Por Tulio Ramírez
Estoy consciente de que
pisaré algunos callos. Conozco el riesgo. En estos tiempos, opinar es
peligroso, no importa el tema. Si dices que las caraotas se comen con azúcar,
te caen encima sin piedad por «colaboracionista», «traidor a la patria» o
«incitación al odio». Superaré mis propios miedos e intentaré caracterizar a
los venezolanos según su posición con respecto al diálogo entre el gobierno y
la oposición. Si usted se ve reflejado en alguno de estos grupos, no es mera
coincidencia.
¿Qué cómo logré la información? Acudí a
esas fuentes inagotables que son las colas y los chats donde participo. En esos
espacios uno se topa con cientos de managers de tribuna, expertos en política,
economía, terapias de pareja, gastronomía, deportes y en lo que salga. Son
capaces de dictar cátedra con la autoridad y vehemencia característica del que
poco sabe. Opinan sobre cualquier cosa, sin necesidad de preguntarles
absolutamente nada.
Aclaro por
si acaso: mi propósito no es hacer sesudos análisis políticos, eso se lo dejo a
los que saben. Solo pretendo brindar una panorámica fenomenológica de lo que
piensa la gente acerca de estos diálogos. Veamos.
Al primer grupo lo llamaremos los
«optimistas eternos». Son los que, ante un eventual diálogo o un evento
electoral, suelen anunciar: «Ahora sí se fregaron, hasta aquí los trajo el
río». Cuando les es esquivo el triunfo, caen postrados como novios recién
dejados. Es solo hasta el anuncio del próximo evento, cuando nuevamente se les
dispara la adrenalina. Por supuesto, apoyan el diálogo porque «eso ta’ listo».
Su grito de guerra: «Los tenemos contra la pared». Confieso que una vez
pertenecí a ese grupo
En el otro extremo están los «pesimistas catastróficos». Su lema: «Esto se lo llevó quien lo trajo». Son los que no solo desconfían de lo que el gobierno haga o prometa sino que desconfían de lo que haga o prometa la oposición. Para este grupo, la solución llegará por mar o por paracaídas porque «desde adentro no se puede hacer nada». No apoyan el diálogo porque «no aprendemos, va a ser lo mismo de siempre».
Entre estos bandos hay muchas otras
categorías. Por ejemplo, están los Candy, Candy«. Son los que
entienden la política como un acto de paz, amor y hermandad. Dicen algo así
como «Venezuela somos todos y, todos sin distingo, debemos sacarla adelante con
amor y desinterés». El asunto es que cuando bajan a la tierra no aterrizan sino
que se estrellan. Apoyan el diálogo «con la condición de que sea sincero,
transparente, de buena fe y entre panas».
Otro sector es el de los que reiteradamente
dejan claro que «no comen de la política». Como las águilas, ven los
acontecimientos desde arriba y desde lejos. Despotrican de las colas, de los
precios, de los servicios, de las cadenas, pero no van a una marcha ni por el
carajo. Por supuesto, ni opinan sobre el diálogo. Si los apuras mucho señalan_
«Por mí que dialoguen lo que quieran, no me interesa. Total, ninguno de ellos
lleva la comida para la casa».
Finalizo con los «púyalo, pero mosca». No
calzan en la categoría de los «optimistas eternos» ni en la de los «pesimistas
catastróficos». Apuestan por una salida pacífica y electoral, pero son
capciosos y desconfiados porque conocen las marranadas del adversario. Están
picados de mapanare, pero no dejan de meterse en el conuco, porque allí es
donde se consigue la verdura. Con estos paisanos me identifico mucho.
Por supuesto, hay muchos más grupos. Están
los Avengers quienes
no quieren el diálogo porque «aquellos solo salen a golpes, patá y
Kung-fu». También están los «simuladores», que son chavistas de clóset y
comienzan sus discursos con voz gutural, sentenciando: «La oposición lo que
debe hacer es…». Bueno, se me acabó el espacio, pero hay más, lo juro.
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor
en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y
UPEL
02-08-21
https://talcualdigital.com/los-venezolanos-ante-el-dialogo-gobierno-oposicion-por-tulio-ramirez/
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