Américo Martín 14
de diciembre de 2013
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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I
Claro que se daba por descontado que
el gobierno retendría la mayoría de las alcaldías, lo cual no mide en absoluto
quien fue el vencedor en las municipales. Venezuela es el típico país alejado
de la senda del desarrollo que cuenta con una amplia faja predominantemente
costera en la que se empoza la economía dinámica y se concentran las mayorías poblacionales.
¿Por qué ocurre eso? Pues porque en tales espacios se conforman polos de
desarrollo que obran como imán de corrientes migratorias. Es en esas áreas
donde prosperan las ideas y avanzadas formas de organización de la sociedad
civil y la política, aparte de Universidades y turbulencias del saber y del
opinar.
En unas elecciones municipales quien
triunfe en estos lugares se lleva el premio mayor. En cambio si se trata
de elecciones presidenciales la eventualidad de un triunfo también en los
espacios rurales es perfectamente posible. Los votantes no están directamente
sometidos al poder y por eso pueden votar como lo hicieron el 14 de abril, a
favor de Maduro o Capriles por una diferencia no mayor de 1,50% para uno o para
el otro.
Me detendré en el vasto hinterland que
se extiende frente al indicado territorio moderno. Es mucho más extenso aunque
también menos poblado. Allí se multiplica el número de municipios rurales con
sus respectivos alcaldes pero cuya densidad humana sumada está por debajo de la
de las áreas dinámicas. Por circunstancias fáciles de detectar, el predominio
del poder sobre los Municipios ubicados en esos espacios es determinante, sobre
todo si recordamos los efectos del ventajismo y la parcialidad pública extrema
al servicio del Poder Central.
Podríamos decir que el comportamiento
de los Municipios rurales obedece a dos determinaciones. Cuando se trata de
asuntos locales que no puedan resolverse con facilidad, opera la sumisión, la
propensión a ponerse a la orden del gobierno nacional. Votar contra el régimen
en el nivel municipal puede ser entendido por los pusilánimes –en tales sitios-
como suicida.[i] Es por eso que tratándose de consultas como las del
pasado domingo se pueda apreciar de partida una ventaja para el
oficialismo. Pero cuando los comicios son regionales o nacionales los electores
rurales tienen más libertad de movimientos. Amparados en el secreto del voto
pueden inclinarse a favor del cambio democrático, como lo probaron con creces
en la confrontación presidencial entre Maduro y Capriles.
II
Tampoco es del todo cierto que estos
comicios hayan sido una confrontación del voto rural favorable al PSUV y el
voto urbano, inclinado a la MUD. Esa alineación es en cierto modo correcta,
pero no es absoluta. El gobierno ganó en urbes importantes y más lo hizo en el
campo. La oposición ganó en las ciudades y menos en municipios rurales, aunque
esta vez significativas alcaldías del campo pasaron a control de la MUD. A
pesar de que disponer de mayoría en más alcaldías no sea prueba de victoria en
elecciones municipales, lo importante es la tendencia observada. Con 243
alcaldías (en su mayoría rurales), el PSUV perdió 44 de las que tenía. Y
con 76 alcaldías (en su mayoría urbanas) la MUD sumó 26 a las 50 que ya
controlaba y cuyo número –insisto- no fue óbice para que empatara o
probablemente superara a Maduro en las presidenciales de abril.
En Aporrea, órgano de un chavismo
crítico, aparece un artículo declarando por todo lo alto que el 8D el PSUV
sufrió una costosa derrota que a duras penas trata de disfrazar de victoria.
Impresiona la franqueza y minuciosidad del columnista. Llama al pan pan y a la
derrota derrota y trata de demostrarlo en forma muy detallada. Lo cierto es que
una vez más los estólidos cantos de victoria lanzados a los cuatro vientos por
el gobierno no parecen dar en la diana.
III
El esfuerzo de Maduro para
consolidarse en estas elecciones no tiene precedentes. Nunca nadie torció
tantas normas, desvalijó tantas empresas para sobornar electores, inhabilitó
candidatos, persiguió, calumnió sin pruebas a los líderes de la disidencia,
decretó reducciones de precios de mercancías sin pensar en el costo de
producirlas ni en el gasto de su reposición. E incluso lo más brutal: permitió
saqueos con el fin de sobornar masivamente electores con el antiguo ardid de
oficiar cual Robin Hood.
Uno de los problemas del carácter de
Maduro es ese. Trabaja al día. Espera que las cosas se arreglen solas. Lleva al
país a una tormenta perfecta tal vez encubriéndose en el complejo aforismo de
que los problemas nunca son tan graves como parecen. El punto es, Maduro, que
pueden ser más graves, tal es la suma de errores acumulados.
Para evitar una derrota electoral
descomunal, pusiste en peligro inminente la economía, las finanzas y la
sobrevivencia misma. La moneda sufrirá otra dura devaluación, la inflación
sigue incontenible, las reservas internacionales se esfuman, los anaqueles se
vacían. PDVSA desfallece, la producción estancada o cayendo, la cotización
internacional baja, amenazada adicionalmente por la competencia de Irán, Iraq y
México, aparte de que EEUU entró en la ebullición del petróleo y gas de
esquisto para no depender de las importaciones.
Y no obstante, es cierto. Maduro
revirtió la matriz de su mala prensa. Afronta una prueba de fuego. ¿Seguirá
agrediendo a sus adversarios en lugar de tender puentes? ¿Se sobrepondrá a los
fundamentalistas que lo quieren ver en el fondo del barranco? ¿Seguirá creyendo
la fábula de la revolución comunal edificada sobre la destrucción, el odio y la
persecución?
De ti depende… y del entorno que te
azuza, hombre.
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