Cuando se ve la televisión en
algunos países de América Latina, de repente se interrumpe la programación y la
emisora pasa a transmitir de manera conjunta con todas las que existen en el
país en cuestión, a las órdenes de un mandatario político. Si el espectador se
encuentra en Venezuela, obviamente se trata de Hugo Chávez, que ya no hace el
programa Aló presidente, pero suma 75 horas de transmisión en “cadena
nacional” en lo que va de año —además de 9 horas y 49 minutos con motivo de la
presentación de las cuentas de su mandato—. Y continúa haciéndolo, sin
importarle que el país haya entrado en periodo electoral desde el 1 de julio,
aprovechándose de sus prerrogativas para ordenar la retransmisión en cadena.
Chávez es el caso más extremo,
pero no el único. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, también recurre con
frecuencia a ese procedimiento. Además, dispone de un programa todos los
sábados, Enlace ciudadano, que dura tres horas y se retransmite a través
de medios de comunicación estatales y algunos privados.
Los argumentos de Chávez y de
Correa son similares. Para el venezolano, el objetivo de la retransmisión
conjunta es responder a lo que él llama “estrategia burguesa” de ocultar los
logros de su Gobierno. Esta misma semana ha contestado a las protestas de la
oposición confirmando que no piensa renunciar a sus potestades. El presidente
ecuatoriano también lo explica por la necesidad de “desvirtuar las mentiras
repetidas y orquestadas por ciertos medios de comunicación”. En relación con
estos mandatarios, la argentina Cristina Fernández de Kirchner se comporta como
una moderada: en ocho meses, solo ha obligado a las cadenas de su país a
conectar 11 veces.
Que un jefe de Estado exija una
programación idéntica en todo su país es comprensible en casos de emergencia
nacional u otra circunstancia excepcional. Pero eso debe estar regulado. Es un
poder demasiado grande como para que el presidente lo use a su antojo a la hora
de replicar a la oposición, refutar opiniones contrarias o jalear sus logros.
Tomado de: http://elpais.com/elpais/2012/07/27/opinion/1343415924_539723.html
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