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viernes, 4 de octubre de 2013

El Castro que recordaremos


“América Latina está abocada a una nueva lucha, en busca de un proyecto
nuevo para ella misma. Los líderes, conductores de las fuerzas populares, deben comprender cuán fundamental es emanciparnos de viejos prejuicios, de dominios de clases, de ‘hegemonías foráneas’… Tenemos, sobre todo, que reivindicar nuestra
cultura. Necesitamos hacer que brote de nuevo la capacidad creadora del
hombre y la mujer de nuestra tierra”

Dr. Salvador Allende, 1972.
Por Franco D´Orazio P., 02/10/2013
@francodorazio

Después de intensas actividades parroquiales, nacionales y luego en su entorno caribeño, Castro emerge a nivel mundial como un personaje que actuaba tras bastidores en la llamada Guerra Fría. Su nombre sonaba mucho más por las actividades de sus contrincantes políticos exiliados en el norte, si bien él no tenía mayor presencia directa sino mediática, por radio o por micros convenientemente publicitados, así como cediendo dócilmente su territorio para que Rusia, centro motor de la URSS, le hiciera el último planteamiento serio y directo a su adversario universal, los Estados Unidos de Norteamérica, en la que fue la confrontación existencial más espeluznante entre ambos sistemas… y que condujo a la crisis de los misiles de 1962.

Porque a partir de allí Castro no actuó sino de la manera sumisa como han actuado todos los líderes comunistas latinoamericanos, entregando cobardemente la soberanía de su territorio para que otros pisatarios desarrollen allí sus actividades particulares y ejerzan sus propios intereses enarbolando esa misma soberanía, entreguista, prostituida.

Porque fue Nikita Kruschev, el del zapatazo en la ONU, el verdadero líder actuante en aquella crisis de los misiles, quién, por no haber tenido el coraje de dar el zarpazo inicial, o el final como quiera verse, pues al igual que John F. Kennedy pagaron caro su desatino. Sí, desatino a los ojos de los militares más radicales de ambos bandos que a la postre, manipularon para que los defenestraran políticamente.


Y el presidente Kennedy lamentablemente pagó con su vida. Había tenido dos pifias previas que sus vecinos al otro lado del río Potomac, los del Pentágono, tragaron amargamente: el fiasco de la invasión de Bahía de Cochinos y esa crisis de los misiles, ambas apropiadas en sus respectivos momentos para derrocar a Castro… pero a la tercera le sobrevino la debacle, al no querer aprobar la entrada norteamericana en Indochina cuando los franceses se retiraban de Vietnam…  y a partir de allí se han tejido las más variadas leyendas urbanas en torno a ese magnicidio: que si fueron unos mafiosos cubanos (radicados en Nueva Orleans) frustrados por el fracaso de Bahía de Cochinos; que si fue un complot de los organismo secretos norteamericanos (CIA, FBI, etc.) expurgando arrecheras uniformadas; que si los médicos tejanos (radicados allí mismo, en Dallas) no aceptaban sus ideas revolucionarias en relación a la salubridad pública, ensayadas en el actual gobierno demócrata de Obama y que están llevando al cierre de ésta administración; que si fueron unos desertores rusos ofendidos (de allí lo de Lee Harvey Oswald) por aquella crisis que hizo colapsar al gobierno de Kruschev, en fin, el terreno de las especulaciones quedó abonado con los espectaculares desaciertos y las imprecisiones ¿ex profesas? de la tristemente célebre Comisión Warren…

…Y en esa época Castro se preocupaba fundamentalmente por intervenir desde la clandestinidad a otros países, envalentonado por lo que creía era un triunfo personal, y sólo su triunfo, adoctrinando o utilizando agentes de izquierdas latinoamericanas como en el caso chileno, que después de la elección del Dr. Allende él fue a enseñorearse a Santiago cómo si ese triunfo hubiese sido suyo también… y les empavó varias décadas.

O como en Centroamérica, donde no se cansó de azuzar al vecindario de las playas de enfrente o como en África, donde el Che Guevara tuvo que lavarle la cara a ese esperpento de revolución o como en Bolivia, donde entregó su vida por causa inútil. O como en Venezuela, donde guerrilleramente hablando Castro no pudo o no quiso soportar a ningún grupo revolucionario autóctono, porque nadie, entre los más relevantes izquierdistas de la época, era tan entreguistas como para sacrificarse por él y después regalarle el país… lo que lamentablemente ocurriría después vía uniformados.

Como inciso, de esos sucesos tendría hasta historias familiares y personales que contar, pero eso no es importante por ahora. Lo que sí quiero significar es que cuando pronuncio el apellido Castro me refiero a Fidel Alejandro, el único políticamente relevante, porque el otro no pasará de ser el ‘secondaire’ que siempre fue, maquiavélico, torpe y maloliente, según comentan diplomáticos de diferentes credos.

Así que el señor Castro, el legítimo, con la garantía soviética-norteamericana de no ser tocado y con el apoyo incondicional de la URSS para mantener su régimen opresor y su desgobierno, vivió cual pascha isleño encerrado en su jardín de ensueños durante tres décadas seguidas sin mayores contratiempos, echándole la culpa de toda su incapacidad administrativa al odioso e innecesario ‘embargo’ derivado de aquella crisis de los misiles… que fue parte de un trato que él mismo aceptó, hasta que en 1989 derribaran, para desgracia suya, el muro de Berlín… pero allí mismo surgió el inocente de Carlos Andrés Pérez a socorrerlo, para posterior desgracia nuestra.

Lo demás es demasiado reciente para historiarlo, pues todos Ustedes lo deben tener amargamente grabado en su mente y quiéranlo o no, nadie aquí debe sentirse orgulloso de este entreguismo institucional, aberrante, que ha desnaturalizado nuestra propia nacionalidad. Nadie que yo sepa puede estar, en sus más íntimos sentimientos, de acuerdo con esto; nadie, del signo que sea, del credo que sea, de la clase que sea. Porque de éste incipiente ensayo revolucionario de inicios del tercer milenio Venezuela ha salido arruinada y muy mal parada, internacionalmente hablando, mientras Cuba sique igual de jodida… y los únicos beneficiarios de tales circunstancias han sido los auto calificados ‘dirigente políticos’ de lado y lado, a quienes nadie eligió, todos ellos vulgarmente enriquecidos con dineros que le pertenecen al estado, es decir, al pueblo.

De tal manera que conmemorando otro inicio otoñal, otro octubre revolucionario, como siempre ha sido ésta estación insignia del quehacer humano, reflexiono que las debacles económicas y sociales derivadas de esas aventuras políticas se han dado por personalismos mal enfocados como el de Castro, que de existir, porque según me jura mi contertulia, rodilla en tierra, ese individuo abandonó este plano físico a fines de 2007, o un poco antes… pues debemos reconocer que la vida le brindó vastas oportunidades que de haberlas materializado en positivo le hubiese deparado un progreso espectacular a su pueblo, alegre, inocente y laborioso… pero no ha sido así. Otro ambiente derrotista se respira allende el Caribe, que al igual que aquí lamentaremos dura y profundamente esa década perdida en manos irresponsables.



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