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domingo, 22 de diciembre de 2013

El diálogo entre dos modelos políticos.

Carlos Romero Mendoza 21 de diciembre de 2013

Los resultados electorales del 8 de diciembre 2013 y la complicada realidad económica del país se unen en una ecuación que impone al gobierno nacional la necesidad de bajar las tensiones políticas en las relaciones entre el poder nacional con los poderes estadales y locales representados por gobiernos de la Unidad.

Esa reunión convirtió las pantallas de televisión en “vitrinas” para exhibir lo que es el diálogo entre autoridades locales, estadales y nacionales legalmente electas, pero que representan visiones políticas muy diferentes.   Esa “vitrina” permitió que una generación de venezolanos pudieran ver, por primera vez, un diálogo político dentro de un marco de respeto y de reconocimiento mutuo. 

Todos los venezolanos fuimos testigos que allí se plantearon temas esenciales y básicos sobre los cuales hay necesidad de debatir para construir consensos, reconociendo a tal fin la diversidad.  Allí se planteó el reconocimiento a las autoridades locales, advirtiendo por ejemplo sobre el Plan de la Patria como visión única de desarrollo impuesto desde el poder central; se puso en agenda el tema del presupuesto nacional y su impacto en el situado constitucional, así como también, se planteó el acceso de los gobiernos locales a los recursos nacionales y el problema de las instancias paralelas en algunos municipios.

Hay que reconocer, que el diálogo se da en el marco de un tejido legal, que aún siendo cuestionable constitucionalmente, en la práctica impone la Comuna, primero como una entidad local, similar a una parroquia, conforme a la Ley Orgánica del Poder Público Municipal; segundo, como actor local en instancias como por ejemplo el Consejo Local de Planificación Pública y tercero, como una entidad que goza de una particular autonomía frente al Municipio, pero que está sometida al control directo del poder central.

Si retrocedemos 34 años y comparamos nuestra realidad presente, tal vez tengamos la sensación –frustrante- que no avanzamos como sociedad, es más pareciera que retrocedemos. En 1989 había una inflación que llegó a 81%[1] y una crisis política profunda que deterioraba las bases de la democracia y que condujo a los hechos políticos posteriores que todos ya conocemos.  Hoy la inflación sigue siendo un grave problema, es un misterio porque cierra el año 2013 y aún no se conoce, y sin hablar de la realidad política, que es grave, pues desde lo local se impone un cambio de modelo político significativo con impacto cualitativo en las libertades individuales.

Los resultados electorales de 1989, reiteran la necesidad de fortalecer el compromiso de Unidad.    Hace 34 años, en la primera elección, AD, COPEI y el MAS concentraron en sus dirigentes electos la representación de los gobiernos locales.  El diálogo con el Presidente evidenció, porque así lo impuso el protocolo, que en los gobiernos locales hay representación de diversos partidos políticos, pero que individualmente no representan una importante fuerza electoral per sé.

Tan solo comparemos los logros electorales de AD que en el año 1989 ganó 100 alcaldías y Copei 80 con el triunfo de la Unidad 34 años después, que como coalición logró alcanzar 76 alcaldías.   Por lo tanto no hay duda alguna, que la Unidad es la vía para seguir la ruta hacia la democracia.  Pero en esa ruta, es necesario reconectar los partidos con los asuntos propios de la vida local para contribuir a alimentar la ciudadanía y con ella fortalecer la democracia.  Es necesario redefinir el rol de los partidos en la sociedad.

La “vitrina” de ese diálogo favoreció al Presidente porque impuso una imagen del Presidente hablando con la pluralidad de partidos, opacando que realmente el Presidente legalmente electo, habló con representantes legítimamente electos bajo una coalición llamada Unidad.

Llegó el momento de replantear el Municipio, la Unidad debe ser el espacio para construir y desarrollar el consenso sobre la visión del Municipio a través del cual se puede construir la “vitrina” que nos permita nuevamente como sociedad entender y comprender el valor de la Democracia.  

Esta tarea es una necesidad, no podemos obviar y menos subestimar que por primera vez la “vitrina” nos mostró actores políticos de dos modelos distintos, que hoy pueden o necesitan “coexistir” pero ¿hasta cuándo?.


[1] Marta Sosa, Joaquín. Venezuela 1989-1994. Cambios elecciones y balas. Nueva Sociedad No. 24. Marzo-Abril 1993. Pp 6-10. Online en: http://www.nuso.org/upload/articulos/2214_1.pdf


Carlos Romero Mendoza.

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