CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
domingo 8 de septiembre de 2013
La "revolución
bolivariana" es estrictamente el uso de la democracia para destruirla
Cada vez que el Gobierno violenta la
Constitución, prácticamente todos los días, se comenta que es el fin de la
democracia venezolana. Pero lejos de ser "una cosa", un ente
material, una persona, que está o no está en términos absolutos, la democracia
es una relación social, la relación entre los ciudadanos y el Estado. La
tendencia mundial es remachar los límites que no pueden saltar los gobernantes
y fortalecer las garantías individuales que son progresivas, deben avanzar y no
pueden revertirse, postulado fundamental del Estado de Derecho. Es un proceso
en marcha, una dinámica, y no solo un status. Se determina por los márgenes de
libertad y autonomía de los que gozan las personas frente al poder,
establecidos por leyes justas aprobadas por organismos representativos.
Darwin dijo que lo que no crecía
comenzaba a morir y si la democracia no se profundiza es síntoma de enfermedad.
Howard Wiarda propone una tabla para evaluar la evolución de los sistemas
políticos desde las dictaduras que él llama regímenes corporativos cerrados
(Cuba, por ejemplo) hasta las democracias abiertas, Chile, Uruguay, Costa Rica.
Diversos puntos intermedios indican el progreso de naciones como México y
Colombia que avanzan desde esquemas semicorporativos bastante cerrados a las ya
democracias abiertas de hoy (aunque interferidas por la corrupción sistémica,
en un caso, que coarta los derechos de la ciudadanía, y en otro por la
violencia). En Venezuela el método sirve para medir lo contrario: cómo se
involucionó de la democracia al autoritarismo gradualmente.
Comunismo
resucitado
Antonio Gramsci diseñó una estrategia
para hacer la revolución en sociedades pluralistas pero su talento y honradez
le hicieron comprender que si la sociedad era abierta, la revolución carecía
sentido. Nunca lo afirmó pero es la atmósfera de parte de los Cuadernos de la
Cárcel, escritos cuando comprobó la enorme diferencia entre la democracia y las
mazmorras mussolinianas. En la búsqueda de una vía democrática al comunismo,
dejó de ser comunista. Por eso los sucesores Palmiro Togliatti y luego Enrico
Belinguer, jamás intentaron destruir la institucionalidad, sino que fueron
esenciales para sostenerla después de la Segunda Guerra. Que la revolución era
la barbarie, lo demostró la caída del Muro de Berlín, pero para desgracia de
todos, el gangrenado cadáver resucitó, al menos por un tiempo: la
"revolución bolivariana" es estrictamente el uso de la democracia
para destruirla, como propugnaban los nazis.
Eso ocurrió gracias a la melange de un
caudillo destructor astuto, anacrónico, de moralidad maquiavélica, elites
políticas y culturales menesterosas, y petrodólares. Desde el primer día
"bolivariano" comenzaron a hacerla retroceder, degradarla,
inutilizarla, y con la "constituyente" calzaron botas de siete leguas.
Este engendro constituyente nace como las quimeras mitológicas, torso de cabra,
cola de dragón y cabeza de león. Una figura inconstitucional, su elección fue
además producto de un sistema electoral concebido para estuprar el principio
básico de una Constitución, la soberanía popular, y el rasgo inseparable de
cualquier sistema electoral decente: monotonía y no perversidad. Monotonía
significa que al aplicarse, los resultados deben ser constantes, como ocurre
con la fórmula de D'Hont. Y no perversidad, que refleje la voluntad de los
electores. Candidatos del Gobierno fueron electos con 1.000 votos, mientras la
oposición con cientos de miles, no quedaron. Con 59% de los votos, el Gobierno
ganó 95% de escaños y con 41% de votos, la oposición obtuvo 5% de la representación.
Eclipse
total de corazón
La noche del deslave de diciembre de
1999, con todo tipo de trapisondas, sale un texto distinto de lo que había
aprobado aquella asamblea demente. Ahora todos los días el país amanece con
menos libertad, gracias a la astucia destructiva de los cerebros reptiles.
Aunque sería correcto teóricamente afirmar que existe una dictadura y va en
marcha hacia el totalitarismo, han tenido suficiente astucia para mantener
utilerías, y la opinión pública nacional e internacional, no se tragaría un
término tan grueso que está asociado a Pinochet, Videla o Castro, fusilamientos
y campos deportivos llenos de presos. Un Estado forajido, gobernado por
diversas mafias civiles y militares que no expropia medios como hicieron los
Castro, sino que les echa encima los mastines del Seniat, Conatel, Indepabis,
la escasez de divisas para equipos y bobinas.
Luego vienen los boliburgueses y los
compran con dinero que les da el Gobierno. Pero cualquier análisis estático
tiene un alfiler en medio del corazón. Hay ruidos estremecedores creados por la
incompetencia, la corrupción y la destrucción de la vida de todos. Es imposible
saber qué vendrá mañana pero hay demasiada oscuridad en el cielo. Todo les
colapsa en las deformes manos con la mayor velocidad. Ante las catástrofes de
Pdvsa, y la de Corpoelec que en vez de electricidad produce un apagón en 14
estados, acusan a los trabajadores y gerentes de "saboteo". La sangre
inunda las calles y hablan de éxitos contra el crimen. Redujeron la productividad
del país al nivel de Haití, no hay suministros y quieren engañar con "la
guerra económica". John Rawls que hizo funciones de Tocqueville del siglo
XX, dijo que la esencia de una sociedad libre es que sus elecciones sean
confiables. Por eso Venezuela tiene que arrollar al CNE marrullero con una
insurrección electoral, masiva, constitucional y pacífica.
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