POR SOLEDAD MORILLO BELLOSO - POLÍTICA - 09 OCT 2013
Un discurso que seguramente había
revisado con suerte un par de veces antes
de leerlo en el hemiciclo. Si al desconocimiento de lo que constaba en
esas extensas páginas sumamos las deficiencias en materia de oratoria, el
resultado termina siendo una pieza de lamentable desempeño. El aburrido abuso
de citas de otros sembradas como
verdolaga a lo largo de tanta palabrería
revela su portentosa ignorancia. Pero poco importa en estos momentos que
el presidente carezca de las herramientas comunicacionales mínimas en alguien
que presume de liderazgo. Pesa e importa más que lo que dijo no puede pasar
inadvertido para los ciudadanos.
Sospecho que la ley que le otorgará
poderes habilitantes le será concedida. El voto 99 será generado gracias a un
trajín que permitirá sacar de sus curules a una o dos diputadas. Tamaño fasto y
dispendio en el acto en la Asamblea Nacional no hubiera existido si el asunto
no estuviera ya cuadrado. Los suplentes de las diputadas a ser desbancadas
votarán a favor sin el menor recato y pudor.
El PQC ya está promediado y el mandado está hecho. Para eso sirvieron
las trastiendas del palacio legislativo o acaso algún botiquín del este de
Caracas, buenos para negociados y trapisondas.
El descaro fue el principal
protagonista de toda la sesión. El orador, carente de tapujos y ambages,
planteó la crisis de corrupción como si hubieran llegado al gobierno nomás hace
unos días y no hace ya casi 15 años. El ejercicio no persigue en modo alguno la
limpieza o la transparencia en lo público. Busca intentar convencer a los
millones que ya no creen que hay intención de rectificar. Persuadirán a muchos,
porque en el fondo la gente decente necesita creer que es posible un país donde
la nausea no sea la constante, donde vivir no sea una calistenia de supervivencia.
Dejemos de lado que es innecesaria una
habilitante para hacer lo que dice querer hacer. Para ello bastan y sobran los
instrumentos legales que ya existen. La ley todopoderosa no suministrará al
señor presidente lo que tiene como principal falencia: la voluntad política
para poner orden en el desmadre y el coraje para enfrentar la prodredumbre que
le rodea y que la tiene cerca, muy cerca, en su más íntimo círculo, hasta
dentro de las sábanas.
La ley será además la vía para
destruir este país más de lo que ya está pejudicado. Todo ello en un ambiente
de circo romano, con gladiadores y fieras y un presidente con faz de Calígula
que frente a muchedumbres usará el gesto de voltear el pulgar hacia abajo.
Empresarios, comediantes, académicos, periodistas, líderes sindicales, médicos,
profesores, maestros y un largo etcétera serán puestos en la picota antes de
caer en el ruedo del circo más incivilizado que podamos imaginar. Pero por allí
no pasarán los verdaderos delincuentes. Esos, los que han saqueado el erario,
los que supieron enchufarse, esos verán el juicio holocáustico desde sus
palacetes en islas del Caribe, urbanizaciones de la Costa del Sol o
departamentos en la avenue Foch de París, mientras campanean sus vasos o copas
servidos de licores con apelación controlada.
La llamada nueva dinámica nacional no
será sino una repartición de lo que va quedando que - a no engañarnos- todavía alcanza para que algunos terminen de
magnatizarse a costillas de un país donde las mayorías sudan dolores.
Entretanto, los ciudadanos del común,
en su mayoría buenagente, nos atapuzaremos de
sobredosis de primperan. Lástima que ese mismo medicamento no alivia el
dolor del alma. ¿O hay un primperan para
el alma y yo no he descubierto dónde lo venden?
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