PEDRO BENÍTEZ 14 de enero de 2022
Los
ecos políticos provocados por la elección a gobernador en el estado Barinas del
pasado 21 de noviembre tardarán tiempo en disiparse en Venezuela, entre otras
cosas, porque han puesto en evidencia un hecho no menor: la oposición
venezolana puede derrotar a la maquinaria oficialista en las actuales, muy
desventajosas e injustas condiciones de competencia electoral.
El cóctel de tácticas que el Gobierno de Nicolás Maduro ha aplicado para dividir, desmoralizar y neutralizar a la oposición judicializando partidos políticos, inhabilitando candidatos potenciales y haciendo uso masivo de recursos públicos, entre otras tretas, se han demostrado insuficientes para ahorrarse una eventual derrota electoral nacional. Sigue pesando el descontento de la población en su contra.
La
oposición solo necesita (de suyo difícil, pero no imposible) lograr un
mínimo de coordinación para transformar ese descontento en un hecho político.
Es decir, puede repetir en cualquier momento el mismo resultado electoral de
diciembre de 2015, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) presidido por
Tibisay Lucena, de mayoría oficialista, se inclinaba abiertamente por las
candidaturas del PSUV y sus aliados.
A lo
largo de los años, en los diferentes intentos de acuerdo, diálogo y negociación
que se han propiciado entre gobierno y oposición la demanda central de éste
último factor ha sido de carácter electoral. Para resumirlo: elecciones
libres, justas, transparentes y con verificación internacional, regidas por una
autoridad electoral imparcial. El único que puede conceder esas
condiciones es Maduro. No obstante, siempre le ha sacado el cuerpo a esa
posibilidad usando distintos pretextos.
Dejando
de lado el tema ético y las convicciones democráticas, esa conducta ha sido
atribuida a una cuestión de incentivos. ¿Por qué motivo el chavismo/madurismo
les daría a sus adversarios las condiciones que ellos demandan como necesarias
para derrotarlo electoralmente, si puede seguir imponiendo su ley impunemente
dentro de Venezuela?
El
grueso de la oposición venezolana ha usado desde 2018 el boicot electoral a fin
de intentar modificar la conducta oficial. La lógica era que si la oposición no
participaba en los procesos comiciales, a todas luces injustos, el régimen se
deslegitimaría. Eso lo debilitaría lo suficiente como para hacerlo caer
o para obligarlo a ceder.
Tal
como ya había ocurrido en 2005, en esta ocasión esa táctica no ha sido muy
efectiva que digamos. Con Maduro se han seguido haciendo elecciones a
su manera. O lo toman o lo dejan.
Sin
acuerdos
Luego
desde 2019 comenzó a aplicarse el conjunto de sanciones comerciales,
financieras y personales impuestas por distintos gobiernos de naciones extranjeras,
empezando por el de Estados Unidos, contra los intereses económicos y
funcionarios del Gobierno de Maduro. Se pensó que esos sí serían los
incentivos determinantes.
Tampoco;
desde ese año el gobierno de Noruega ha venido propiciando un escenario de
negociación gobierno/oposición, en su momento boicoteado por la administración
de Donald Trump (todo hay que decirlo), pero al que Maduro y sus representantes
le han dado largas. Sencillamente, no les apremia un acuerdo con el
sector opositor cuya cabeza más visible ha sido desde entonces Juan Guaidó, al
que la mayoría de las naciones democráticas de Europa y América le dieron
reconocimiento diplomático como representante de Venezuela. Al parecer
no les quita el sueño las señaladas sanciones. Insistamos en la expresión “al
parecer”.
Desde
el reinicio de esa negociación, con la firma de un memorando de entendimiento
el pasado 13 de agosto en México, la conducta antes señalada se ha repetido.
Como buen negociador, el principal representante del Gobierno en ese proceso,
el presidente del parlamento Jorge Rodríguez ha manifestado la
disposición de ceder en lo mínimo a cambio de lo máximo. Es lo lógico.
El
pasado 5 de enero Rodríguez condicionó la continuación de la negociación a la
liberación por parte de la justicia estadounidense del comerciante Alex Saab,
así como la devolución al control del Gobierno de Maduro de las
filiales de PDVSA en el exterior Monómeros y Citgo.
La
elección en Barinas modifica la ecuación
Sin
embargo, el resultado electoral de Barinas ha modificado de manera
significativa la ecuación. En el Palacio de Miraflores, donde no hay
gente tonta, ya deben haber sacado esta cuenta junto con las
implicaciones que acarrea.
Desde
el punto de vista de sus propias aspiraciones, la oposición venezolana ya
no tiene (o no debería tener) premura para que el poder oficial le conceda
mejores condiciones electorales. No es que no las necesite ni deba
dejar de exigirlas, sencillamente es evidente que la vida ya no se les va en
ellas. Se puede sobreponer a las mismas. No es misión imposible. Dejar el
terreno electoral con las actuales condiciones sería una necedad luego de lo
ocurrido en las elecciones regionales.
Por el
contrario, ahora es el Gobierno de Nicolás Maduro el que requiere, con apremio,
que el proceso de negociación auspiciado por la facilitación noruega en México
dé resultados concretos, si es que pretende seguir la ruta que al parecer se ha
trazado.
Las
vías de Maduro para retener el poder
Para
resumir, Maduro tiene hoy tres opciones si quiere seguir en el poder
más allá de 2024:
1)
Continuar como va hasta ahora, al frente de un Gobierno mediocre, con
resultados mediocres, con una economía mediocre, en medio de una población
abrumada por la miseria y por lo tanto descontenta. En este caso su eventual
reelección dependería única y exclusivamente de que sus adversarios dentro de
Venezuela, presos de sus contradicciones, le dejen el camino libre.
2)
No correr riesgos y seguir el ejemplo de Daniel Ortega en Nicaragua. Meter
presos a todos los potenciales candidatos e ir a una elección sin competencia.
No sabemos si tiene (o tendrá) fuerza para imponer ese hipotético escenario.
3)
Intentar mejorar dramáticamente su gestión de su Gobierno, así como la economía
venezolana. La parcial dolarización, las medidas monetarias contra la
hiperinflación y la agreste apertura económica son señales insuficientes que se
han dado en esa dirección. El problema para el desarrollo de esta opción pasa
por el levantamiento, o flexibilización, de las sanciones comerciales y
financieras.
¿Dónde
puede conseguir esto último? Exacto. En la negociación de México.
Maduro
regresará al diálogo
Por
ese motivo es que los representantes de Maduro se van a sentar
nuevamente en Ciudad de México sin que les devuelvan a Alex Saab, ni Monómeros,
ni Citgo o el oro venezolano que permanece congelado en Londres. En la
vida hay prioridades.
Por
supuesto, nada en esta vida está escrito y siempre habrá en la oposición
venezolana algún grupo de creativos intentado sacar al chavismo de la incómoda
situación de tener que gestionar al país y mostrar resultados, para llevarlo
al terreno de la confrontación y el caos donde hasta ahora siempre se
ha impuesto.
PEDRO
BENÍTEZ
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