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martes, 8 de octubre de 2013

“En América Latina la clase media ha hecho que se encoja el espectro político”

EVA SAIZ Washington 5 OCT 2013

El antropólogo y ex asesor de Alejando Toledo defiende en ‘Our Political Nature’ que nuestra predisposición biológica determina la orientación política.

Desde que Aristóteles definiera al ser humano como un animal político -en alusión a cómo su desarrollo y lo que le caracteriza va unido a su relación con la sociedad en la que vive-, los análisis sobre nuestra naturaleza política y los factores que nos llevan a decantarnos por la derecha o la izquierda no han parado de sucederse. En un momento en el que esa polarización ideológica parece más extrema que nunca, el antropólogo y asesor político, entre otros del expresidente peruano Alejandro Toledo, Avi Tuschman, suma al debate una nueva perspectiva que vincula de manera indefectible nuestra orientación política con nuestra predisposición natural y biológica, por encima de otros factores intelectuales o económicos.

En su libro Our Political Nature, que Tuschman presentó el pasado jueves en la sede del Banco Interamericano de Desarrollo, el autor explica cómo la teoría evolutiva determina en buena medida nuestra naturaleza política. El autor ha invertido 10 años de estudios y análisis a los que ha incorporado su experiencia como asesor político de varios presidentes, además de un profuso número de estudios antropológicos, neurocientíficos y genéticos.


Pregunta. Usted se muestra convencido en su libro, de que su lectura puede ayudar a mejorar el proceso democrático. ¿Cómo?

Respuesta. La gente con un mayor nivel educativo y quienes muestran un mayor interés por la política, se involucran mucho más en la vida pública, en el sentido de que absorben cada vez más y más información sobre los acontecimientos políticos, suministrada por medios de comunicación que cada día están más polarizados. Eso contribuye a abrir todavía más el abismo que separa a la derecha de la izquierda. Este tipo de personas se vuelve cada vez más eficiente a la hora de organizar ideologías coherentes que se basan en sus propias predisposiciones, pero si ellos tuvieran la oportunidad de tomar su tiempo, mirar hacia el pasado y comprobar la lógica evolutiva de su orientación política, abrirían un entendimiento mucho más profundo hacia la moderación política. Con un entendimiento más profundo se podría lograr elevar el nivel de nuestro discurso político y fortalecer nuestras instituciones democráticas.

P. ¿Cómo se compagina esa reflexión que usted reclama con la vorágine informativa propia de las nuevas tecnologías donde la información y las opiniones parecen quedar obsoletas en el mismo momento de haberse publicado?

R. Estamos en una época en la que se están inyectando esteroides al músculo de la opinión pública en el mundo. Lo hemos visto en la Primavera Árabe y el la Revolución Twitter en Irán, donde fueron las redes sociales las que contribuyeron a propagar las protestas. Se está fortaleciendo la opinión pública más que nunca y es un hecho que la democracia actual es un fenómeno relativamente nuevo. Pero en mi libro se concluye que las raíces de esas actitudes tienen un orígenes prehistóricos. Lo importante es entender lo que subyace detrás de esa opinión pública que se fortalece con Internet.

P. Si, como usted defiende, nuestra orientación política viene determinada en buena medida por la genética, ¿para qué sirven los partidos políticos o los mítines en los que se trata de convencer a una persona de que vote a su favor?

R. Esa cuestión es clave. Yo no soy determinista. Estudio tras estudio, hemos comprobado que entre el 40 y el 60% de la variación de nuestras actitudes políticas proviene de las diferencias genéticas entre individuos, lo que explica que el ambiente en el que uno se desarrolla también tiene un gran impacto.

P. Entonces, ¿no se pueden resolver los conflictos desde una perspectiva solamente biológica o evolutiva?

R. Exacto. Para encontrar soluciones políticas hay que dialogar. Además de nuestra predisposición natural, entre la población también recorre el espectro de la coherencia ideológica. Las élites políticas tienen actitudes coherentes similares hacia la derecha y la izquierda, pero luego hay un amplio espectro de la ciudadanía que no tiene decidido su voto o a la que sólo le preocupa el estado de la economía y culpa o premia a la Administración, sin importar si es conservadora o progresista. Esa estructura también es importante.

P. Sus teorías se basan en las distintas percepciones de las personas hacia el tribalismo, la tolerancia ante la desigualdad y la percepción de la naturaleza humana que son las que permiten pronosticar y explicar la orientación política de los individuos. ¿Hay alguno de estos factores que sea más determinante que los demás para explicar las preferencias a la hora de votar?

R. Es una buena pregunta para investigaciones futuras, pero yo sospecho que depende del ambiente. Durante la Guerra Fría, la mayor preocupación giraba en torno a la tolerancia a la desigualdad, pero ahora las ideologías son más fuertes, el problema del terrorismo es más grave, están reemergiendo los partidos extremistas en muchos países. Se trata de un rompecabezas que repercute en nuestra vida privada y política y que tiene una íntima vinculación con el pasado y la historia natural de nuestra especie.

P. En su libro relaciona el crecimiento económico de América Latina con el incremento de la tendencia hacia la moderación política entre sus electores. ¿Los extremismos, de derechas y de izquierdas, están abocados a desaparecer?

R. Entre 2002 y 2008, el incremento del PIB per cápita en la región se incrementó en un 19% y en ese período subió la proporción de moderación política en un 13%, es decir, que un 1,46% de crecimiento de PIB compró un 1% de moderación política. Todavía hay diferencias entre la izquierda y la derecha, pero en países como Brasil, Chile o Colombia éstas son menores debido al crecimiento de la clase media que ha hecho que se encoja el espectro político. Hoy hay más estabilidad y pragmatismo.

P. Pero, precisamente, en esos países las protestas en contra del modelo económico, la desigualdad social y la demanda de más oportunidades y mayor justicia social no paran de sucederse…

R. Como la clase media es más grande, aunque opten por políticas más moderadas, sus expectativas son más altas. Hay una especie de dolor de crecimiento. La gente pobre tiene más fe en que una autoridad política, sea de izquierdas o de derechas, vaya a actuar a favor de sus intereses. Pero la clase media pierde esa fe en que las autoridades vayan a hacer lo correcto. Conforme mejora la situación económica, crece el individualismo, hay mayor libertad financiera, y eso contribuye a que se cuestione el sistema no únicamente desde las instituciones.

P. Dentro de esas corrientes extremistas que todavía existen en América Latina se encuentra el chavismo. Usted alude al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez en varios capítulos de su libro, uno de ellos centrado en las figuras de los dictadores.

R. Se trata del capítulo titulado: La auto-decepción en las personas y en los políticos, se trata de un capítulo que ahonda en los dictadores de extrema izquierda y de extrema derecha y en cómo traicionan sus valores ideológicos, esos valores destinados a servir al grupo y no al individuo, a favor de sus intereses personales. Chávez se puso el chándal, algo ideológico, pero no ofreció igualdad.

P. Sin elevarlo al grado de dictador, por supuesto, pero algo parecido se podría decir del expresidente peruano del que usted fue asesor, Alejandro Toledo, acosado por casos de corrupción. A él también se le acusa de utilizar su cargo para su propio beneficio económico.

R. [Silencio]

P. Retomado su convicción de que su libro puede ayudar a resolver conflictos políticos. ¿Qué consejo les daría a los miembros del Capitolio para acabar con el actual cierre de la Administración?

R. Las personas tiene prejuicios que se generan en función con su tolerancia a la desigualdad y esto repercute en cómo cada uno percibe la redistribución o la no redistribución de los impuestos. Por tanto, estos desacuerdos en el Congreso no tienen tanto que ver con una cuestión eminentemente técnica, sino con la debilidad humana de hacer de ellos una cuestión ideológica. Mis amigos economistas sostienen que lo que deberían hacer los políticos es adoptar un sistema impositivo contracíclico, en lugar de someterlo casi exclusivamente a la corriente de la opinión ciudadana.


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