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viernes, 4 de octubre de 2013

HECHO ¿EN SOCIALISMO?


Américo Martín 27 de septiembre de 2013
@AmericoMartin

Tres noticias, aparentemente inconexas, tienen que llamar la atención de los más desprevenidos, sobre todo si se las relaciona como partes de un todo.

I

La primera la siente la gente en la piel, está en el ambiente, ya nadie la discute: el nivel de vida de los venezolanos ha seguido cayendo a marcha acelerada, especialmente desde que Nicolás Maduro asumió el más alto cargo del país. La consultora DATOS lo canta con la ferocidad de las cifras: el ingreso real de los estratos D y E, los más pobres, aquellos a quienes supuestamente va la carga de bienes de la revolución, descendió en 13 y 12% respectivamente

La segunda es de una contundencia que no me sorprende y sin embargo no esperaba, cuando menos tan rápidamente. Lo hasta ahora anunciado de los acuerdos chino-venezolanos deja expuesto en carne viva que el socialismo ya no va más. El pomposo gobierno revolucionario, aquel que acuñó la frase “hecho en socialismo” repetida en forma obsesiva por cada buen militante del proceso bolivariano para diferenciarse del perverso capitalismo; ese, ese mismo alfa-omega puesto en el cielo por el propio Hugo Chávez en verdad nunca salió de la gatera.


Antes de seguir con la tercera noticia, vale la pena ampliar ésta, por decisiva, por existencial, precisamente cuando estamos en el umbral de las elecciones del próximo 8 de diciembre. Resulta que el conjunto de los acuerdos firmados por Maduro y Xi Jinping, incluido un nuevo crédito por $ 5.000 millones, da cuenta del posicionamiento de empresas chinas en el corazón de la economía venezolana. Petróleo, minería, empresas básicas, agricultura, tecnología y aspectos relacionados pondrán a Venezuela a depender casi orgánicamente de la segunda potencia capitalista del mundo. Es un intento masivo de ingresar a la globalización, en el marco de un Estado cada vez más autoritario, por el camino de convertir el territorio en un emporio de empresas trasnacionales, solo que únicamente chinas. Entrar a la globalización para unirse al flujo mundial de capitales y tecnologías es una imperiosa necesidad si se sabe guardar la soberanía. Compitiendo nosotros también, desarrollando centros propios de investigación y gerencia.

II

Pero en los muchos acuerdos firmados por Maduro y el gobierno presidido por Xi Jinping,  lo que parece consagrarse es una de esas formas de anacrónica dependencia que la modernidad había ido superando en el marco de un realineamiento indetenible de potencias y sociedades emergentes. Las preguntas saltan a la vista: ¿por qué no atraer las inversiones y tecnologías cualquiera que sea su origen? ¿Acaso –por ejemplo- poner la extracción de oro y diamantes de Las Cristinas en manos chinas será mejor que contratar las claramente superiores empresas canadienses? Y lo mismo vale para la agricultura, minería, industria. ¿Por qué no abrir opciones, beneficiarse de la competencia, negociar con ellas reciprocidad, reservarse el derecho de escoger lo mejor?

Se va a imponer un vasto monopolio que, como los de antigua prosapia, cobrará una influencia política determinante en el país.

Durante el imperio soviético, la Meca del socialismo, la antigua URSS –hoy simplemente Rusia- exportó su precario modelo económico a los países de Europa del Este. Con ellos organizó el Tratado de Interayuda Económica o COMECON. De ese sistema La   URSS fue el sol. Ni más ni menos

China no exportará socialismo a Venezuela. Le exportará capitalismo. Su exitoso y brillante desarrollo económico tiene sin embargo una marca: carece de libertad política y sindical. Nadie entendería que el capitalismo francés o el español o el norteamericano o el brasileño eliminaran la libertad sindical o la enseñanza libre y plural. Pero en nuestro caso se trata de capitalismo del chino, el cual, como sus fundadores han dicho con tenacidad, se autodenomina  “socialismo de mercado”. Vale decir: sistema capitalista en la base, dictadura del partido en la cumbre del Estado.

III

 La tercera noticia puede ser escandalosa aunque en apariencia inocua. Con su característica falta de rigor, Maduro –eufórico por la pila de acuerdos firmados- se dio la libertad de reflexionar en voz alta. En suma lo que dijo o pareció decir fue algo como esto: ¿capitalismo? ¿socialismo? Más bien, estamos ensayando un tercer camino.

Casi quince años fatigando tímpanos con la cantinela del socialismo. Tres lustros diciendo que el hambre o el papel toilette no importan, lo importante es la patria socialista, como lo pregonan jactanciosamente los llamativos carteles que brillan en el metro y en todas las esquinas. “Hecho en Socialismo” dicen sonrisas plenas.

Y de repente, sin consultarle a la militancia ni a nadie, el hombre se da la lija de volver con el cuento del Tercer Camino. Es una piadosa mentira porque en términos de sistema no existe esa opción. Y es igualmente una burla a su militancia, tan dispuesta siempre a aceptar hasta la muerte el desgaste del proceso solo porque al final de tanta penuria los esperaba la Ciudad Prometida del socialismo. ¡Y ahora pareciera que, incluso como vocablo distintivo del gobierno, el socialismo no irá más! Exagero, claro, porque así como dice eso, mañana se desdecirá balbuciendo acusaciones de tergiversación.

La lealtad es un valor estimable. En nombre del socialismo se tragaron uno a uno los sapos de la corrupción, el escandaloso asalto a los caudales públicos, la conversión de nuestras urbes en capitales del crimen, la inflación más alta de América, la sustitución de la democracia interna por la dedocracia que decapitó las ofrecidas y esperadas primarias

¿Hasta cuándo jugarán con la paciencia del país? ¿Hasta cuándo vivirán de la candidez de sus leales?


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