Escrito por TULIO
HERNÁNDEZ el Jun 29th, 2012
hernandezmontenegro@cantv.net
No es fácil explicarles a los
extranjeros, especialmente a los europeos de izquierda, la naturaleza
autoritaria y el pensamiento atrasado de la llamada revolución bolivariana. Por
su antiamericanismo elemental y una buena dosis de etnocentrismo, una parte de
la izquierda de estos países suele apoyar mecánicamente todo proceso político
latinoamericano que se autodenomine revolucionario, y celebra que ocurra en
nuestros países aquello que jamás aceptarían para sus países por ejemplo, las
cadenas radioeléctricas del comandante presidente.
Cuando explicamos procesos totalitarios como el apartheid ideológico de la “lista de Tascón”; el uso de los jueces y contralores como esbirros dedicados a sacar de juego a dirigentes políticos opositores; la invasión, expropiación o estatización caprichosa de propiedades privadas, ya sean fábricas, hoteles, haciendas agrícolas; la conversión del sistema judicial en órgano ejecutor de las órdenes del comandante para encarcelar a sus adversarios, de la televisión pública en televisión de partido de gobierno o del árbitro electoral en apéndice del PSUV, una de las preguntas más comunes es: ¿Entonces por qué todavía no hay un Estado comunista o una dictadura militar clásica? La respuesta más pedagógica que he conseguido es la del elefante y los hilos. Me gusta explicar que el elefante, loco e hinchado, se halla en la cristalería a punto de destrozarlo todo, pero que los venezolanos, miles de venezolanos, hemos logrado sujetarlo con miles de delgados hilos y así hemos salvado una buena parte del local. Lo contenemos con hilos porque las cuerdas o las cadenas que las democracias tienen previstas para contener los embates del autoritarismo y el militarismo la Contraloría, la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo, la Fuerza Armada, la propia Constitución han sido secuestradas por el elefante loco y por ahora forman parte de su voluntad de destrucción.
Pero lo hilos las miles de protestas de calle que ocurren mensualmente, las alcaldías y gobernaciones de oposición, los partidos democráticos que han crecido y se han organizado y logrado por primera vez en la historia una candidatura unitaria, los sindicatos y gremios profesionales que se mantienen autónomos, los periodistas y medios que aún no han sido neutralizados, las ONG que actúan por los derechos civiles, las asociaciones empresariales que permanecen en combate, las universidades autónomas y sus autoridades electas que no ceden a la extorsión gubernamental, los intelectuales y académicos que permanentemente producen textos en los que denuncian lo que ocurre, la jerarquía eclesiástica que no deja de expresar públicamente su preocupación funcionan y hasta ahora han impedido que el modelo neoautoritario se haga autoritario sin más.
El elefante ahora está herido y habrá que agregar muchos hilos más. A puerta de las elecciones su abuso de poder y su talante malandro se hace aún más evidente. Grotesco. La decisión de negarles a 20.000 venezolanos el derecho de votar en la localidad en donde viven, en el estado de Florida, en Estados Unidos, y asignarles como centro de votación un lugar a 1.400 kilómetros de distancia, es la prueba más contundente de la manera como los poderes que se suponen autónomos no hacen otra cosa que cumplir las órdenes de un patriarca víctima del envejecimiento precoz.
Es previsible. Habrá cada vez más cadenas para impedir que los ciudadanos vean los mítines cada vez más grandes del candidato Capriles. No habrá espacios en el canal del Estado, como ordena la ley, para el candidato democrático.
Pero los hilos siguen allí, por miles, preparándose para una transición que, si la FAN actúa correctamente e institucionalmente, sería ejemplo de civismo. Los hilos también son fuertes.
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