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viernes, 20 de diciembre de 2013

“Hay que saber de dónde venimos para poder imaginar hacia dónde vamos”

Escrito por Macky Arenas 14 de diciembre de 2013

Entrevista a Naudy Suárez – Historiador y presidente de la Fundación Rómulo Betancourt

Hay un antagonismo entre la formación doctrinaria y una práctica divorciada de la ética en la política. En su soberbia, los jóvenes creen que se las saben todas y puede resultar que de lo viejo, solo aprendan lo malo. Hay que ver la ignorancia histórica que revela el partido que encabeza hoy el gobierno, señala el profesor universitario especializado en la historia contemporánea venezolana.

Naudy Suárez, andino y riguroso, comenzó en la política desde muy joven como militante activo de la Democracia Cristiana. En un seminario católico estudió Humanidades y Filosofía. Allí se formó su profundo concepto religioso de la vida. Se graduó de periodista en la UCV. Hoy es profesor universitario y un apasionado investigador sobre historia de las ideas. Le ha seguido los pasos a las corrientes políticas venezolanas, al punto de que Rómulo Betancourt decía a los adecos que se acercaban para saber de su trayectoria: “En vez de venir aquí, vayan a Copei y busquen a Naudy Suárez, ese sabe más de mí que yo mismo”.  Hoy dirige la Fundación que lleva el nombre del político emblema de la democracia en este país. Estas son sus reflexiones para los lectores de ABC de la Semana.

—  ¿Qué efecto ha tenido, en la política venezolana, el abandono de la formación en los cuadros juveniles?

—  No pienso que fue la juventud la que abandonó la formación. Si existe alguna responsabilidad la ubico en los dirigentes políticos. Si nos ponemos en plan comparativo, no hay duda de que en Venezuela hay dos fuerzas políticas, las cuales tuvieron más éxito en las últimas décadas: Acción Democrática, que derivó hacia la socialdemocracia y Copei, de tendencia socialcristiana. Sus dirigentes, Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, entendieron que sus partidos debían ser fuerzas potenciadas por un pensamiento, una doctrina. De allí que la expresión “partidos doctrinarios” fue muy de esos tiempos. Desafortunadamente, hoy “doctrina” es casi una mala palabra para estas generaciones políticas.

—  ¿Hay razones para ello?

—  A juicio de algunos, seguramente que sí. ¿Pero cómo debe llamarse a un pensamiento que vaya detrás  de una propuesta o programa político, sino doctrina? Pero lo importante es que la doctrina estuvo respaldando proyectos políticos que se demostraron durables  en el tiempo, de largo alcance. Esa gente creó cuadros bien provistos desde el punto de vista del pensamiento.

—  ¿Será por eso que el declive del sistema político coincide con la entrada al pragmatismo?

—  Hay un antagonismo entre la formación doctrinaria y una práctica divorciada de la ética en política. Hace unos años, Dhinora Carnevalli escribió una tesis denominada “Araguatos, astronautas y avanzados”, nombres que representaban un grupo de corrientes de tipo doctrinal que aparecieron al interior de Copei entre los años 60 y 70.

—  ¿Esa diversidad enriquecía el debate o complicaba las cosas?

—  Justamente, aparecieron esas corrientes como resultado del interés que los jóvenes de entonces tenían por la doctrina, en ese afán de encontrar los términos que servirían de orientación para una mejor práctica política. Los más radicales eran los astronautas, los avanzados se ubicaban en una vía media y los araguatos eran los más conservadores. Pero lo cierto es que había interés doctrinario y eso llevaba a confrontaciones entre los partidos. El PC de la época, ligado a Moscú y teledirigido desde La Habana -porque Cuba hacía la intermediación- se liaba en fuertes debates con la DC y otras juventudes que también sostenían posiciones doctrinarias sobre los grandes temas políticos y sociales. Era extraordinario. Las convenciones juveniles de un partido como Copei ocupaban las primeras planas de los diarios de la época. Las discusiones eran reseñadas con gran respeto.

¿Partidos políticos o movimientos electorales?

—  ¿Qué pasa hoy en día?

—  En mi opinión, hoy el liderazgo nuevo se conforma con muy poco en lo que se refiere a la educación de sus juventudes políticas.

—  Uno los siente más ávidos de poder que cualquier otra generación. Y no es que el político no deba buscarlo, pero el poder, por el poder mismo, conlleva muchos riesgos y revela profundas carencias, ¿no cree?

—  ¡Por cierto! Si partidos como Copei y AD, siendo partidos doctrinales, llegaron a sufrir serias crisis y fueron duramente atacados por el pragmatismo rampante, ¿qué puedes esperar para partidos que le ponen muy poca o ninguna atención a la formación doctrinal?

— ¿Pero esto que tenemos ahora pueden llamarse partidos o más bien movimientos electorales? Los partidos políticos son básicos para la democracia y si andan sobre dos patas, una de ellas tiene que ser la formación para que sus propuestas estén sustentadas por una doctrina sólida, ¿no es así?

—  Los partidos “estrella” o modelos desde el punto de vista histórico, AD y Copei, sobre los cuales conozco muy bien cómo llegaron a crearse y a ser tan poderosos, no improvisaron en esta materia. Detrás de esos partidos había un liderazgo formado para comenzar ellos mismos y en condiciones mucho más adversas. Fueron líderes que leyeron teoría política en las cárceles o en el destierro. Los más privilegiados, en las universidades. Asimilaron esas enseñanzas, las cuales, además, debieron “nacionalizar” pues las grandes corrientes ideológicas eran internacionales.

—  ¿Pueden, entonces, los líderes actuales, darse el lujo de desechar a los mayores, al pasado, al aprendizaje sobre toda esa trayectoria de los grandes partidos nacionales?

—  De hecho, lo hacen, pero a mi manera de ver detrás de eso hay una enorme ignorancia. Además, una falta de perspectiva. Me da la impresión de que estos muchachos no leen historia. Tal vez lo básico, pero así no se generan los grandes programas políticos y los proyectos de trascendencia para el país. ¿Cómo lo hicieron antes? ¿Sobre qué bases los montaron? Sobre una mezcla de lecturas y meditación sobre Venezuela, inspirada por su conocimiento de la historia. Me temo que si le haces un examen de historia elemental o de geografía a nuestros actuales dirigentes políticos saldrían raspados. Si son de oposición es lamentable, ¡aunque del gobierno ni hablar! El caso famoso es la Geografía de Venezuela que maneja el señor Maduro, quien se ha atrevido a crear “estados” nuevos, lo que demuestra una grave ignorancia de lo básico. ¿Cómo cambias al país  si no lo entiendes, si no conoces su historia?

—  Hay una tendencia a creer que el mundo marcha por derroteros esencialmente tecnológicos y que ya ciertas cosas del pasado no cuentan tanto como ver hacia el futuro. ¿Por qué la historia es importante?

—  Se ha dicho mucho que hay que saber de dónde venimos para poder imaginar hacia dónde vamos. Es ya casi un lugar común aceptar que si no conoces el pasado repetirás los errores. La meditación histórica, no sólo pretérita sino reciente, es de primordial importancia. Es preciso conocer y respetar la experiencia democrática iniciada en 1958, la más exitosa en la historia política del país desde 1830 hasta nuestros días. Esa experiencia se edificó sobre la base de una profunda meditación y autocrítica que se hizo de lo que había sido la historia política venezolana desde la muerte de Gómez hasta entonces, en particular, de una manera razonable, sobre lo que habían significado los casi 10 años de la década militar 48 al 58.

El legado de Chávez

—  Los jóvenes de entonces, ¿cómo asumieron ese proceso de revisión?

— Me asombra cómo se manejaron los políticos, no sólo los que en aquél momento eran jóvenes, por sólo mencionar dos que militaban en corrientes distintas, Luis Herrera y Domingo Alberto Rangel, “pinos nuevos” en aquél paisaje político del 58. Mostraron una gran madurez y disposición a corregir errores, tanta como la que exhibían los mayores como Betancourt, Caldera, López Contreras, quienes sacaban sus cuentas admitiendo sus fallas. La misma actitud que debían tener los jóvenes de hoy, a más valdría admitir sus ignorancias y ponerse a repararlas, a llenar sus vacíos. Hay que ver la ignorancia histórica que revela un partido como el que encabeza hoy el gobierno en Venezuela, ¡el Psuv! ¡Verdaderamente monumental!

—  Ignorancia que data desde Chávez…

—  El difunto Presidente Chávez inauguró ese “estilo”. Recuerdo cuando hablaba del Pacto de Puntofijo. Yo, que lo he leído y releído, me daba perfecta cuenta de que jamás se había paseado por él, a pesar de que apenas tiene unas 4 cuartillas. Decía tales barbaridades que sólo podían ser atribuidas a un craso desconocimiento de su texto.

—  Repiten clichés como que fue un Pacto entre oligarquías y que todo lo que de allí derivó es execrable…

— Por eso están condenados a fracasar. La mejor alabanza escrita que existe al Pacto de Puntofijo provino de uno de los más eminentes consejeros de este gobierno autodenominado “revolucionario”. Son las alabanzas más razonadas, escritas a cosa de dos o tres meses de haberse firmado el Pacto, a pocos días de celebradas las elecciones que le dieron el triunfo a Rómulo Betancourt, el 7 de diciembre de 1958. El hombre que ponderó de esa manera el Pacto de Puntofijo hoy está a la cabeza de lo que podríamos llamar “el cinismo histórico nacional” y se llama José Vicente Rangel.

—  ¿A qué se debe la imposibilidad de conseguir, al cabo de casi 19 años, una salida a la difícil situación en que se encuentra el país?

—  Creo que tanto gobierno como oposición han “cooperado”. Por el lado del gobierno hay un empeño en copiar modelos fracasados. Estamos a menos de 4 años de cumplirse 100 de aquella Revolución de Octubre que dio paso a la primera experiencia de lo que, en su propio lenguaje, llaman los comunistas “el socialismo real”. Eso fue en 1917 y se cumple el centenario en el 2017. Esa revolución deslumbró al mundo entero, pero sobre todo a los jóvenes, que la veían como el faro, la estrella guía. Escalonadamente aparecieron nuevas experiencias inspiradas en ese modelo, marcado por Marx y Lenin, en Europa del Este, en China y en otros países de Asia y África; penúltimamente en Cuba y últimamente en Venezuela. Ellas no son más que la historia de un fracaso continuado. Muchos bien intencionados, pero para ellos se cumple el refrán que dice “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”. Cito el caso del centenario pues es hora de hacer balance y reclamar racionalidad a quienes quieren seguir conduciendo a Venezuela por un camino probadamente fracasado.

—  ¡Y a qué costo!

—  No fue un fracaso inocuo sino enormemente costoso, desde todos los puntos de vista, político, social y, sobre todo, desde el punto de vista de los derechos humanos, que es lo más importante.

—  ¿Y la parte que le toca a la oposición?

—  Está en el deber de elaborar una propuesta fiable, con base, motorizada por grupos políticos capaces de combinar doctrina con mística. Recalco que, en su soberbia, los jóvenes creen que se las saben todas y puede resultar que de lo viejo solo aprendan lo malo.

—  Puede ser que piensen que no hay nada bueno que aprender, que hay que reconstruir todo, la misma tesis de Chávez al principio cuando convocó la Constituyente…

—  Una falta de madurez política. La experiencia vale mucho. Se aprende de los éxitos pero también de los fracasos. Por estos días se ha vuelto a pensar que una de las experiencias políticas más exitosas de la historia comenzó cuando tres o cuatro líderes europeos, algunos de ellos ancianos como Adenauer, otros menos ancianos pero todos maduros, como De Gásperi y el francés Shuman, se pusieron de acuerdo para echar a andar una experiencia de distinto signo, de unidad, la cual, iniciándose de una manera modesta, se llama hoy la “Unión Europea”, que ya cuenta con 30 países unidos para terminar con sus problemas, siendo en lo básico exitosa pues le está garantizando a Europa, por lo pronto, la libertad y el progreso social.


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