LUIS UGALDE Escrito
el Jul 12th, 2012
El petróleo no es una maldición, pero
su mal uso es una tentación en la que caímos hace tiempo. Faltan 5.000 millones
de dólares adicionales en las escuelas para que los niños tengan buena
educación, pero mientras, cada año se regalan miles de millones en gasolina a
los que más y mejores carros tienen. Para mantener este absurdo nos hemos
inventado dos cuentos falsos: 1) Venezuela tiene petróleo a granel y lo debe
suministrar a los suyos como arroz. 2) Si aumenta el precio de la gasolina, el
pueblo se va a lanzar a la calle y caerá el gobierno. La verdad es que cuesta
mucho extraer el petróleo, refinarlo y procesar la gasolina que hace marchar a
su automóvil. El Estado perdió el año pasado unos 2 mil millones de dólares por
no cobrar, al menos, el precio al costo de producción. Si lo comparamos con el
precio de exportación de la gasolina, el subsidio (y la pérdida) sube a una
cifra entre 12 y 15 mil millones de dólares al año; en una década más de
100.000 millones de dólares.
No es bueno el Estado que
regala la gasolina a los que tienen más y mejores autos, sino injusto y
estúpido al botar el dinero que se necesita para lograr una buena educación de
millones de niños y jóvenes venezolanos. Hay que parar gradualmente esa
hemorragia partiendo de cobrar lo que cuesta producir la gasolina y por lo
menos acercarse al precio de su venta en el exterior. Ahí están los 5 millardos
de dólares adicionales para la educación.
En Venezuela van de la mano
la gasolina más barata del mundo y una educación lamentable para los más
pobres. ¿Cómo convertir la gasolina que se regala en la educación de calidad
que falta? Con una doble revolución educativa: la educación de la sociedad para
que rechace la estupidez de regalar y la venda a precio razonable y con ello
financiar buenos educadores, buena dirección de las escuelas y buena dotación
escolar. En Brasil usted necesita 300 bolívares para llenar un tanque de 40
litros, en Colombia 200 y en Venezuela menos de 4 bolívares.
Lo que estimula, además, el
exceso de vehículos, la contaminación creciente y el despilfarro energético.
¡Lamentable! En este asunto el bloqueo es mental por asociar erradamente el
regalo de la gasolina con la bondad de los gobernantes y el cobro responsable
del combustible con el levantamiento popular contra el gobierno que lo haga.
Necesitamos inteligencia para asociar la buena educación pública con buen cobro
de la gasolina.
El tema es de inteligencia y
sentido educativo, más que económico. Según estudios recientes, la gente
entiende la actual (y la pasada) bobería, pero piensa que, si se produce un
aumento, éste irá a alimentar la corrupción gubernamental. Este es el punto que
hay que combatir, no con promesas sino con hechos.
Por eso el país primero
tiene que visualizar un plan educativo concreto con tres bases como son la
transformación (y creación de nuevas) de las 5.000 escuelas más pobres en
planteles dignos y de calidad, tanto en edificación como en dotación; la rápida
formación especializada de 10.000 directores cualificados para la buena gestión
escolar y una política sostenida para mejorar los ingresos de los educadores
con estímulos al rendimiento y buen desempeño. Regalar gasolina es también
privarse de la palanca necesaria para estimular y promover un plan especial de
nuevas vocaciones de educadores: Es una tragedia nacional la falta de miles de
profesores de matemáticas, física, biología, inglés… y que para la mayoría de
los bachilleres la opción de la carrera educativa sea la menos valorada.
Este no es un tema de
campaña electoral sino de consenso nacional. Se logrará si primero se hace ese
programa educativo de manera clara, preciso y bien comunicado. Que el país vea
con transparencia cómo el litro de gasolina, con el precio recuperado, se va
transformando en un niño con buena educación y en un país con millones de
jóvenes bien preparados para la vida, dotados de valores y competencias profesionales.
De más está decir que tiene
que haber un decidido programa para no afectar al combustible que se usa en el
transporte colectivo público y de alimentos. Por eso básicamente la estrategia
debe comenzar con la gasolina de 95 octanos.
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