Henrique Capriles Radonski
29 de septiembre de 2013
Cada vez son menos transparentes y,
con todo y eso, cada vez se les notan más las costuras. A nadie le queda claro
qué fue lo que ganó Venezuela con el viaje a China de Nicolás y su combo, pero
hay algo que todos los venezolanos sabemos: ahora estamos todavía más
endeudados y seguimos siendo dependientes del petróleo y de las importaciones.
Pero lo peor es que al volver, para
ocultar la maraña en la que están metiendo al país, Nicolás volvió a su
cháchara politiquera de siempre para distraer a los venezolanos de problema
real: que el país está hundido en una crisis económica y ellos no saben cómo
resolverla. ¡Y ni hablar de la crisis política que tienen puertas adentro! Ni
del retraso en tomar de una buena vez decisiones económicas que todos sabemos
que son urgentes.
Están incapacitados para atender una
crisis que ellos mismos generaron. Son las últimas víctimas de su incompetencia
y su desgobierno. Puro guiso y pura bulla. Han tenido que ir fronteras afuera
apedir plata y a importar comida, dejando en el aire a una cantidad enorme de
productores nacionales con ganas de echar para adelante con nuestro país,
cuando desde hace rato el barril de petróleo pasa los cien dólares. Sólo les
interesan el poder y su partido.
Y es así como mantienen secuestrada la
esperanza de sus militantes, que cada vez están más decepcionados pues se han
dado cuenta que o construimos el futuro entre todos o el país se va por el
precipicio.
Nicolás es incapaz de asumir que el
modelo fracasó y es hora de hacer algo. Ni siquiera puede admitir lo que sus
propios ministros le deben estar diciendo: que las políticas económicas han
sido una equivocación tras otra. En cambio, ¿qué es lo hace? Pasea en un avión
ajeno que nos cuesta 250.000 dólares al día a los venezolanos. Doscientos
cincuenta mil dólares de esos que no hay para la salud de muchos pacientes que
requieren medicamentos importados ni para apoyar a la producción nacional.
Todos sabemos que ese viaje a China
tenía un solo propósito: pedir prestado. El desbarajuste y la corrupción han
sido tales que dejaron las reservas vacías. Pero para recibir toda esa plata,
el gobierno tiene que estar dejando algo en garantía. ¿Cuál es esa garantía?
Uno se lo pregunta y es como si diera un golpe en la puerta de una madriguera
de ratas: salen todos los cómplices de la corruptela a defender como pueden
pelón tras pelón y exceso tras exceso.
Pero lo que no pueden ocultar es que
en el país siguen los muertos por la violencia, las cárceles convertidas en un
infierno, sigue desplomándose la economía, se colapsan los servicios, los
hospitales no pueden atender a la gente y las familias venezolanas siguen
pasando trabajo. Ya se están cantando los resultados del 8 de diciembre y por
eso están tan desesperados y hasta raspando la olla o peleándose por cuotas de
poder, sin pensar en usted, en su familia ni en su comunidad. Y todo eso con
una inflación hambreadora del 45%.
Por eso es que hay que buscar a ese
hermano y esa hermana a quienes tengan chantajeados políticamente y hacerlos
ver que cuando un país tiene una inflación del 45%, ese país lo que necesita es
unCapriles cambio. Porque una inflación de 45% no pregunta tendencias ideológicas
ni por quién votaste en las elecciones pasadas: tanto quien tiene la franela
roja como quien dice que la política no le interesa tienen menos dinero y son
más pobres por culpa de la corrupción y la ineficacia. Nosotros sabemos que
Venezuela somos todos y, por tener eso tan claro, es que hemos logrado ser cada
vez más los que queremos progreso y bienestar para cada familia.
A ellos lo único que les interesa es
mantener el parapeto que han armado para convencerse a sí mismos de que no van
a perder el poder. Pero nosotros sabemos que lo perdieron hace rato: justo
cuando perdieron la confianza del pueblo.
Así que olvídense de trapos rojos
políticos y cuentos chinos venidos de Miraflores: este país necesita un
gobierno que trabaje. Cada bulla que levantan los enchufados pretende distraer
al pueblo del desastre en que ha convertido a la Nación. Ya no saben qué hacer:
tienen miedo de tomar las decisiones económicas porque el 14 de abril se
probaron a sí mismos que perdieron al pueblo y que aquí ya no engañan a más
nadie. Vayan a contarle a otros sus cuentos chinos: este país cambió y ustedes
lo saben muy bien.
¡Que Dios bendiga a Venezuela!
Seguimos adelante y sin miedo.
Tomado de: http://blog.henriquecaprilesradonski.com/
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