Escrito por Macky Arenas 14 de diciembre de 2013
Entrevista a Naudy
Suárez – Historiador y presidente de la Fundación Rómulo Betancourt
Hay
un antagonismo entre la formación doctrinaria y una práctica divorciada de la
ética en la política. En su soberbia, los jóvenes creen que se las saben todas
y puede resultar que de lo viejo, solo aprendan lo malo. Hay que ver la
ignorancia histórica que revela el partido que encabeza hoy el gobierno, señala
el profesor universitario especializado en la historia contemporánea
venezolana.
Naudy Suárez, andino y riguroso,
comenzó en la política desde muy joven como militante activo de la Democracia
Cristiana. En un seminario católico estudió Humanidades y Filosofía. Allí se
formó su profundo concepto religioso de la vida. Se graduó de periodista en la
UCV. Hoy es profesor universitario y un apasionado investigador sobre historia
de las ideas. Le ha seguido los pasos a las corrientes políticas venezolanas,
al punto de que Rómulo Betancourt decía a los adecos que se acercaban para
saber de su trayectoria: “En vez de venir aquí, vayan a Copei y busquen a Naudy
Suárez, ese sabe más de mí que yo mismo”. Hoy dirige la Fundación que
lleva el nombre del político emblema de la democracia en este país. Estas son
sus reflexiones para los lectores de ABC de la Semana.
— ¿Qué efecto ha tenido, en la
política venezolana, el abandono de la formación en los cuadros juveniles?
— No pienso que fue la juventud
la que abandonó la formación. Si existe alguna responsabilidad la ubico en los
dirigentes políticos. Si nos ponemos en plan comparativo, no hay duda de que en
Venezuela hay dos fuerzas políticas, las cuales tuvieron más éxito en las
últimas décadas: Acción Democrática, que derivó hacia la socialdemocracia y
Copei, de tendencia socialcristiana. Sus dirigentes, Rómulo Betancourt y Rafael
Caldera, entendieron que sus partidos debían ser fuerzas potenciadas por un
pensamiento, una doctrina. De allí que la expresión “partidos doctrinarios” fue
muy de esos tiempos. Desafortunadamente, hoy “doctrina” es casi una mala
palabra para estas generaciones políticas.
— ¿Hay razones para ello?
— A juicio de algunos,
seguramente que sí. ¿Pero cómo debe llamarse a un pensamiento que vaya
detrás de una propuesta o programa político, sino doctrina? Pero lo
importante es que la doctrina estuvo respaldando proyectos políticos que se
demostraron durables en el tiempo, de largo alcance. Esa gente creó
cuadros bien provistos desde el punto de vista del pensamiento.
— ¿Será por eso que el declive
del sistema político coincide con la entrada al pragmatismo?
— Hay un antagonismo entre la
formación doctrinaria y una práctica divorciada de la ética en política. Hace
unos años, Dhinora Carnevalli escribió una tesis denominada “Araguatos,
astronautas y avanzados”, nombres que representaban un grupo de corrientes de
tipo doctrinal que aparecieron al interior de Copei entre los años 60 y 70.
— ¿Esa diversidad enriquecía el
debate o complicaba las cosas?
— Justamente, aparecieron esas
corrientes como resultado del interés que los jóvenes de entonces tenían por la
doctrina, en ese afán de encontrar los términos que servirían de orientación
para una mejor práctica política. Los más radicales eran los astronautas, los
avanzados se ubicaban en una vía media y los araguatos eran los más
conservadores. Pero lo cierto es que había interés doctrinario y eso llevaba a
confrontaciones entre los partidos. El PC de la época, ligado a Moscú y
teledirigido desde La Habana -porque Cuba hacía la intermediación- se liaba en
fuertes debates con la DC y otras juventudes que también sostenían posiciones
doctrinarias sobre los grandes temas políticos y sociales. Era extraordinario.
Las convenciones juveniles de un partido como Copei ocupaban las primeras
planas de los diarios de la época. Las discusiones eran reseñadas con gran respeto.
¿Partidos políticos o movimientos
electorales?
— ¿Qué pasa hoy en día?
— En mi opinión, hoy el
liderazgo nuevo se conforma con muy poco en lo que se refiere a la educación de
sus juventudes políticas.
— Uno los siente más ávidos de
poder que cualquier otra generación. Y no es que el político no deba buscarlo,
pero el poder, por el poder mismo, conlleva muchos riesgos y revela profundas
carencias, ¿no cree?
— ¡Por cierto! Si partidos como
Copei y AD, siendo partidos doctrinales, llegaron a sufrir serias crisis y
fueron duramente atacados por el pragmatismo rampante, ¿qué puedes esperar para
partidos que le ponen muy poca o ninguna atención a la formación doctrinal?
— ¿Pero esto que tenemos ahora pueden
llamarse partidos o más bien movimientos electorales? Los partidos políticos
son básicos para la democracia y si andan sobre dos patas, una de ellas tiene
que ser la formación para que sus propuestas estén sustentadas por una doctrina
sólida, ¿no es así?
— Los partidos “estrella” o
modelos desde el punto de vista histórico, AD y Copei, sobre los cuales conozco
muy bien cómo llegaron a crearse y a ser tan poderosos, no improvisaron en esta
materia. Detrás de esos partidos había un liderazgo formado para comenzar ellos
mismos y en condiciones mucho más adversas. Fueron líderes que leyeron teoría
política en las cárceles o en el destierro. Los más privilegiados, en las
universidades. Asimilaron esas enseñanzas, las cuales, además, debieron
“nacionalizar” pues las grandes corrientes ideológicas eran internacionales.
— ¿Pueden, entonces, los líderes
actuales, darse el lujo de desechar a los mayores, al pasado, al aprendizaje
sobre toda esa trayectoria de los grandes partidos nacionales?
— De hecho, lo hacen, pero a mi
manera de ver detrás de eso hay una enorme ignorancia. Además, una falta de
perspectiva. Me da la impresión de que estos muchachos no leen historia. Tal
vez lo básico, pero así no se generan los grandes programas políticos y los
proyectos de trascendencia para el país. ¿Cómo lo hicieron antes? ¿Sobre qué
bases los montaron? Sobre una mezcla de lecturas y meditación sobre Venezuela,
inspirada por su conocimiento de la historia. Me temo que si le haces un examen
de historia elemental o de geografía a nuestros actuales dirigentes políticos
saldrían raspados. Si son de oposición es lamentable, ¡aunque del gobierno ni
hablar! El caso famoso es la Geografía de Venezuela que maneja el señor Maduro,
quien se ha atrevido a crear “estados” nuevos, lo que demuestra una grave
ignorancia de lo básico. ¿Cómo cambias al país si no lo entiendes, si no
conoces su historia?
— Hay una tendencia a creer que
el mundo marcha por derroteros esencialmente tecnológicos y que ya ciertas
cosas del pasado no cuentan tanto como ver hacia el futuro. ¿Por qué la
historia es importante?
— Se ha dicho mucho que hay que
saber de dónde venimos para poder imaginar hacia dónde vamos. Es ya casi un
lugar común aceptar que si no conoces el pasado repetirás los errores. La
meditación histórica, no sólo pretérita sino reciente, es de primordial
importancia. Es preciso conocer y respetar la experiencia democrática iniciada
en 1958, la más exitosa en la historia política del país desde 1830 hasta
nuestros días. Esa experiencia se edificó sobre la base de una profunda
meditación y autocrítica que se hizo de lo que había sido la historia política
venezolana desde la muerte de Gómez hasta entonces, en particular, de una
manera razonable, sobre lo que habían significado los casi 10 años de la década
militar 48 al 58.
El legado de Chávez
— Los jóvenes de entonces, ¿cómo
asumieron ese proceso de revisión?
— Me asombra cómo se manejaron los políticos,
no sólo los que en aquél momento eran jóvenes, por sólo mencionar dos que
militaban en corrientes distintas, Luis Herrera y Domingo Alberto Rangel,
“pinos nuevos” en aquél paisaje político del 58. Mostraron una gran madurez y
disposición a corregir errores, tanta como la que exhibían los mayores como
Betancourt, Caldera, López Contreras, quienes sacaban sus cuentas admitiendo
sus fallas. La misma actitud que debían tener los jóvenes de hoy, a más valdría
admitir sus ignorancias y ponerse a repararlas, a llenar sus vacíos. Hay
que ver la ignorancia histórica que revela un partido como el que encabeza hoy
el gobierno en Venezuela, ¡el Psuv! ¡Verdaderamente monumental!
— Ignorancia que data desde
Chávez…
— El difunto Presidente Chávez
inauguró ese “estilo”. Recuerdo cuando hablaba del Pacto de Puntofijo. Yo, que
lo he leído y releído, me daba perfecta cuenta de que jamás se había paseado
por él, a pesar de que apenas tiene unas 4 cuartillas. Decía tales barbaridades
que sólo podían ser atribuidas a un craso desconocimiento de su texto.
— Repiten clichés como que fue
un Pacto entre oligarquías y que todo lo que de allí derivó es execrable…
— Por eso están condenados a fracasar.
La mejor alabanza escrita que existe al Pacto de Puntofijo provino de uno de
los más eminentes consejeros de este gobierno autodenominado “revolucionario”.
Son las alabanzas más razonadas, escritas a cosa de dos o tres meses de haberse
firmado el Pacto, a pocos días de celebradas las elecciones que le dieron el
triunfo a Rómulo Betancourt, el 7 de diciembre de 1958. El hombre que ponderó
de esa manera el Pacto de Puntofijo hoy está a la cabeza de lo que podríamos
llamar “el cinismo histórico nacional” y se llama José Vicente Rangel.
— ¿A qué se debe la
imposibilidad de conseguir, al cabo de casi 19 años, una salida a la difícil
situación en que se encuentra el país?
— Creo que tanto gobierno como
oposición han “cooperado”. Por el lado del gobierno hay un empeño en copiar
modelos fracasados. Estamos a menos de 4 años de cumplirse 100 de aquella
Revolución de Octubre que dio paso a la primera experiencia de lo que, en su
propio lenguaje, llaman los comunistas “el socialismo real”. Eso fue en 1917 y
se cumple el centenario en el 2017. Esa revolución deslumbró al mundo entero,
pero sobre todo a los jóvenes, que la veían como el faro, la estrella guía.
Escalonadamente aparecieron nuevas experiencias inspiradas en ese modelo,
marcado por Marx y Lenin, en Europa del Este, en China y en otros países de
Asia y África; penúltimamente en Cuba y últimamente en Venezuela. Ellas no son
más que la historia de un fracaso continuado. Muchos bien intencionados, pero
para ellos se cumple el refrán que dice “de buenas intenciones está empedrado
el camino del infierno”. Cito el caso del centenario pues es hora de hacer
balance y reclamar racionalidad a quienes quieren seguir conduciendo a
Venezuela por un camino probadamente fracasado.
— ¡Y a qué costo!
— No fue un fracaso inocuo sino
enormemente costoso, desde todos los puntos de vista, político, social y, sobre
todo, desde el punto de vista de los derechos humanos, que es lo más
importante.
— ¿Y la parte que le toca a la
oposición?
— Está en el deber de elaborar
una propuesta fiable, con base, motorizada por grupos políticos capaces de
combinar doctrina con mística. Recalco que, en su soberbia, los jóvenes creen
que se las saben todas y puede resultar que de lo viejo solo aprendan lo malo.
— Puede ser que piensen que no
hay nada bueno que aprender, que hay que reconstruir todo, la misma tesis de
Chávez al principio cuando convocó la Constituyente…
— Una falta de madurez política.
La experiencia vale mucho. Se aprende de los éxitos pero también de los
fracasos. Por estos días se ha vuelto a pensar que una de las experiencias
políticas más exitosas de la historia comenzó cuando tres o cuatro líderes
europeos, algunos de ellos ancianos como Adenauer, otros menos ancianos pero
todos maduros, como De Gásperi y el francés Shuman, se pusieron de acuerdo para
echar a andar una experiencia de distinto signo, de unidad, la cual,
iniciándose de una manera modesta, se llama hoy la “Unión Europea”, que ya
cuenta con 30 países unidos para terminar con sus problemas, siendo en lo
básico exitosa pues le está garantizando a Europa, por lo pronto, la libertad y
el progreso social.
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