Francisco José Virtuoso SJ 10de octubre de 2013
Jugar con candela es peligroso, muy
peligroso, porque uno se puede quemar. Sobre todo cuando en el entorno hay
mucho combustible derramado. Según el Presidente de la República y sus
ministros, la escasez, la inflación y el desempleo existentes en el país, son
producto de una guerra del Imperio y sus aliados internos (empresarios, medios
de comunicación, organizaciones como Fedecámaras, pequeños y medianos
comerciantes, sindicatos, etc.) contra el pueblo. Ante esta acusación, no puedo
dejar de pensar en que un día la rabia de tanta gente, cansada de hacer cola y
desesperada por conseguir los productos básicos del consumo familiar, frustrada
porque los reales no alcanzan, decida actuar vehemente contra los supuestos
responsables de su tragedia.
La técnica utilizada es claramente de
incitación al odio y a la venganza (en el argot jurídico, se dice incitación al
agavillamiento). Frente a los actores supuestamente responsables, se trata de
imponer el miedo como mordaza.
El gobierno debería saber, que la
desesperación no es racional y que fácilmente se desborda. La rabia no sólo
puede arremeter contra los supuestos enemigos oficiales sino contra todos, sin
distinguir entre buenos y malos. El pueblo venezolano está asumiendo esta
crisis estoicamente, con paciencia y sabiduría. Las organizaciones privadas que
han asumido responsabilidades públicas, están haciendo lo indecible por hacer
su tarea sin perecer en el intento. El gobierno está llamado a ofrecer
posibilidades para salir exitosamente de la crisis, sin escudarse detrás de un
supuesto enemigo causante de todos los males que padece la gente.
Pero por si fuera poco, tamaña
irresponsabilidad se juega a la vez con otra argucia. Si estamos en guerra
tenemos que prepararnos militarmente. A cada Ministerio hay que crearle un
“Estado Mayor”. Ahora tenemos militares hasta en la sopa, buscando cada uno
conspiraciones y conspiradores, controlando y amedrentando. Por esta vía, la
democracia, que es el gobierno de los ciudadanos, está quedando atrás, ocupando
su lugar el gobierno militar, con su lógica y sus procedimientos. El régimen es
cada vez más militarista.
Esta vía nos va a llevar directamente
al desastre. Lo sensato es que el gobierno asuma que estamos en crisis y que
ineficiencia es la principal de aquella. Honestamente creo que ganarían más
aceptación con esa suprema muestra de cordura, responsabilidad y honestidad.
Seguir prendiendo el fuego de la guerra y el militarismo nos conduce a la senda
de la violencia irracional.
Confío, sin embargo, en la madurez de
la gente y en su sabiduría. El teatro que se está montando es demasiado
grotesco. Quiero apostar porque la sensatez del pueblo se impondrá sobre sus
gobernantes obligándolos a la sindéresis.
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