EMILI J.BLASCOEJBLASCO / WASHINGTON Día 08/09/2013
ENTREVISTA
ROBERT KAPLAN
El ensayista y escritor
americano cree que la opinión pública de su país, tras la guerra de Irak, no va
a apoyar una intervención militar en Damasco
En la aldea global de un mundo
ciberconectado, la geografía de los países diríase que pesa ya poco en el
comportamiento de los estados. Para Robert Kaplan, ensayista
estadounidense volcado en las relaciones internacionales, pensar eso es uno de
los grandes errores de muchos analistas contemporáneos. Autor de libros sobre
los Balcanes o los países del Índico, su último título, «La
venganza de la geografía», que RBA publica esta semana en España,
reivindica la permanente validez de accidentes geográficos, clima y demografía
para entender el presente y predecir el futuro. Así es como, por ejemplo,
vaticina que Siria se romperá como país. Y que España mantendrá su unidad.
—En su libro, plantea cierta creencia
en el destino de las naciones. ¿Cuál es ese destino en el caso de Siria?
—Siria no es un país, es una expresión
geográfica. Describe vagamente el área entre las montañas de Turquía y los
desiertos de Arabia Saudí. Incluye los países de Siria, Líbano, Israel y
Jordania. Siria tiene diferentes grupos étnicos localizados regionalmente:
drusos en el sur, kurdos en el noreste, suníes en
el centro, chiíes-alauíes en el noroeste. Esos grupos no son leales a Siria,
sino a sus referentes regionales y étnicos. Esencialmente, no hay país que
salvar. Puede haber alguien que se resista a aceptar eso y que piense que se
puede crear una sociedad en la que al menos se cubran las básicas aspiraciones
humanas. Mi respuesta es que quizás se pueda, pero hay que tomar en cuenta los
factores antes mencionados, y eso supone una tremenda cantidad de inversión, en
dinero y años.
—¿Acabará la guerra civil o una
intervención suponiendo la partición de Siria?
—Va a ser muy difícil
que Siria se mantenga unida. A no ser que haya un tratado de paz
multinacional, a múltiples bandas, entre Irán, Rusia, Turquía y Arabia Saudí.
Pero incluso entonces esas diferentes potencias tendrían sus distintas áreas de
influencia en partes de Siria. Me resulta difícil ver que Siria permanezca como
un único país controlado desde el centro.
—Usted recuerda que, en su historia,
Estados Unidos ha oscilado entre aislacionismo e intervencionismo idealista.
¿Qué fuerza impera ahora, ante un ataque contra Siria?
—Estados Unidos es una país
continental, un vasto continente bordeado por dos océanos. Esto hace que una
veta de aislacionismo siempre prevalezca en su personalidad política. Sin
embargo, creo que el pueblo estadounidense en última instancia tiene mucho
sentido común. Básicamente se encuentra incómodo con despliegues militares a
gran escala en lugares que no son centrales para los intereses estadounidenses.
Los estadounidenses saben por qué Japón debe ser defendido de China. La
economía japonesa y el comercio con ese país contribuyen significativamente al
bienestar del estadounidense medio. Pero no entienden, especialmente tras la
experiencia de Irak, por qué EE.UU. tiene que intentar hacer un país de una
sociedad islámica internamente dividida.
—Turquía está muy activa en el
conflicto sirio. ¿Ganará Turquía el mayor perfil internacional que busca?
—Puede ser, pero también puede no
ocurrir. Turquía
es una potencia comparada con otras sociedades islámicas, por su economía,
su Ejército, su posición geográfica entre Europa y el Oriente Medio. Pero así
como solo Estados Unidos no puede resolver los problemas de Siria, tampoco
puede Turquía. Si Turquía se implica en el terreno, verá qué débil es y qué
poca influencia tiene. Además, si hubiera tropas turcas en Siria serían
acusadas de imperialismo otomano a las pocas semanas. Turquía está limitada
respecto a lo que puede hacer en Siria.
—¿Está en declive EE.UU.? ¿Le
sobrepasará China como potencia?
—Lo veo de un modo contradictorio.
Debido al gas natural y los nuevos hallazgos energéticos, Estados Unidos
seguirá siendo la mayor potencia del mundo, la única superpotencia, por
décadas. Además, hay que recordar que
China también tiene problemas. La economía y el sistema político chinos
tienen problemas estructurales y de legitimidad. Pero por otro lado, EE.UU. se
verá crecientemente frustrado en su deseo de proyectar influencia en África,
Asia y Europa.
—Usted escribe que el destino
estadounidense está en la relación norte-sur (EE.UU.-México), que sucede a la
este-oeste, entre las costas, que fue motor del desarrollo interno.
—Las relaciones de Estados Unidos y
México siempre serán muy complejas, pero los dos países están cada vez más en
línea, incluso cuando México se convierte en más poderoso. Es muy importante la
reciente decisión de México de permitir inversión extranjera en su sector
energético. Eso al final permitirá a compañías energéticas estadounidenses
invertir allí, al tiempo que México lo hará en Texas.
—¿A qué se debe la creciente tensión
en el Mar Meridional de China?
—China mira su mar meridional como
EE.UU. mira el Caribe. Estados Unidos logró dominar el Caribe entre mediados
del siglo XIX y principios del XX. Hoy eso no es noticia, pero si viviéramos un
siglo atrás, el Caribe estaría en las noticias. China quiere hacer lo mismo que
hizo EE.UU..
—EE.UU. no tuvo oposición seria en el
Caribe, pero China cuenta con la vigilancia estadounidense en esas aguas.
—Asia es una parte del mundo donde el
poder duro de Estados Unidos, quitando básicamente a China, es querido,
necesitado y respetado. Un lugar donde EE.UU. no tiene por qué disculparse por
sus Fuerzas Armadas, más bien la contrario. Los
países del extremo oriente no pueden resistir el poder chino sin la presencia
cercana de la aviación y la Armada estadounidenses, y se ponen nerviosos
cuando ven un declive del poder militar de Estados Unidos. No son como Europa,
ciertamente no como los intelectuales europeos.
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