Por Dorian Garcia, 09/07/2012
Confundir menosprecio con autoridad pareciera una forma idiosincrática
grabada en la génesis latinoamericana. Históricamente, el caudillismo ha
permeado la información y autoestima de nuestros pueblos imponiendo temor e
irrespeto como formas de dominación. Los venezolanos no hemos escapado a ello y
vamos a remediar la muy larga situación. El péndulo está de vuelta.
“Ya el otro lanzó 14
innings,
Venezuela necesita un
nuevo pitcher
y aquí está mi brazo
fresco”
-Henrique Capriles Radonski-
En cada aparición pública, Hugo Chávez luce
primitivo, agresivo y brutal. Una vez más lo demostró cuando lanzó su “programa
de gobierno” esculpido al auténtico estilo y patrón de su talante
hegemónico y devastador. El mundo sabe que es Chávez quien adolece de la
claridad necesaria para asimilar normas e instituirse en adalid y promotor de
pautas sociales.
Venezuela vio como, bajo órdenes precisas, una
cuadrilla de la Policía Nacional y una horda de supuestos seguidores, acometían
otra violación a las normas electorales. Fue una típica actuación de factura
cubana a la que las autoridades del CNE eligen no tomar en cuenta y hacerse de
oídos sordos.
El discurso de Hugo Chávez está retirado de la
reconciliación y el dialogo social; Chávez no tiene “oponentes”, tiene “enemigos”.
Ridiculizar al rival es su forma personal de atropello institucionalizada. Su
arenga es parte de su estilo rustico de analfabeta funcional, asimilada por sus
partidarios.
Pero desde nuestro lado hemos esperado lo
suficiente y no tememos a sus planes. El venezolano sabe que el poder del
pueblo está en el Voto. El 7-O derrotaremos sus abusos; el miedo ya es
historia. Y por ello les decimos que están sobre aviso. Tendrán que entregar.
Señores… ¡no nos prueben!
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