Fernando Ochoa Antich 1 SEPTIEMBRE, 2013
@FOchoaAntich
La semana pasada tres brillantes
intelectuales venezolanos tocaron un tema que empieza a ser parte del debate
nacional: los golpes militares. Me refiero a Luis Ugalde, Eduardo Mayobre y
Fernando Rodríguez. Los tres presentaron un panorama realmente preocupante. Un
punto común: la creciente crisis económica que vive Venezuela. El padre Ugalde
sostuvo que “la impaciencia y la indignación llevan a algunos opositores a
pensar que lo militar sólo se vence con lo militar y que luego los buenos
ángeles armados entregarán gustosos el poder a los ciudadanos”; Eduardo Mayobre
mantuvo que de continuar la inflación se abriría una crisis militar que nos
conduciría a una dictadura como la de Pinochet; y Fernando Rodríguez nos
convenció que “pareciera que podemos estar caminando hacia el abismo, con la
mayor inconsciencia”.
El tema es apasionante y creo debe
discutirse a profundidad. Voy a tratar de hacerlo, aunque reconozco que los
venezolanos tienen sobre los golpes militares una posición tomada: un amplio
sector los rechaza y otro, de mayor importancia, los respalda. Ciertamente, en
nuestra historia las grandes crisis políticas, sociales y económicas han sido
resueltas mediante intervenciones de la Fuerza Armada, pero es falso que la
responsabilidad de dichos hechos se pueda atribuir exclusivamente a sus miembros
ni que siempre terminan en feroces dictaduras que violan los derechos humanos.
También debe resaltarse que la mayoría de las insurrecciones militares fracasan
y que sólo algunas logran alcanzar el poder. En el siglo XX venezolano
triunfaron los golpes de Estado del 18 de octubre de 1945, del 24 de noviembre
de 1948 y del 23 de enero de 1958.
Hace algunos años escribí un artículo
en esta misma página que titulé “Golpes buenos y golpes malos”, orientado a
aclararle a mi amigo Tulio Hernández la injusticia que cometía al descalificar
todos los alzamientos militares ocurridos en nuestra historia, ya que en
Venezuela había habido actuaciones políticas de la Fuerza Armada que condujeron
a trascendentes aperturas democráticas. También recordé que muchas de las insurrecciones
militares que habían fracasado iban orientadas a reemplazar gobiernos que
violaban las libertades ciudadanas. Me
refiero a las insurrecciones militares contra las dictaduras de Juan Vicente
Gómez y Marcos Pérez Jiménez. No se puede olvidar que numerosos oficiales de la
Fuerza Armada sacrificaron sus vidas y su libertad en la lucha por restablecer
en Venezuela regímenes respetuosos del Estado de Derecho.
Las crisis históricas, que permiten el
triunfo de un golpe de Estado, se producen cuando coincide un importante
descontento militar con una profunda crisis política, social y económica. En la
Fuerza Armada, con gran facilidad, se genera el descontento, ya que su mando
exige una conducción profesional justa y equitativa. Las crisis políticas, sociales
y económicas se producen normalmente por una tendencia casi natural en los
jefes de Estado de no percibir con claridad los signos de descomposición que
empiezan a amenazar al régimen imperante y su incapacidad de rectificar antes
de que los hechos se hagan incontrolables. En Venezuela, la principal causa de
las crisis históricas ha sido siempre la negativa de los gobiernos de dialogar
con la oposición convencidos que tienen suficiente fuerza para prolongarse
eternamente en el poder.
Nicolás Maduro se equivoca al
imaginarse que un gobierno que surge de unas elecciones tan cuestionadas es
capaz de establecer una hegemonía política. Venezuela está a las puertas de una
crisis histórica. No es fácil determinar con precisión su evolución, pero la
insistencia del oficialismo en negarse a dialogar con la oposición y querer
destruirla conduce a la violencia. Además, la exagerada politización de la
Fuerza Armada, y la presencia cubana en Venezuela genera un profundo
descontento en sus cuadros. La única manera de evitar esa crisis histórica es
restableciendo la credibilidad en el sistema electoral, rectificando la
política económica, rechazando la tutela de los Castro, permitiendo la libertad
de opinión e institucionalizando a la Fuerza Armada. Aprender de la historia es
un buen consejo, no hacerlo es revivir nuestro pasado.
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