Por Oscar Meza,
05/06/2012
Copio el
título de este artículo de un subtítulo del capítulo 8, referido a la Teoría de
la Empresa y la Producción, del libro de Microeconomía, de Maddala y Miller
(1991), para tratar en este caso un tema que pareciera de segunda importancia,
de acuerdo con lo que le escuchamos a un conspicuo miembro de la Comisión
Asesora de la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, cuando como respuesta a
la pregunta de por qué en la nueva ley no se le daba importancia a los
empresarios, contestó que los patronos eran actores de segunda en el tema
objeto de la ley: el trabajo.
Veamos
entonces por qué existen las empresas o para qué sirven las empresas.
¿Qué dice la teoría?
En un ensayo clásico, publicado en 1937, Ronald Coase presentó la
pregunta: “¿Cómo pueden explicar los economistas la existencia de las
empresas?” En principio las empresas no son realmente necesarias. Es posible
imaginarse contratos por separado para cada función de una empresa. Por ejemplo,
considérese el montaje de automóviles. Una persona podría fabricar una parte
del automóvil y después venderla a otra, quien añadiría otra parte y la
vendería a una tercera persona quien a su vez añadiría otra parte y así
sucesivamente. La línea de montaje sería reemplazada por una serie de contratos
individuales. Las actividades de la producción de automóviles se realizarían
individualmente y quedarían coordinadas mediante los precios.
Hay dos motivos por los que la producción se organiza a través de
las empresas en vez de mediante una serie de contratos individuales: los costos
de operación y la productividad más alta con el trabajo de equipo.
Las operaciones y los intercambios tienen un costo. Las empresas
ahorran en operaciones. Al no existir empresas es necesario operar con
contratos multilaterales. Cada persona tendría que negociar un contrato con
quien le suministra los materiales y con la persona que le compra los bienes.
En el ejemplo del montaje de automóviles cada persona de la cadena tendría que
participar en dos contratos. Resultaría costoso negociar un grupo tan complejo
de contratos. Las empresas reducen estos costos mediante el método de contratos
bilaterales. Cada persona trata con la empresa sobre una base bilateral en
lugar de hacerlo con otras personas sobre una base multilateral.
(pp. 228-229). (Las negrillas son nuestras).
¿Es posible
imaginarse que en estos tiempos, la producción de bienes y servicios se haga a
través de la participación individual en procesos tan complejos como la
construcción de una línea del Metro o del ferrocarril, la generación y
distribución de energía eléctrica, la producción de alimentos a la escala que
hoy se requiere, la construcción de viviendas o la explotación y producción de
petróleo? No es fácil suponer eso, como tampoco lo será para las generaciones
del futuro, imaginarse que hubo tiempos en los que no existían los teléfonos
celulares ni Internet.
Desde hace siglos, la organización de
empresas para producir bienes y servicios ha demostrado ser la forma más
eficiente y productiva y sobre todo, innovadora. Porque incluso otros tipos de
organización como las cooperativas, las fundaciones o las asociaciones civiles,
aún cuando tienen diferencias en la constitución y en los fines, se conducen gerencialmente
de forma empresarial para alcanzar los objetivos que persiguen. Aún en países
con regímenes comunistas como Cuba, el funcionariado y los profesionales
estudian y procuran mantenerse al día con las últimas tendencias y aportes
científicos, tecnológicos, administrativos y gerenciales de las empresas
privadas. A este redactor le consta.
Emprendimiento, libertad, innovación y prosperidad
Un primer
argumento es que constituir una empresa responde a un impulso creativo,
innovador, en donde se involucran ideas, conocimientos, talento, capital
humano, capital financiero, capital físico, tiempo, para producir un bien o
prestar un servicio, por supuesto, motivado por el interés del beneficio que se
pueda obtener.
Una empresa
requiere contratar personal, insumos y servicios intermedios para producir,
generando, por tanto, empleo, actividad económica y riqueza; al tiempo que se
establece un espacio social basado en el trabajo que genera las condiciones
para la organización de los trabajadores en sindicatos y la discusión de
contratos colectivos que permiten mejorar las condiciones de vida de los
empleados. De manera que una empresa es no sólo una unidad de producción, sino,
también, un espacio social para las relaciones humanas y laborales. Pero, sobre
todo, una empresa es un espacio de libertad para la innovación, la producción y
la generación de riqueza y prosperidad, sobre la base del trabajo. Y ya sabemos
que el trabajo es la verdadera fuente de la riqueza de un país. “La riqueza de
una nación deriva de su trabajo, el producto anual del trabajo y la tierra del
país”. (Smith, 2001, p. 27), lo que hoy llamamos abreviadamente, el PIB, el
producto interno bruto. Adam Smith lo que dijo y sigue diciendo es que la
riqueza es el producto del trabajo. Punto.
Los empresarios son actores de primera
Respondiendo
a la pregunta que formulamos al comienzo de este artículo: ¿Por qué existen las
empresas? Porque es la organización más eficiente para producir bienes y
servicios que satisfacen las necesidades de los individuos y la sociedad,
generan empleo, pagan impuestos y facilitan la prosperidad individual y social.
Y por ello, los empresarios no pueden ser catalogados como actores de
segunda, como mal dijo, el conspicuo miembro de la comisión presidencial asesora
del presidente en la reforma de la ley del trabajo. Son actores de
primera, necesarios, indispensables para el desarrollo del país, que merecen no
solo respeto, sino estímulo para que inviertan y creen más empresas, más
empleos, más y mejores bienes y servicios y más libertad para los consumidores
de escoger lo que preferimos.
Por ello es
lamentable que el número de empleadores haya disminuido en nuestro país, como
consecuencia de las posiciones y decisiones políticas del gobierno, dirigidas
en contra del sector productivo, que es el único capaz de generar empleos de
calidad, que incluyan a por lo menos la mitad de los trabajadores que están
excluidos del mercado laboral. Solo el 34% de la población en edad de trabajar
está ocupada en un empleo formal. Adicionalmente, de acuerdo con las cifras del
Instituto Nacional de Estadística, en un año el número de patronos experimentó
una caída de 20%, lo que significa 78.752 fuentes de empleo menos. En el
período de una década, 2002-2012, el número de empleadores se contrajo en
252.912, 44%, una pérdida dramática que explica la precariedad del mercado
laboral venezolano.
Es obvio,
pues, que sólo en un ambiente de respeto al estado de derecho y a las
instituciones, a la constitución, a la propiedad privada y, en primer lugar, a
la vida, se pueden crear las condiciones para fundar y desarrollar empresas que
impulsen y sustenten el desarrollo económico y social, lo que perfectamente
podemos aprender del modelo de la economía social de mercado, que actualmente
soporta los costos de la crisis de la zona euro.
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