Escrito por AMÉRICO MARTÍN el Jul 12th, 2012
I
Mientras más útil es para resolver situaciones embrolladas, lo que no logra
superar la política es su mala prensa. Según algunos exaltados, sus ejecutorias
dan asco, y sin embargo a la hora de decidir el destino de un país también
ellos votan por uno de los políticos encampañados.
Quisieran que la unidad
democrática cantara el fraude con base en las oscuridades de las cuales todos
estamos conscientes, y no que “lo avalaran” participando en el proceso. Pero a
la hora de la verdad son ya muy pocos los que niegan el voto porque intuyen que
el asunto no se resuelve condicionando la participación a la igualdad plena de
las dos candidaturas en juego. Finalmente sumaran su voluntad, convencidos como
están de que la abstención nada resuelve, nada empaña al vencedor material.
Nada, digo. Todas las condenas que se hacen al calor del debate comicial se
pierden en el tiempo así sean fundadas, frente al hecho de que aquel a quien
desprecian al regatear el voto que lo derrotaría, se felicitará de que sus
apasionados adversarios le dejen libre el campo.
Presentar candidaturas pese
al ventajismo y el abuso de poder puede ser el único camino para cambiar el
paisaje. La inmensa mayoría ya lo sabe y por eso Capriles ha cobrado una fuerza
huracanada. Comprender que en países gobernados por autocracias la aspiración a
una igualdad perfecta como requisito para competir en el terreno electoral
es en general quimérica; y a partir de allí valorar otros elementos,
puede ser la clave de un desenlace victorioso. Hay un hondo deseo de cambio que
ha prendido en el ánimo de los venezolanos. Por más que tuerzan las reglas, el
deplorable pantano en el que han hundido al país necesita más, mucho más que
eso para impedir la victoria esperada por los venezolanos.
II
Es una decisión típicamente política, lleva su marca, la de ir a un proceso
contaminado sin perder de vista las posibilidades de victoria. Actos de ese
tipo no se resuelven en cofradías moralistas. Son propios de un oficio y sus
oficiantes: la política y los políticos.
Comprender que las certidumbres no derivan de análisis estáticos, suma de
cañones, control de las instituciones y sumisión de cúpulas militares, sino de
factores cambiantes que pueden gobernarse y encaminarse a grandes metas, es
obra igualmente de liderazgos políticos inteligentes y experimentados, así
siempre falte algo y haya mucho que aprender.
Es lícito inquietarse por lo que haría un gobierno como el del presidente
Chávez si Capriles resulta ganador, siempre que no se olvide que el resultado
electoral será en sí mismo determinante en la conformación final del balance de
fuerzas. Si la Unidad Democrática alcanza la mayoría, el efecto residual sobre
el ánimo y disposición de los bloques humanos enfrentados será decisivo. Y
subrayo “bloques humanos” para recordar que no se trata de inertes piezas de
ajedrez sino de personas de carne y hueso, apasionadas y comprometidas con
causas. Tampoco es dable esperar que la Institución Armada convalide fraudes.
Se entiende que obedezcan a los presidentes emanados de elecciones; al
comandante en jefe. Pero la legitimidad de origen de un mandatario se pierde si
se alzara contra el voto popular. ¿Estarían dispuestos nuestros oficiales a
sacrificar su reputación en aras de una usurpación? No lo veo posible. El nuevo
presidente vencería los obstáculos que se opongan al profundo cambio
democrático esperado por el país
III
En el momento en que escribo estas líneas, López Obrador no ha reconocido la
victoria de Peña Nieto; reclama reconteos alegando que no aceptará “ilegalidades”.
Es posible que el candidato del PRD no repita lo que hizo en las pasadas
elecciones. Aquella vez tenía motivos, dado que Calderón le ganó por menos de 1
punto. No se le puede condenar por aguardar a que se cuente el último voto.
Está en su derecho y ningún José Vicente mexicano lo acusará de esconder un
plan conspirativo porque espere la conclusión formal del proceso. Es lo
gracioso del presidente Chávez: condena a la UD y Capriles porque no reconozcan
de antemano elecciones no realizadas, pero respalda a AMLO por regatear
reconocimientos a unas elecciones realizadas.
Los políticos advirtieron que la victoria de Humala en Perú no era la de
Chávez. El flamante presidente no sería tan insensato para desmontarse de un
caballo que galopa para embridar un rumiante. Humala marcó distancia de la Alba
y de Chávez y continuó la exitosa política de Toledo y Alan García, al igual
que Lula lo hizo con Cardozo. Sospecho que López Obrador hubiera hecho algo
parecido. Adoptar el modelo de Chávez habría sido demencial.
Puede apostarse que Peña Nieto no regresará a ciertas malas costumbres del
viejo PRI. Hará lo que corresponda hacer a fin de que México siga creciendo,
incluso abrirá la sacrosanta industria petrolera a inversionistas privados que
asuman riesgos, carguen con el costo de algunos contratos laborales e
incorporen tecnología avanzada. La industria petrolera azteca tiene potencial y
su buena relación con el comprador más solvente la consolida en ese mercado y
la habilita para beneficiarse del voluntario e insensato repliegue de
Venezuela, una revolución que ni los revolucionarios quieren
Políticos ladrones, ignorantes, desquiciados los hay y como tales deben ser
sancionados. Tampoco faltan en otras profesiones, lo cual no autoriza a poner
la medicina, la construcción de puentes o la política en manos de cofradías
religiosas.
Son problemas demasiado
complejos para confiarlos a quienes se nieguen a aceptar sus intimidades.
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