fue el tema aglutinador para los electores del partido republicano en
la Florida. Ya para las elecciones de Obama, cuando hay una tercera generación
de cubanos, un tema como el bloqueo dejó de ser popular, muchos querían
normalización. Ese tema como que se apagó un poco. Pero revivió con la llegada
de los venezolanos. Además, hay muchos políticos que tienen tiempo invirtiendo
en esa narrativa (de pugnacidad y confrontación), pero con esa estrategia a
Trump le salió el tiro por la culata. Sirvió para que tildaran a Biden como
socialista. Algo absurdo, porque Biden siempre ha sido un centrista. A ellos
les fue peor de lo esperado en la Florida. Lo que quiere mucha gente es una
estrategia que diga: Queremos democracia en Venezuela, no queremos dictadura.
Pero vamos a jugar de manera más inteligente y eso podría tener un mejor
resultado.
***
*Profesor de Relaciones
Humanas Charles A y Leo M Favrot de la Universidad de Tulane. Asesor Principal
en Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola).
31-01-21
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