Carlos Alberto Montaner Lunes,
7 de octubre de 2013
@CarlosAMontaner
No creo que Raúl Castro
esté tratando de imitar el llamado modelo chino. En primer lugar, porque ni
siquiera hay un modelo chino
Con la creación de la nueva Zona
Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), Cuba espera atraer la inversión
extranjera –especialmente china-, aumentar las exportaciones y generar empleo.
A partir de estas medidas, ¿puede hablarse de una transición cubana al
capitalismo al estilo chino?
No creo que Raúl Castro esté tratando
de imitar el llamado modelo chino. En primer lugar, porque ni siquiera hay un
modelo chino. En ese país, tras la muerte de Mao, comenzaron unas reformas para
aumentar la productividad agraria, pero pronto se dieron cuenta de que eran
insuficientes. Cada cambio que hacían provocaban unas nuevas reformas, hasta
que llegaron al punto en que están hoy: una dictadura de capitalismo salvaje de
partido único y sin derechos laborales, en la que la autoridad descansa en la
fuerte colaboración entre la estructura política y el ejército.
Raúl Castro, al menos por ahora,
quiere que el aparato productivo fundamental se mantenga en manos del Estado.
Todavía cree en el gran-Estado-empresario y deja las actividades menores y poco
lucrativas a un sector privado al que, ex profeso, le corta las alas para que
no crezca y acumule capital, porque eso significa una merma del control
político.
Raúl Castro ha invertido el principio
económico de subsidiariedad. De acuerdo con este principio, fundamental dentro
de la Doctrina Social de la Iglesia, el Estado debe llegar e invertir en
aquellos resquicios a donde no llega la inversión privada porque no es
rentable. Para Raúl Castro, el sector privado en Cuba sólo puede llegar a donde
no llega el Estado porque no es rentable.
Naturalmente, ese esquema productivo
no funcionará y acabará por divorciar aún más a los cubanos del régimen, que
padecen desde hace 54 años. Y no funcionará porque la ineficiencia del aparato
productivo oficial continuará vigente, mientras el sector privado languidecerá
sin esperanzas.
A fines de los ochenta Gorbachov y su
entorno descubrieron que el modelo comunista no era reformable y tenían que
demolerlo. Esa tarea le tocó a Boris Yeltsin. Lo que luego ocurrió en la URSS
no es lo mejor -el capitalismo mafioso-, pero es superior al colectivismo
previo. Lo mismo que sucede en China. El capitalismo salvaje de partido único
no es lo mejor, pero supera con mucho a las comunas maoístas. En algún momento
Raúl Castro y su entorno, o sus herederos, tendrán que enfrentarse a la
realidad y enterrar de una vez ese disparate.
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