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sábado, 12 de octubre de 2013

Elecciones municipales diciembre 2013


Por Javier Contreras, 11/10/2013

Electores permanentes

La temporada electoral ofrece, una vez más, la oportunidad de asistir a un evento comicial que presenta diversa lecturas, tanto sobre su valor como sobre su posterior impacto en las dinámicas políticas regionales. La polarización que nubla la toma de decisiones y complica el juicio crítico, aparece como elemento fundamental a la hora de votar, generando adhesión o rechazo a un candidato basado en el color que respalda su opción, dándole al proyecto de su gestión (que también parece reducirse a los postulados de la organización política a la que representa) un preocupante segundo plano.
Nuevamente la condición de ciudadano parece estar subyugada por la condición de elector, esta última describe mejor la imagen que tienen quienes detentan el poder, y quienes lo quieren detentar, sobre los habitantes de los distintos municipios del país.
Expresarse libremente a través de elecciones es un elemento de los que construye ciudadanía, siendo a su vez un derecho innegociable de las sociedades democráticas. El llamado de atención se hace inevitable cuando se observa una suerte de suspensión momentánea de lo que se concibe como ser ciudadano, para ser solamente elector. Un ejemplo de esta anomalía es que el Gobierno nacional (que no está sometido a elección el 8 de diciembre) resista, con los habituales adjetivos descalificativos, cualquier intención de protesta por parte de sectores a los que dice defender, argumentando en este caso, que protestar en esta coyuntura es darle la mano a la derecha, ponerse de espalda al legado del comandante. El mensaje está claro: muestra tu lealtad, una vez más deposita tu confianza en el proyecto revolucionario. Garantizando un capital de votos en las diversas regiones, el gobierno nacional ofrece la continuidad de su gestión en pro del pueblo.

Es posible observar también en los candidatos de la oposición síntomas que sugieren percibir en el pueblo una primacía en la condición de votante sobre la de ciudadano. En febrero del 2012 se realizaron elecciones primarias para dilucidar el candidato presidencial opositor, junto a los nombres para candidatos a gobernadores de Estado y candidatos a las Alcaldías, al tiempo que en algunas circunscripciones el representante fue seleccionado por acuerdos en base a porcentajes de votos obtenidos en anteriores procesos electorales.

Hoy, pasado año y medio de las llamadas primarias organizadas por la MUD hay una importante cantidad de municipios que presentan 2 o más candidatos opositores, hecho que tiene al menos dos interpretaciones: existe desconocimiento de la voluntad de quienes apoyan su opción, o los acuerdos alcanzados no han logrado consolidarse en el tiempo. Emerge una vez más la figura del votante, figura que participa ahora en una elección que pretende ser evaluada por algunos bajo el código de un plebiscito, plebiscito al Gobierno nacional e incluso plebiscito a los dirigentes de la MUD. En ambos casos esa lectura es más coyuntural que estructural, lo que permite vislumbrar dificultad para ganar espacio y permanencia en el debate político posterior a las elecciones de diciembre.

Realidades locales

Plantear líneas de acción dirigidas a la solución de problemas reales propios de las regiones, reconocidos y expuestos por los habitantes de las localidades, es un escenario distinto al que se observa cuando desde el centro (ya no sólo geográfico, también partidista o gremial) se instala un filtro que determina, a juicio de los que desde lejos parecen imponerse como defensores de los votantes, una lista de necesidades y establece prioridad a la hora de hacerles frente.

Municipios fronterizos con Colombia presentan una dinámica distinta a aquellos que limitan con Brasil, y si bien es cierto que comparten algunas características (no se pretende aislar realidades que hagan de las entidades locales islas sin articulación), no es imaginable un plan único de desarrollo para ambos. Otro ejemplo lo constituyen los Municipios que se consideran industriales o los turísticos, que para acercarse al óptimo aprovechamiento de sus capacidades  requieren ser tomados en serio. No desde la retórica de vanguardia o trinchera, dependiendo de su aparente preferencia de opción política, se alude a la seriedad que permita distinguir opción de voto de proyecto político, y desde allí trabajar no sólo para la gente, la idea es trabajar con la gente.

La intencionalidad de mancomunar esfuerzos no se da por decreto, está visto que requiere intentos previos a la realización de elecciones, necesita a su vez honestidad de todos los involucrados, pensar a mediano y largo plazo, y es un ejercicio que demanda tomar posición crítica ante filiaciones políticas y modos relacionales en los que se busca afianzar intereses propios o sectoriales por encima de los interese generales.

El fortalecimiento del desarrollo local está en manos de los habitantes, de allí la conveniencia de articular esfuerzos para situar en primer plano lo común, y sin restarle el valor a las opciones partidistas de los individuos, hacer una responsable detección de necesidades, plantear un serie de posibles soluciones y ganar cada vez más en el sentido de colectividad, lo cual permitiría pensar en regiones fuertes desde la identidad y el horizonte compartido.

No son los gobiernos regionales y municipales, mucho menos el gobierno central, los responsables de establecer las necesidades o carencias de las localidades, son, eso sí, los responsables de garantizar la canalización de los proyectos que de forma articulada presentan sociedad civil, organizaciones gremiales y partidos políticos. Desde esa lógica se avanza hacia el accionar de administraciones con menos asistencialismo, por tanto más sujetas, realmente, a la observación y supervisión de una sociedad que va ganando protagonismo efectivo.

En la dirección equivocada

Ante unas elecciones de Alcaldes y concejales lo que se muestra como deseable es, que los planes, estrategias, formulación de presupuestos; en fin, el horizonte de la administración pública, esté pensada en la realidad local y proyectada a potenciar las bondades propias de cada región, sean estas geográficas, demográficas, culturales, deportivas, históricas, entre otras.

El paso inicial hacia ese objetivo es conocer el pulso local, manejar con claridad las distintas variables de la vida diaria del territorio y sus habitantes. Claro está que para ese manejo y esa visión se requiere, ineludiblemente, trayectoria, kilómetros recorridos y horas invertidas en la conformación de un ideario en el que las fortalezas se potencien y las desventajas se trabajen para reducir su impacto.

En un ejercicio de lógica elemental queda expuesta la conveniencia de que los individuos, colectivos y demás grupos constituidos que hacen vida en las regiones sean quienes lleven la voz cantante en las propuestas que consideran idóneas para sus respectivos territorios; dando a las organizaciones políticas el papel de encausarlas mediante la articulación de planes que en un primer momento forman parte de una campaña electoral, y en segunda instancia, de ser electos, serán la razón de ser de su gobierno.

Resulta poco alentador observar que la ruta que se toma es la contraria a lo anteriormente expuesto. Partidos políticos y grupos de poder, cada uno a su estilo y dependiendo de los recursos humanos y económicos con lo que cuenta, se toman la atribución de sentirse predestinados para iluminar a las personas sobre cuales son sus propias necesidades. En tal escenario es frecuente escuchar frases que incluso con cierto dejo de lástima por el otro, a manera de quien siente pena por el atraso ajeno, instalan la versiones que según ellos deben ser aceptadas y compartidas por la colectividad, ya que de lo contrario sólo se puede ser o un ignorante, o un enemigo. Aquel ciudadano que se ha minimizado al estado de votante, queda en último término reducido a ignorante o enemigo.

Ante todo, ejercer el derecho

Pese al carácter utilitarista en el que se puedan desarrollar las elecciones, y más allá de la manipulación que a través de ella intenten ejercer algunos actores políticos, el ir a votar representa, aun en las actuales condiciones, una oportunidad de expresarse, de decir presente, de reducir la posibilidad de dejar en manos de otros lo que a todos atañe por igual.

Parte del reto de las sociedades democráticas está en asumir las responsabilidades colectivas sin negar el valor de lo individual. Es en esa clave donde lo electoral alcanza su mayor envergadura, demostrando la capacidad de fijar la posición individual (preferencia a la hora de votar) asumiendo que el resultado en sí mismo no es parámetro para sentirse excluido o privilegiado, ya que la ciudadanía debe sobrepasar a la militancia política.
Entender el acto comicial como tarea de un ciudadano que ejerce uno de sus derechos, es distinto a situarse frente al mismo como quien va, con agradecimiento y sumisión, a ser el participante marginal en un evento del que realmente debe ser el protagonista, tanto en su desarrollo como en lo posterior a la jornada electoral.

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