Orlando Viera-Blanco 05 de octubre de 2021
@ovierablanco
“Vivir
en el exilio es quizás la condena más dolorosa para aquellos que amamos a
nuestro país. Fuimos libres, y que grande fue Venezuela en libertad. Pero
¿Éramos todos libres?”
Siempre he sido un admirador de Norberto Bobbio. Su estilo ecléctico, romántico, suave entre lo normativo, jurista y filósofo, es fascinante, sabio. Italiano que, nacido en el Piamonte en 1909, vivió en Turín con su inseparable Valeria, usa la frase “el crepúsculo de la noche” en uno de sus últimos libros, «De senectute». Trata de [su] vejez y de la muerte, aunque no para glorificar la primera ni trivializar la segunda-como nos alerta el chileno Agustín Squella-sino “como [Bobbio] considera que la vejez es el tiempo de la melancolía, el momento en que se toma mayor «conciencia de lo insatisfecho, de lo incompleto». Un período de la vida donde hay mejor «bondad en la racionalidad» y en que «los afectos cuentan más que los conceptos”.
Sólo
con leer esta iluminada frase de Bobbio encendí mi propia nostalgia. No me
siento viejo ni tampoco a riesgo de marchar. Pero no hay que
sentirlo para sufrir una hermosa, pero a la vez cargada nostalgia, por los años
no vividos o mal vividos en nuestra querida Venezuela. Nos sacude un
sentimiento de trepidante responsabilidad por una ausencia que no es imputable
a nadie más, que a mi.
Los
años te llevan de la observación activa y crítica a la contemplación reposada.
Bobbio en el crepúsculo de su sabiduría, decía: «He aprendido a
respetar las ideas ajenas, a detenerme en el secreto de cada conciencia, a
entender antes de discutir y a discutir antes de condenar». ¡Cuanta
erudición en esa sentencia!
Detenernos
en el secreto de cada conciencia impide condenar a nadie. No tengo el derecho
de hacerlo, al menos sin antes entender que aun no siendo culpable, soy
responsable. A partir de ahí no albergo rencor a nadie. Nunca lo he albergado…
Vivir
en el exilio es quizás la condena más dolorosa para aquellos que amamos a
nuestro país. Fuimos libres, y que grande es Venezuela en
libertad. Pero ¿Éramos todos libres? Recuerdo la primera clase de
introducción del derecho [1982] con el Padre Olaso [invitado]…Llegué tarde
aquella mañana fría en la UCAB, porque venía de ser transferido de otra
escuela. En el Derecho encontré mi oasis…Citando [Olaso] la pirámide de Kelsen,
el padre sentenció: “Sólo por ofuscación o dolo puede sostenerse la
posibilidad de vivir en democracia sin partidos políticos” ¿Por qué citaba
esta sentencia? ¿Qué había dicho antes? Y agregó: “¿Aquéllos que
viven con el estómago vacío son realmente libres, sienten que viven en
democracia?
La
racionalidad apunta Bobbio, “es un ejercicio de paciencia, una educación en
la seriedad y una invitación a la claridad y al rigor». Lo que pasa es que,
en la miseria, no existe serenidad, ni educación ni claridad y rigor. No existe
racionalidad sino una dolorosa privación. El pobre no concientiza sino siente y
padece. La libertad y la democracia son valores muy sensibles, mejor
comprendidos cuando son capaces de generar prosperidad, oportunidad y
afecto. “Es el fin de una historia” al decir de Fukuyama.
Pero una historia [libertad y democracia], que no hemos sabido perfeccionar.
Creo
en el bienestar de la democracia liberal. Pero cuidado con los «hombres sin
pecho» como apuntó Nietzsche, “individuos sin ideales y enteramente
desmovilizados para conseguir mayores cuotas de reconocimiento individual que
les permita percibirse a sí mismos, a la vez que iguales, superiores a los
demás”. ¿Quiénes son los inmovilizados? Recuerdo de niño acompañar a papá
[médico que no renunciaba a su rutina de visitar pacientes en sus casas]
anclando su pecho por los más humildes. Un noble esfuerzo de movilización que
recibía como recompensa el afecto de sus atendidos, con cafés, rosarios y hasta
mascotas. Pero no había que ser galeno para visitar nuestros barrios, y aliviar
las cargas de la ausencia, que era indiferencia…
El
proceso de preindustrialización venezolano arrancó en 1945. Tiempos de apertura
petrolera, voto universal y directo, desruralización y masificación
educativa. Pero la igualdad de oportunidades era justificadamente
difusa. No quiere decir que los líderes de la época dejaron de cumplir su rol
histórico de desarrollo y progreso. Los “hombres sin pecho”, fuimos
aquellos que nos creímos que nuestra movilización podía ser aislada. Y de ahí
al resentimiento, al desquite y al despojo hay un paso.
John
Stuart Mill escribió: «Una persona con una creencia representa una fuerza
social equivalente a la de noventa y nueve personas que sólo se mueven por
interés». Ahí surge el dilema entre liberalismo y socialismo. Aquél es
acusado de egoísta colmado de individualista y el segundo es señalado como
idealista nutrido de un interés colectivo igualitario y utópico. El primero
cabalga a solas. El segundo es masivo. Entonces el reto es invertir el método.
Hacer masivo el liberalismo y egoísta al socialismo. Y evitaremos la
ofuscación y el dolo.
El
socialismo arrebata el espíritu de creer en el yo por creer en la igualdad que
“garantiza el estado sin pecho”. Es crear enormes
restricciones a la libertad de las personas. Inmola la libertad en
nombre de la igualdad alertó Bobbio. Pero si los liberales no salimos de
nuestra sagrada superioridad en nombre de la libertad, inmolaremos la igualdad,
convirtiéndonos en hombres sin pecho, sin corazón…
Del
pesimismo a la luz.
Bobbio
sostuvo que la democracia es un proceso irreversible, no sólo en América
Latina, sino también en los países del este de Europa, porque, según dijo, «la
historia humana tiende hacia la libertad». En el crepúsculo de su noche entendió
y acobijó regias y hermosas reflexiones. Aun estamos a tiempo, para regresar y
rescatar el prístino, originario y humilde valor, de la libertad. Movilicémonos…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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