Carlos Romero Mendoza 21 de diciembre de 2013
Los resultados electorales del 8 de
diciembre 2013 y la complicada realidad económica del país se unen en una
ecuación que impone al gobierno nacional la necesidad de bajar las tensiones
políticas en las relaciones entre el poder nacional con los poderes estadales y
locales representados por gobiernos de la Unidad.
Esa reunión convirtió las pantallas de
televisión en “vitrinas” para exhibir lo que es el diálogo entre autoridades
locales, estadales y nacionales legalmente electas, pero que representan
visiones políticas muy diferentes. Esa “vitrina” permitió que una
generación de venezolanos pudieran ver, por primera vez, un diálogo político
dentro de un marco de respeto y de reconocimiento mutuo.
Todos los venezolanos fuimos testigos
que allí se plantearon temas esenciales y básicos sobre los cuales hay
necesidad de debatir para construir consensos, reconociendo a tal fin la
diversidad. Allí se planteó el reconocimiento a las autoridades
locales, advirtiendo por ejemplo sobre el Plan de la Patria como
visión única de desarrollo impuesto desde el poder central;
se puso en agenda el tema del presupuesto nacional y su impacto en el
situado constitucional, así como también, se planteó el acceso de los gobiernos
locales a los recursos nacionales y el problema de las instancias paralelas en
algunos municipios.
Hay que reconocer, que el diálogo se
da en el marco de un tejido legal, que aún siendo cuestionable
constitucionalmente, en la práctica impone la Comuna, primero como una entidad
local, similar a una parroquia, conforme a la Ley Orgánica del Poder Público
Municipal; segundo, como actor local en instancias como por ejemplo
el Consejo Local de Planificación Pública y tercero, como una entidad que
goza de una particular autonomía frente al Municipio, pero que está sometida al
control directo del poder central.
Si retrocedemos 34 años y comparamos
nuestra realidad presente, tal vez tengamos la sensación –frustrante- que no
avanzamos como sociedad, es más pareciera que retrocedemos. En 1989 había una
inflación que llegó a 81%[1] y una crisis
política profunda que deterioraba las bases de la democracia y que condujo a
los hechos políticos posteriores que todos ya conocemos. Hoy la inflación
sigue siendo un grave problema, es un misterio porque cierra el año 2013 y aún
no se conoce, y sin hablar de la realidad política, que es grave, pues desde lo
local se impone un cambio de modelo político significativo con impacto
cualitativo en las libertades individuales.
Los resultados electorales de 1989,
reiteran la necesidad de fortalecer el compromiso de Unidad.
Hace 34 años, en la primera elección, AD, COPEI y el MAS concentraron en sus
dirigentes electos la representación de los gobiernos locales. El diálogo
con el Presidente evidenció, porque así lo impuso el protocolo, que en los
gobiernos locales hay representación de diversos partidos políticos, pero que
individualmente no representan una importante fuerza electoral per sé.
Tan solo comparemos los logros
electorales de AD que en el año 1989 ganó 100 alcaldías y Copei 80 con el
triunfo de la Unidad 34 años después, que como coalición logró alcanzar 76
alcaldías. Por lo tanto no hay duda alguna, que la Unidad es la vía
para seguir la ruta hacia la democracia. Pero en esa ruta, es necesario
reconectar los partidos con los asuntos propios de la vida local para
contribuir a alimentar la ciudadanía y con ella fortalecer la democracia.
Es necesario redefinir el rol de los partidos en la sociedad.
La “vitrina” de ese diálogo favoreció
al Presidente porque impuso una imagen del Presidente hablando con la
pluralidad de partidos, opacando que realmente el Presidente
legalmente electo, habló con representantes legítimamente electos bajo una
coalición llamada Unidad.
Llegó el momento de replantear el
Municipio, la Unidad debe ser el espacio para construir y desarrollar el
consenso sobre la visión del Municipio a través del cual se puede construir la
“vitrina” que nos permita nuevamente como sociedad entender y comprender el
valor de la Democracia.
Esta tarea es una necesidad, no
podemos obviar y menos subestimar que por primera vez la “vitrina” nos mostró
actores políticos de dos modelos distintos, que hoy pueden o necesitan
“coexistir” pero ¿hasta cuándo?.
[1] Marta Sosa, Joaquín. Venezuela
1989-1994. Cambios elecciones y balas. Nueva Sociedad No. 24. Marzo-Abril
1993. Pp 6-10. Online en: http://www.nuso.org/upload/articulos/2214_1.pdf
Carlos Romero Mendoza.
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