Henrique Capriles 08 de septiembre de 2013
En Miraflores están tan acostumbrados
a evadir sus responsabilidades y a hacerse los locos con los problemas del
pueblo que el pasado martes, apenas unos minutos después del apagón que dejó
sin servicio eléctrico a las familias de catorce estados de nuestro país, ya
Nicolás estaba buscando a quién echarle la culpa en lugar de ponerse a trabajar
en las soluciones.
Lo demostraron una vez más: no están
preparados para gobernar, están incapacitados para los cargos que ocupan y
muchos de los que se mantienen allí enchufados están más pendientes de tapar
las sinvergüenzuras de sus compinches en lugar de trabajar por Venezuela.
Desde hace rato el país se les fue de
las manos. Y aunque lo primero que hacen es correr para ver con cuál cuento
nuevo tapan las embarradas que van dejando a su paso, a la gente no se le
olvida la crisis en la que nos metieron esta manada de ineficaces, con su
politiquería y su desgobierno.
El apagón no es sino uno más de los
síntomas que dejan claro cuánto han enfermado al país.
La opinión pública sabe muy bien
cuántos hicieron fortuna vendiendo plantas eléctricas con sobreprecios, por
ejemplo, y hoy se están dando la gran vida lejos del desastre y con la complicidad
de los políticos del partido de gobierno. También es bien sabido que son varias
las demandas y averiguaciones que están en tribunales internacionales,
relacionadas con el despilfarro del dinero público y la cantidad de trabajos de
mantenimiento y construcción que no se llevaron a cabo porque un grupito se
robó esa plata.
El desgobierno de Nicolás será
recordado así: fracaso tras fracaso y guiso tras guiso.
Lamentablemente, todo nuestro pueblo
sufre las consecuencias de la incapacidad gubernamental de esta gente. Sin
importar a cuál partido pertenece alguien ni por quién votó en unas elecciones,
cuando las desgracias empiezan a incidir en la vida de los venezolanos no hay
salvación debajo de ninguna franela roja. Porque un gobierno de bandidos siempre
es eso: una desgracia.
Y ahí es donde entran los perros de la
politiquería a aprovecharse y a intentar desmoralizar. ¡Pero que busquen en las
filas de su partido! Que se desmoralicen los culpables del desastre, porque
quienes queremos progresar con el país estamos, más bien, estimulados por el
deseo de que estas cosas no vuelvan a suceder jamás.
Como líder nacional de un equipo de
trabajo comprometido con el país, debo decir que nosotros sabemos que eso es
posible. Tanto los apagones como la inseguridad, el desempleo, el deterioro del
sistema público de salud, la crisis en la educación, la inflación y el alto
costo de la vida sí tienen solución.
Pero ya Nicolás y su combo han
demostrado que ellos lo único que saben hacer es equivocarse.
Es evidente que desangraron a
Corpoelec, así como también desangraron a nuestras empresas básicas y a cuanto
proyecto les ha caído en las manos. Y durante más de catorce años hemos visto
cómo se desaparece el dinero que podría darnos a los venezolanos el país que merecemos,
sin apagones y con las inversiones en mantenimiento que son necesarias para
resolver la crisis.
Por primera vez en muchos años el
problema económico superó al de la inseguridad, que sigue teniendo cifras
alarmantes. No es que la inseguridad se resolvió, sino que lo que han hecho con
la economía es tan grave que ha dejado atrás a la cantidad de muertos que
tenemos que enterrar en el país por culpa de la violencia descontrolada.
Un gobierno hambreador e incapaz de
defender nuestra vida, que además ha puesto a la familia venezolana a pasar más
trabajo que nunca, no merece seguir llenándose la boca con la palabra Pueblo.
¿Cómo se atreven a pedirle a sus militantes que den la vida por un proceso que
es incapaz de defenderlos a ellos?
Nuestro país merece cambiar y ese
cambio depende de todos. Pero hay muchos venezolanos chantajeados
políticamente, secuestrados por los poderosos y el miedo. Porque a este
gobierno sus militantes ya no lo respetan: o están resignados o le tienen
miedo.
Nosotros estamos empeñados en
devolverle a los venezolanos la esperanza convertida en una verdad y yo sí
pongo la vida en esa tarea. Sin excusas y para todos por igual. Ninguna de las
personas que tiene la camisa roja está obligada a resignarse ni a conformarse.
¡Vamos a despertarlos!
Yo les aseguro que se va a terminar la
tristeza de ver a madres y padres mortificados por la economía y por la
inseguridad, muchachos que creen que aquí sus sueños no se pueden cumplir,
vecinos resignados y con miedo. ¡En Venezuela ya nadie tiene que resignarse ni
tener miedo, sino empezar a levantarnos y a hacer lo que mejor sabemos hacer!
Y quien no lo esté haciendo todavía,
debe empezar ya. Mientras leemos esto, vamos a ir pensando quién es el vecino
que está desanimado para ir a ayudarlo a levantarse, quién es el familiar con
la franela roja al que vamos a invitar a sumarse a nuestra lucha para que logre
las cosas que quiere,
Ha llegado la hora de cambiar y de
devolverle la esperanza al que la haya perdido, al que se la hayan robado, al
que se la tengan secuestrada. Pero eso no podemos hacerlo sólo los líderes:
esto no es una campaña política y electorera: les estoy hablando del futuro de
Venezuela y eso nos incluye a todos.
¡Sigamos adelante sin miedo! Que Dios
bendiga a Venezuela.
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