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viernes, 20 de diciembre de 2013

FICCIONES

Américo Martín 14 de diciembre de 2013
amermart@yahoo.com 
@AmericoMartin 

I

Claro que se daba por descontado que el gobierno retendría la mayoría de las alcaldías, lo cual no mide en absoluto quien fue el vencedor en las municipales. Venezuela es el típico país alejado de la senda del desarrollo que cuenta con una amplia faja predominantemente costera en la que se empoza la economía dinámica y se concentran las mayorías poblacionales. ¿Por qué ocurre eso? Pues porque en tales espacios se conforman polos de desarrollo que obran como imán de corrientes migratorias. Es en esas áreas donde prosperan las ideas y avanzadas formas de organización de la sociedad civil y la política, aparte de Universidades y turbulencias del saber y del opinar.

En unas elecciones municipales quien triunfe en estos lugares se lleva el premio mayor.  En cambio si se trata de elecciones presidenciales la eventualidad de un triunfo también en los espacios rurales es perfectamente posible. Los votantes no están directamente sometidos al poder y por eso pueden votar como lo hicieron el 14 de abril, a favor de Maduro o Capriles por una diferencia no mayor de 1,50% para uno o para el otro.

Me detendré en el vasto hinterland que se extiende frente al indicado territorio moderno. Es mucho más extenso aunque también menos poblado. Allí se multiplica el número de municipios rurales con sus respectivos alcaldes pero cuya densidad humana sumada está por debajo de la de las áreas dinámicas. Por circunstancias fáciles de detectar, el predominio del poder sobre los Municipios ubicados en esos espacios es determinante, sobre todo si recordamos los efectos del ventajismo y la parcialidad pública extrema al servicio del Poder Central.

Podríamos decir que el comportamiento de los Municipios rurales obedece a dos determinaciones. Cuando se trata de asuntos locales que no puedan resolverse con facilidad, opera la sumisión, la propensión a ponerse a la orden del gobierno nacional. Votar contra el régimen en el nivel municipal puede ser entendido por los pusilánimes –en tales sitios- como suicida.[i] Es por eso que tratándose de consultas como las del pasado domingo se pueda apreciar de partida una ventaja  para el oficialismo. Pero cuando los comicios son regionales o nacionales los electores rurales tienen más libertad de movimientos. Amparados en el secreto del voto pueden inclinarse a favor del cambio democrático, como lo probaron con creces en la confrontación presidencial entre Maduro y Capriles.

II

Tampoco es del todo cierto que estos comicios hayan sido una confrontación del voto rural favorable al PSUV y el voto urbano, inclinado a la MUD. Esa alineación es en cierto modo correcta, pero no es absoluta. El gobierno ganó en urbes importantes y más lo hizo en el campo. La oposición ganó en las ciudades y menos en municipios rurales, aunque esta vez significativas alcaldías del campo pasaron a control de la MUD. A pesar de que disponer de mayoría en más alcaldías no sea prueba de victoria en elecciones municipales, lo importante es la tendencia observada. Con 243 alcaldías (en su mayoría rurales), el PSUV perdió 44 de las que  tenía. Y con 76 alcaldías (en su mayoría urbanas) la MUD sumó 26 a las 50 que ya controlaba y cuyo número –insisto- no fue óbice para que empatara o probablemente superara a Maduro en las presidenciales de abril.

En Aporrea, órgano de un chavismo crítico, aparece un artículo declarando por todo lo alto que el 8D el PSUV sufrió una costosa derrota que a duras penas trata de disfrazar de victoria. Impresiona la franqueza y minuciosidad del columnista. Llama al pan pan y a la derrota derrota y trata de demostrarlo en forma muy detallada. Lo cierto es que una vez más los estólidos cantos de victoria lanzados a los cuatro vientos por el gobierno no parecen dar en la diana.

III

El esfuerzo de Maduro para consolidarse en estas elecciones no tiene precedentes. Nunca nadie torció tantas normas, desvalijó tantas empresas para sobornar electores, inhabilitó candidatos, persiguió, calumnió sin pruebas a los líderes de la disidencia, decretó reducciones de precios de mercancías sin pensar en el costo de producirlas ni en el gasto de su reposición. E incluso lo más brutal: permitió saqueos con el fin de sobornar masivamente electores con el antiguo ardid de oficiar cual Robin Hood.

Uno de los problemas del carácter de Maduro es ese. Trabaja al día. Espera que las cosas se arreglen solas. Lleva al país a una tormenta perfecta tal vez encubriéndose en el complejo aforismo de que los problemas nunca son tan graves como parecen. El punto es, Maduro, que pueden ser más graves, tal es la suma de errores acumulados.

Para evitar una derrota electoral descomunal, pusiste en peligro inminente la economía, las finanzas y la sobrevivencia misma. La moneda sufrirá otra dura devaluación, la inflación sigue incontenible, las reservas internacionales se esfuman, los anaqueles se vacían. PDVSA desfallece, la producción estancada o cayendo, la cotización internacional baja, amenazada adicionalmente por la competencia de Irán, Iraq y  México, aparte de que EEUU entró en la ebullición del petróleo y gas de esquisto para no depender de las importaciones.

Y no obstante, es cierto. Maduro revirtió la matriz de su mala prensa. Afronta una prueba de fuego. ¿Seguirá agrediendo a sus adversarios en lugar de tender puentes? ¿Se sobrepondrá a los fundamentalistas que lo quieren ver en el fondo del barranco? ¿Seguirá creyendo la fábula de la revolución comunal edificada sobre la destrucción, el odio y la persecución?

De ti depende… y del entorno que te azuza, hombre.


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