Por Vladimiro Mujica, 10/10/2013
El discurso de Nicolás Maduro en la Asamblea
Nacional no puede ser más revelador.
Al pedir la aprobación de una Ley Habilitante
para combatir la corrupción dejó colar una verdad que lentamente ha ido
invadiendo a toda Venezuela: después de 14 años de desgobierno del chavismo y
sus herederos, el país atraviesa por una crisis descomunal producto en buena
parte de la corrupción auspiciada y protegida desde el poder.
Por supuesto que Maduro no puede, ni debe por
su propia debilidad política, olvidar mencionar a lo que le dio por denominar
la corrupción amarilla de la oposición. El precio que tiene que pagar por decir
algo de verdad en relación a la obscena corrupción y vesania roja es mentir
respecto a la oposición y señalar como corruptos a quienes no tienen arte ni
parte en este despropósito orquestado desde el poder.
El discurso de Maduro debe ser analizado en
conjunto con las repetidas declaraciones del ministro Nelson Merentes en
relación a la ineficiencia económica de la revolución. El desastre de las
finanzas y la economía del país es de tal magnitud que no hay manera de
corregirlo si no se toman medidas que serán enormemente impopulares en el
chavismo radical. Visto de esta manera, el gobierno se encuentra atrapado entre
la espada y la pared: debe cambiar algunas orientaciones de su política
económica pero no puede hacerlo porque el sector radical se lo impide.
Pero el dilema del ya no flamante presidente
es que sus propias carencias políticas y de formación le impiden desarrollar
una personalidad propia que se libere de la pesada carga que le impone la
herencia del carismático liderazgo del comandante supremo. Mientras tanto
Venezuela se deshilacha por los cuatro costados, presa de una crisis que ya se
trasladó a la vida cotidiana del ciudadano.
El desastre del manejo cambiario y de las
divisas es sencillamente de antología.
La diferencia entre el cambio oficial del
dólar y el innombrable mercado negro de las divisas alcanza cifras
astronómicas. No hay virtud humana que se resista a comprar por 1 y vender por
7, de modo que quienquiera que tiene acceso a las divisas participa de la danza
del descalabro económico del país. Pero el espectáculo vergonzoso de los aviones
llenos a reventar con pasajeros reales o imaginarios empeñados en la práctica
del “raspadito” de las tarjetas de crédito palidece al compararlo con lo que
está ocurriendo en todas las áreas de una economía atrapada en la dolarización
más extrema y perniciosa. El “raspadito” del ciudadano de a pie no es nada
comparado con el “raspado” masivo que hacen los bandidos de las divisas que
actúan bajo la protección de los corruptos rojos, aquellos a quienes el
presidente Maduro se refirió en su discurso.
A esta hecatombe en el manejo del país se le
suma la entrega vergonzosa del futuro de nuestras generaciones a la voracidad
del socialismo salvaje chino. Las condiciones de entrega del petróleo a la
insaciable potencia asiática no han sido suficientes para negociar la
ampliación del crédito que Venezuela estaba pidiendo, algo que sólo encuentra
justificación en el hecho de que ni siquiera la entrega total es aceptada como
garantía válida por los chinos.
Así las cosas, Venezuela se asoma a un nuevo
proceso electoral en el cual la oposición se encuentra en una posición muy
compleja porque la denuncia de ilegitimidad de Maduro no ha encontrado un
camino político transparente para expresarse. Lograr la participación electoral
de la ciudanía supone la necesidad de una política comunicacional y de nuevas
actuaciones políticas que permita conjugar el hecho de que nos acercamos a una
elección con el mismo árbitro electoral amañanado y que es indispensable
participar en la contienda electoral y fortalecer el liderazgo democrático que
se ha ido construyendo alrededor de Henrique Capriles. Tarea inmensamente
compleja que compromete en su totalidad al liderazgo democrático del país,
tanto a los factores que se agrupan alrededor de la MUD como quienes actúan
fuera de la misma.
En este contexto, es imposible dejar de
insistir en que hay una tarea pendiente de la oposición democrática y la misma
consiste en convertir en una sola acción la conflictividad social con la
participación electoral. Mientras ello no ocurra el inefable conflicto del
Presidente Maduro seguirá arrastrando al país en su imposible solución de
satisfacer simultáneamente al chavismo corrupto y al chavismo renovador.
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