lunes, 16 de diciembre de 2013

Gobiernos de las minorías

SOLEDAD MORILLO BELLOSO domingo 15 de diciembre de 2013


Aunque sintamos que pasaron meses, hace tan sólo una semana estábamos en pleno afán electoral. A la luz de los cómputos, tenemos un país picado en tres toletes, uno "rojo rojito", uno "progresista" y un tercero que no cree ni en uno ni en otro, que no siente que la política sirve para algo, o soluciona algo, o siquiera vale el esfuerzo de votar. No son ni-ni, como algunos podrían apuntar; son una categoría intrínsecamente diversa, a la que podemos denominar "no creyentes".

No estoy en lo más mínimo interesada en buscar culpables a quienes lapidar por los altos índices de abstención. Quiero más bien conminar a la reflexión para descubrir y entender la multiplicidad de razones que generan una abstención de los niveles que vimos en una contienda electoral que, por cierto, no se limitaba a la elección de alcaldes y ediles. Aquí se estaba consultando al pueblo sobre su estado anímico. Y, siento decirlo, los dos principales bandos en contienda recibieron su buen rapapolvos.

Hay dos situaciones en las que en las democracias se produce alta abstención: Una, cuando las cosas están muy bien y otra, cuando las cosas están muy mal. Cuando las cosas están muy bien, la alta abstención termina produciendo gobiernos endebles. Cuando las cosas están mal, los gobiernos elegidos representan apenas y con penas a minorías. En ambos casos, la democracia peligra, para perjuicio de los países, de las comunidades y de sus ciudadanos. La abstención, sepámoslo, es un problema grave, una enfermedad. Las razones para abstenerse son diversas. Son muchos metamensajes enviados por la población a los gestores de la cosa pública. No hay, por tanto, un único mensaje a analizar.

Por cierto, la abstención afectó a un sector y a otro. No se puede pensar que todos los que se abstuvieron comparten la misma razón para su decisión de no participar. Tenemos una abstención del 41% a escala nacional. Ese dato varía de municipio en municipio e incluso de parroquia en parroquia y de centro en centro. Esa abstención produjo además algo extremadamente importante que no puede ni debe escapar al análisis serio de quienes toman decisiones estratégicas y tácticas: en buena parte de los municipios, los triunfadores no pueden presumir de representar a la mayoría. En el grueso de los casos, los ganadores con suerte representan a la mayor de las minorías. Que la estrategia unitaria dio frutos tanto al oficialismo como a la oposición, no hay duda. Tanto fue así que cuando se rompió la unidad en un conglomerado, ganó el adversario. Esto hay que verlo no sólo en los alcaldes sino en los concejales. He allí también un dato que los dirigentes políticos deben revisar sin demora.

No puedo ni quiero dejar de resaltar en estas líneas la patética estrategia del gobierno nacional de nombrar a sus candidatos perdedores en cargos inventados. La figura del "protectorado", por cierto con un claro tono imperialista, no es sino el ejercicio de la burla a la Constitución y a los ciudadanos. Pero acaso el caso más ridículo y vergonzoso es la designación del derrotado Ernesto Villegas como ministro de Estado para la transformación de Caracas. Villegas perdió, de eso no hay duda alguna. Que Maduro le invente ese cargo como premio de consolación al derrotado es un acto con pestilente tufo antidemocrático. Y que Villegas lo haya aceptado es indigno de quien tanto cacarea sobre su condición de papá de los helados. Ernesto, chico, per-dis-te. Metabolízalo. Sé hombre y asume tu barranco.

Tomado de:
http://www.eluniversal.com/opinion/131215/gobiernos-de-las-minorias

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