Cientochenta
3 septiembre, 2013
Entrevista
a:
Fernando
Mires, historiador, profesor emérito de la Universidad de Oldenburg en
Alemania, autor de numerosos artículos y libros sobre filosofía política,
política internacional y ciencias sociales. En 1969, fue nombrado profesor en
la Cátedra de Historia de América Latina del Instituto de Sociología de la
Universidad de Concepción. Siendo miembro de la fracción disidente del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de esa ciudad, en 1974 tuvo que
abandonar Chile como consecuencia del golpe de Estado. 40 años después, nos
cuenta su experiencia y también sus reflexiones y críticas sobre el hecho que
ha marcado nuestra historia reciente.
¿Cuál cree usted que fueron los factores
que más incidieron en el quiebre institucional chileno en 1973? ¿Qué lecciones
deberíamos sacar de aquello?
-Desde el punto de vista social el
programa de la Unidad Popular (UP) era excluyente. Era un programa hecho para
las clases medias y los trabajadores industriales. Dejaba afuera a enormes
cantidades de desocupados, informales, y campesinos sin tierra. Para ellos no
había ni siquiera lo que hoy se denomina política social. Mérito del MIR fue
haberlos reconocido como “pobres de la ciudad y el campo”. Su desgracia fue
haberlos movilizado junto con los sectores castristas del Partido Socialista
(PS) en un sentido insurreccional para el cual nadie estaba preparado. Ahí hay
un segundo punto.
No sólo EE.UU. intervino en Chile. El
Partido Comunista (PC) actuaba de acuerdo a lo que dictaba Moscú. El MIR y el
PS Altamirano actuaban de acuerdo a lo que dictaba La Habana. Chile, como la
España republicana, se convirtió en campo de experimentación de fuerzas
políticas externas. Sobre ese punto hay muy pocos estudios.
El significado de Cuba debe ser
evaluado. Los cubanos entraban y salían de la Moneda como Pedro por su casa. El
castrismo ha hecho mucho daño, no sólo en América Latina.
Por cierto, eso no excusa que los
sectores del centro político, los más llamados a unirse con las fuerzas
democráticas de la UP, sobre todo la Democracia Cristiana (DC), se hayan dejado
llevar por la marea golpista impulsada desde la derecha, particularmente desde
el Partido Nacional y Patria y Libertad. La derecha, a su vez, capituló frente
a su imagen republicana (portaliana) que ella misma había construido. En un
tiempo se decía: Chile es la única nación latinoamericana que dispone de una
verdadera derecha política. Lamentablemente no era así.
Hay por cierto razones subjetivas.
Allende, siempre arrogante, sobrevaloró su capacidad de negociación. Por otra
parte, dudo de que haya existido en el mundo alguien tan traicionero como
Pinochet. Sobrepasó todos los límites. Era definitivamente un demonio. Y
¿Altamirano? Nadie ha sido tan irresponsable como él. Esos factores, los
llamados subjetivos, también juegan. A veces falta la persona adecuada para que
no ocurra lo que va a ocurrir.
En mi opinión el golpe era
perfectamente evitable. Faltó voluntad política, capacidad de corregir sobre la
marcha, decisión; y eso fue así hasta el último minuto. Recuerdo muy bien el
día lunes 10 de septiembre: Estábamos reunidos, los de la fracción disidente
del MIR de Concepción, al lado de la radio esperando la voz de Allende quien
-así se nos había comunicado- iba a llamar a un plebiscito. Según nuestra
evaluación el plebiscito podía ser una buena salida pues si había golpe
debería aparecer no en contra de la UP sino en contra de un plebiscito
democrático aceptado por la propia DC. Eso habría cambiado la constelación
política. Pero a última hora, todavía no sé por qué, Allende anunció que esa
noche no iba a hablar a la nación. Recuerdo que todos nos miramos asustados.
Según mis amigos yo dije en ese momento: “jodimos”.
En su opinión ¿El uso de la violencia
como medio, horadó el espacio político necesario para el diálogo democrático?
-La violencia, si no condición natural
es condición primaria de la estructura humana. Para evitarla se inventó la
política, vale decir, la posibilidad de luchar con palabras y no con
armas. Para decirlo con Hannah Arendt, “ahí donde no hay política hay terror,
ahí donde hay terror hay violencia”. La crisis de la política (que no es lo
mismo que una crisis política) comporta consigo la recaída regresiva en la
violencia primaria que anida en cada ser. Quienes predicaban la violencia en
Chile traicionábamos nuestra condición política. Algunos aprendimos las
lecciones; otros, la mayoría, mantuvieron el mismo discurso de antes.
Además, creo que Chile es un país
donde hay, o por lo menos, había, mucha violencia latente. Cada escuela, cada
liceo, sobre todos los estatales, eran nidos de violencia. La burla al débil,
al “afeminado”, el culto a la fuerza bruta y a la procacidad, eran parte
constitutiva de nuestra cultura. Recuerdo que en el liceo donde yo estudié
había un juego llamado la “peladilla”. Consistía en que un grupo se dejaba caer
sobre ti y te jalaban las testículos hasta que tu desde el suelo gritabas de
dolor (chiflabas). Eso era, definitivamente, tortura. Bajo Pinochet la tortura
fue instititucionalizada. De esos tiempos escolares casi no quiero acordarme.
Para muchos fueron traumáticos. Creo que la dictadura no inventó la violencia.
Sólo le dio salida, y ahí se vio lo que estaba contenido, sobre todo en la
oscuridad sórdida de los cuarteles.
¿Considera usted que se ha
reflexionado de manera profunda acerca de las responsabilidades previas y
posteriores al quiebre de 1973? ¿Cómo deberían abordar estos dilemas las nuevas
generaciones?
-Se han escrito muchos libros, pero no
los que necesitamos. Casi todos han sido libros ideológicos, o textos
donde se busca “al culpable”. Pero siempre los culpables son los demás, “los
otros”.
Intentando una clasificación yo
hablaría de tres tipos de textos:
1) Testimonios, los
que, a pesar del respeto que merecen sólo pueden ser considerados como textos
auxiliares en la reconstrucción de la historia.
2) Los populistas, o
si prefieres, los movimientistas, según los cuales siempre hay un pueblo en
movimiento o en disposición revolucionaria para terminar siendo
“traicionado” por los partidos.
3) Los
estructuralistas, sobre todos los marxólogos, por lo general trabajos de
doctorado o diplomas confeccionados al gusto de academias europeas o
norteamericanas. Tú empiezas a leer uno de esos textos y a la dos páginas, ya
sabes lo que sigue. Así como antes los “culpables” eran el imperialismo, la CIA
y la ITT, ahora son la globalización y el neo-liberalismo. Pura paja. No sirven
para nada.
La izquierda chilena interiorizó la
tesis que popularizó Galeano, la de que siempre somos víctimas y nunca
hechores.
Pero no se trata de buscar culpables
sino de encontrar razones. Lo que te quiero decir es que lo que nos falta es
una historia política del proceso que llevó al golpe, una que hubiera realizado
un seguimiento estricto a los acontecimientos reales, tal como se presentaban
en su tiempo.
Quizás esa historia política no ha
sido escrita para no incomodar acuerdos partidarios. En ese sentido la
izquierda chilena cultiva como mala de la cabeza el oportunismo. Cuando se
formó la Concertación en 1989 por ejemplo, esa sola fundación implicaba una
ruptura definitiva con la ideología cubana. ¿Crees tú que alguien
mencionó esa ruptura? Nadie.
Los fundadores de la Concertación
pasaron agachaditos bajo los puentes de la historia, para que nadie se diera
cuenta de lo que estaban haciendo. Por eso me explico por qué los jóvenes de
hoy todavía rindan culto a mitos violentistas de un pasado que no conocen ni
entienden. Y es claro, sus antecesores nunca derribaron esos mitos, cambiaron
simplemente de “línea” como quien cambia de ropa para asistir a una fiesta.
Nada más. Hay mucha hipocresía dando vueltas por ahí. Por eso yo viajo a
Chile lo menos posible. No me hace bien. Lástima, es un país lindo.
En Chile, la defensa y respeto por los
derechos humanos, aún parece una especie de trinchera que se defienden
según conveniencias y no una cuestión ética ¿Cuál es su opinión al respecto en
relación a ese uso utilitario de los derechos humanos?
-Efectivamente es así. Yo he conocido
a personas que condenan los crímenes que ha cometido Pinochet y callan con respecto
a los de Castro. Más todavía, veneran a Castro.
Cuando yo colaboraba con Amnesty
International en Frankfort, al comienzo de mi vida exiliada, tuve acceso al
dossier sobre Cuba. Las torturas y los asesinatos eran los mismos que los
cometidos en Chile. ¿Por qué un asesinado o un torturado cubano debía
tener menos valor que un asesinado o un torturado chileno? Nunca he podido
entenderlo. Además, muchos no se dan cuenta que al callar sobre lo uno y
al lamentar lo otro pierden toda credibilidad. Y para hacer política, hay que
ser creíble. De eso estoy seguro.
Cierto, no es sólo un problema
chileno. He conocido personas en Europa las que al mirar el caballo herido de
la Guernica de Picasso derraman lágrimas, pero cuando ven a los niños muertos
en las calles de Homs, en Siria, apagan la televisión. No solo los cocodrilos
derraman lágrimas de cocodrilo.
Tomando en cuenta los procesos de
cambios en los que parecemos encontrarnos hoy como sociedad ¿Cuál cree
que debería ser el mensaje central hacia las nuevas generaciones, con el fin de
evitar el desarrollo de la violencia?
-Ninguno. Si una persona de edad da
consejos a un joven, éste va a hacer todo lo contrario, y es bueno que así
sea. El ser humano es edípico. Pero si tuviera que dar de todos
modos uno, yo diría “no crean todo lo que cuentan sus padres y abuelos. El
pasado es usado no pocas veces como instrumento de autolegitimación. Indaguen,
investiguen por su cuenta y van a encontrar muchas sorpresas. Se los aseguro”.
Y si me pidieran obligadamente otro
consejo, sería el siguiente: “todos los ídolos, todos sin excepción,
todos tienen pies de barro”
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