Carolina Gómez-Ávila 31 de enero de 2021
En la lucha por la democracia es prioritario que cada
quien tenga claro cuál es su lugar. Pienso que este es nuestro problema desde
hace más de 20 años. Los medios se tomaron las atribuciones de los partidos
políticos, los políticos las de las figuras de farándula, los malandros las de
los dirigentes… Todo se ha tergiversado por una indisciplina inducida, el
paroxismo de la antipolítica.
El problema es que creo que la sociedad no va a
avanzar para aplastar a la dictadura si cada quien no asume su rol como en una
línea de embalaje: los que sellan con tirro industrial no pueden actuar antes
que los que meten el producto en la caja. Eso lo saben muy bien los
empresarios.
Los empresarios, por la naturaleza de su actividad
diaria son, seguramente, el segmento más práctico de la sociedad; excelentes por
hábito, diría Aristóteles. Claro que, en temas políticos, el golpe de Estado
del que fue parte el expresidente de Fedecámaras y la exagerada sumisión
posterior para expiar la culpa, los tiene muy desprestigiados y, a la
población, muy confundida.
Lo que mortifica sobre Fedecámaras es que la defensa
de la libre empresa no siempre marida bien con la defensa de la democracia como
sistema de Gobierno.
Es lógico esperar que lo primero mande sobre lo
segundo porque podrían desaparecer como institución si fuera al revés. Es
comprensible y agradezco que aun así hemos tenido y tenemos empresarios
eficientes, exitosos y llenos de compromiso social. El último siglo nos regaló
algunos que dieron ejemplo de cómo enriquecerse mientras mejoraban la calidad
de vida de sus trabajadores.
Reconozco, apoyo y celebro que la actividad
empresarial privada sea imprescindible para combatir la pobreza y sé que
tenemos algunos empresarios con mucho que aportar a las sanas políticas
económicas de un país libre y que, por lo tanto, en un país libre deberán ser
escuchados. En un país libre.
Así que no todos son halagos. También es verdad que
entre ellos hay corruptos y explotadores, genuflexos o cómplices de la
dictadura criminal. Pero incluso si no existiera esta dictadura, considero que
su injerencia en los asuntos del poder debe ser estrictamente auditada por los
partidos políticos.
¿Consultan a la dirigencia política y coordinan sus
acciones con ella de modo que nos ayuden a retornar a la democracia? ¿O
más bien pretenden que sea la dirigencia política la que se pliegue a sus
directrices? Quizás deba preguntar con cuál dirigencia política coordinan lo
que hacen: ¿con la que aún goza de reconocimiento internacional o con la que
ellos quieren imponer con la ayuda de la Conferencia Episcopal Venezolana, es
decir con Capriles?
Nunca lamentaré lo suficiente que se prohibiera
constitucionalmente que la actividad partidista fuera financiada por el Estado
porque, con eso, los partidos quedaron sometidos a los caprichos de los
capitales y ahora, más que antes, los empresarios tienen la sartén política
agarrada por el mango.
Con ese poder se han reunido con la dictadura para,
supongo, cerrar acuerdos. Digo cerrarlos, porque el representante gubernamental
con el que se reunieron no se habría movido hasta la sede de esa organización
para una visita de cortesía o para una reunión exploratoria. Seguramente en ese
terreno hay un camino andado y suficientes cosas en común para hacer visible el
encuentro.
El entorno propio de Fedecámaras —y el complaciente—
celebran que esté en camino un alivio para las urgencias del pueblo. Esto es
medular, porque permiten fantasear con un alivio amplio en temas, alcance y
duración y eso no será así.
Cualquier acuerdo que Fedecámaras negocie será en
primer lugar para sus afiliados en materias que, como desconocemos, no sabemos
cuánto puedan permear hasta los trabajadores. Esto es, esencialmente, de
carácter parcial y discriminatorio. Sobre su duración en el tiempo tampoco
sabemos nada, pero tenemos muy visto cómo la dictadura irrespeta la palabra
empeñada y desanda lo andado. No nos sorprenderá que levante controles para
imponerlos de nuevo. Lo discrecional la caracteriza; el apego a la legalidad,
no.
De lo anterior se desprende que la recuperación
económica será poca y para unos pocos, al precio de lavarle la cara a la
dictadura. Es de suponer que el acuerdo será refrendado por el nuevo esperpento
parlamentario y que incluirá diligencias ante Gobiernos extranjeros para que
«levanten las sanciones». Así Fedecámaras le mete una zancadilla a la AN-2015 y
apuntala el lobby de Capriles.
En resumen, la agenda de Fedecámaras es lograr que
algunos coman un poco más siempre que todos comamos dentro de la jaula.
El retorno a la democracia quedará diferido, los
políticos que han luchado por ello seguirán siendo perseguidos y la dictadura
se arrellanará en la poltrona. Que no se hable más de elecciones presidenciales
y parlamentarias (o generales) libres y justas, es el costo; que se sepa que
este es el precio a pagar.
Carolina
Gómez-Ávila
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