Entramos
en esa época del año que la liturgia llama “tiempo de adviento”, de esperanza y
de espera.
Se
prepara el alma para la llegada del Redentor. Son tiempos de encuentro y de
humanidad. Si algo arrojan los resultados de las elecciones pasadas es que no
puede seguirse construyendo esta sociedad sobre la base del odio, el insulto y
de la imposición arbitraria. Venezuela clama por dialogo, por un proyecto de
país que nos incluya y nos convoque, de verdad y honestamente. Estoy convencido
de que nuestros puntos de encuentro son más de que los que nos separan.
Creo
en la bondad del alma venezolana, curtida por años de democracia que, aunque
cargada de fallas, nos ha entrenado en la consideración hacia el que no piensa
como uno y sus derechos. Creo en nuestra calidad espiritual para tender una
mano en los momentos más difíciles a quien lo necesita más allá de las
rencillas cotidianas que se puedan tener.
Muchos
de los que hoy nos enfrentamos y ya ni nos saludamos, fuimos alguna vez amigos
y compartíamos espacios que no requerían de nadie doblegar sus pensamientos ni
sus principios. No teníamos que rendirnos incondicionalmente para coexistir.
La
petición a favor de la excarcelación de Simonovis por razones humanitarias se
ha vuelto un clamor nacional e internacional. No encuentro palabras más
conmovedoras para referirme a esta solicitud, que las de Ivana, su hija: “Mi
papá no está nada bien. Su columna está demasiado frágil. Se puede romper sola,
sin que nadie la toque. Sus huesos, dice el médico, tienen la edad de un
anciano. Sus huesos ya pagaron el doble del tiempo de su condena. Su ánimo
también. Y su familia. Sea justa o no su prisión, creo que ya todo es
demasiado. Ya todo se ha vuelto inhumano, cruel, excesivo. Señores del Estado
venezolano, una medida humanitaria como la que les pido sería un gesto noble,
necesario, hermoso. Un gesto importante en estos tiempos tan duros. Estoy tan
agotada del odio de parte y parte. Creo que muchos estamos así.
Un
gesto de nobleza no les va a hacer perder nada de lo que tienen y, en cambio,
los hará más humanos.
Quiero
volver a tener 15 años y un padre a quién abrazar.” Quiera Dios que este tiempo
de adviento traiga vientos de humanidad y reconciliación.
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