Apertura Opina el 02 de julio de 2012
Al leer el artículo de Jorge G.
Castañeda titulado “El regreso de la
némesis de México” en donde se analiza el escenario más probable en las
elecciones en México, (hoy ya sabemos que efectivamente ganó), que es el del retorno del PRI al poder y se muestra
optimista en cuanto a que no sea el regreso a la dictadura institucional que
dicho partido construyó y mantuvo durante 70 años. Eso naturalmente depende del
aprendizaje democrático de los mexicanos y del liderazgo del PRI, hacemos votos
de que así sea.
En dicho artículo se encuentra los
siguientes párrafos:
“También las relaciones de México con el mundo han
cambiado desde 2000. Hoy México está inmerso en una red de acuerdos de libre
cambio y otros instrumentos internacionales que han establecido definitivamente
su economía abierta, políticas macroeconómicas ortodoxas y compromiso con el
gobierno democrático. Está sujeto a una observación extranjera constante,
molesta y digna de beneplácito.
Ahora importa también
la presión internacional. Otros países escucharán a México sólo si éste cumple
con sus obligaciones en materia de relaciones laborales, medio ambiente,
elecciones libres y justas, propiedad privada y derechos humanos. En esta
época, el Gobierno no puede cometer impunemente robos de elecciones, encierros
en la cárcel de oponentes políticos, expropiaciones de activos privados
extranjeros o nacionales, corrupción en gran escala o gastos despilfarradores.”
De nuestra experiencia como ciudadanos
de un país en el que la realidad
democrática es altamente deficitaria con ribetes de totalitarismo y
expresiones que pudieran dibujar fascismo, sabemos que quizás esa confianza en
el comportamiento de las relaciones internacionales es por decir lo menos
exagerado.
De entrada podemos afirmar que si el
gobierno de un país decide subsidiar, mantener, pagar de los recursos de su
población necesidades de otros países encontrará sin dificultad que el mundo
internacional se olvidará de los derechos humanos, propiedad privada,
elecciones libres y justas, relaciones laborales y cualquier otro derecho de
los ciudadanos.
La lista que podemos hacer de hechos
ocurridos en nuestro país en cuanto a derechos y valores democráticos y que ha
sido obviado o ignorado por el mundo de los países democráticos es abundante.
La ceguera internacional propiciada por el plato de lentejas fijo u ocasional y
luego por la amenaza de suspenderlo causa a lo interior la mayor desazón.
Que algún despistado, o tal vez
interesado, presidente democrático venga a decirnos “éste”, -refiriéndose a Chávez-“es
el mejor presidente que a tenido Venezuela” u otro que salga, quizás buscando
pago de viejas deudas, con “garantiza la estabilidad de la región” son duros
golpes a sus propias convicciones democráticas. Eso de cambiar la verdad para
beneficiar a sus pueblos contiene en si mismo un alto desprecio por el ser
humano en general. La realidad es que un gobernante aunque es elegido por su
población, si tiene valores éticos humanistas, se preocupa y defiende al ser
humano, del lugar que sea. El pragmatismo está afectando a la humanidad.
A lo interno se va fortificando la
convicción de que el problema es nuestro y que su solución está en nuestro
esfuerzo y constancia y que debemos olvidarnos de un apoyo externo. Lo que
naturalmente si debemos exigir y exigimos es que no presten su apoyo a este
régimen, por lo menos los países democráticos. De los países del mismo signo de
éste no podemos esperar otra cosa que el apoyo entre pares.
En el caso mexicano la protección que
pudieran tener proviene exclusivamente de la solidez en el respeto a la
institucionalidad democrática que hayan construido y en la formación ciudadana
de su población. Si lograron ampliar y fortalecer la participación ciudadana
tendrán sin duda una importante vacuna a las veleidades originarias del Partido
de la Revolución Institucional.
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