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viernes, 11 de octubre de 2013

El dilema de Maduro


Por Vladimiro Mujica, 10/10/2013

El discurso de Nicolás Maduro en la Asamblea Nacional no puede ser más revelador.

Al pedir la aprobación de una Ley Habilitante para combatir la corrupción dejó colar una verdad que lentamente ha ido invadiendo a toda Venezuela: después de 14 años de desgobierno del chavismo y sus herederos, el país atraviesa por una crisis descomunal producto en buena parte de la corrupción auspiciada y protegida desde el poder.

Por supuesto que Maduro no puede, ni debe por su propia debilidad política, olvidar mencionar a lo que le dio por denominar la corrupción amarilla de la oposición. El precio que tiene que pagar por decir algo de verdad en relación a la obscena corrupción y vesania roja es mentir respecto a la oposición y señalar como corruptos a quienes no tienen arte ni parte en este despropósito orquestado desde el poder.


El discurso de Maduro debe ser analizado en conjunto con las repetidas declaraciones del ministro Nelson Merentes en relación a la ineficiencia económica de la revolución. El desastre de las finanzas y la economía del país es de tal magnitud que no hay manera de corregirlo si no se toman medidas que serán enormemente impopulares en el chavismo radical. Visto de esta manera, el gobierno se encuentra atrapado entre la espada y la pared: debe cambiar algunas orientaciones de su política económica pero no puede hacerlo porque el sector radical se lo impide.

Pero el dilema del ya no flamante presidente es que sus propias carencias políticas y de formación le impiden desarrollar una personalidad propia que se libere de la pesada carga que le impone la herencia del carismático liderazgo del comandante supremo. Mientras tanto Venezuela se deshilacha por los cuatro costados, presa de una crisis que ya se trasladó a la vida cotidiana del ciudadano.

El desastre del manejo cambiario y de las divisas es sencillamente de antología.

La diferencia entre el cambio oficial del dólar y el innombrable mercado negro de las divisas alcanza cifras astronómicas. No hay virtud humana que se resista a comprar por 1 y vender por 7, de modo que quienquiera que tiene acceso a las divisas participa de la danza del descalabro económico del país. Pero el espectáculo vergonzoso de los aviones llenos a reventar con pasajeros reales o imaginarios empeñados en la práctica del “raspadito” de las tarjetas de crédito palidece al compararlo con lo que está ocurriendo en todas las áreas de una economía atrapada en la dolarización más extrema y perniciosa. El “raspadito” del ciudadano de a pie no es nada comparado con el “raspado” masivo que hacen los bandidos de las divisas que actúan bajo la protección de los corruptos rojos, aquellos a quienes el presidente Maduro se refirió en su discurso.

A esta hecatombe en el manejo del país se le suma la entrega vergonzosa del futuro de nuestras generaciones a la voracidad del socialismo salvaje chino. Las condiciones de entrega del petróleo a la insaciable potencia asiática no han sido suficientes para negociar la ampliación del crédito que Venezuela estaba pidiendo, algo que sólo encuentra justificación en el hecho de que ni siquiera la entrega total es aceptada como garantía válida por los chinos.

Así las cosas, Venezuela se asoma a un nuevo proceso electoral en el cual la oposición se encuentra en una posición muy compleja porque la denuncia de ilegitimidad de Maduro no ha encontrado un camino político transparente para expresarse. Lograr la participación electoral de la ciudanía supone la necesidad de una política comunicacional y de nuevas actuaciones políticas que permita conjugar el hecho de que nos acercamos a una elección con el mismo árbitro electoral amañanado y que es indispensable participar en la contienda electoral y fortalecer el liderazgo democrático que se ha ido construyendo alrededor de Henrique Capriles. Tarea inmensamente compleja que compromete en su totalidad al liderazgo democrático del país, tanto a los factores que se agrupan alrededor de la MUD como quienes actúan fuera de la misma.

En este contexto, es imposible dejar de insistir en que hay una tarea pendiente de la oposición democrática y la misma consiste en convertir en una sola acción la conflictividad social con la participación electoral. Mientras ello no ocurra el inefable conflicto del Presidente Maduro seguirá arrastrando al país en su imposible solución de satisfacer simultáneamente al chavismo corrupto y al chavismo renovador.


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