Escrito por Trino Márquez (sociólogo) Jueves, 19 de
Diciembre de 2013
@trinomarquezc
El Gobierno –ayudado por la presidenta
del CNE, Tibisay Lucena- trata de maquillar y ocultar su fracaso en las
elecciones del 8-D, insistiendo en que obtuvo una ventaja en los votos globales
emitidos y en el número de alcaldías obtenidas. Vista desde esta perspectiva,
habría que admitir que superó a la
oposición, aunque no a quienes difieren del régimen, por un estrecho margen, en
el caso de la votación general; y por una cómoda cantidad en el total de los
municipios.
En el fuero interno, sin embargo, la dirigencia
del PSUV tiene que estar muy preocupada por lo ocurrido en las grandes
capitales y en bastiones que durante años habían logrado controlar, como
Barinas y Maturín. Haber perdido en nueve de las doce ciudades más populosas de
la nación fue un duro revés para un proyecto hegemónico que pretende
implantarse en una sociedad fundamentalmente urbana. El PSUV se ruralizó. Esto no estaba en sus planes. La derrota en
Barinas tuvo un sabor aún más amargo: se produjo en la capital del estado donde
nació el fundador del movimiento y padre de la “revolución” bolivariana, la
fecha decretada por la cúpula del partido como el Día de la Lealtad y el Amor
al Comandante Supremo Hugo Chávez. El ardid no funcionó ni en la ciudad
llanera, ni en otros centros urbanos.
La victoria de la alternativa democrática en la Alcaldía
Metropolitana, Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, San Cristóbal, Mérida,
Porlamar y otras ciudades relevantes, fue producto de múltiples factores entre
los que debe destacarse la calidad de
los candidatos electos en las primarias de febrero de 2012, la precaria gestión
de los alcaldes oficialistas y la cohesión que se obtuvo con la Unidad, que
permitió potenciar el esfuerzo de Henrique Capriles y la MUD. Si el espectáculo
tan lamentable que se vio en El Hatillo se hubiese multiplicado en todo el
territorio nacional con varios candidatos opositores optando por cada alcaldía,
el triunfo del Gobierno habría sido arrollador. Probablemente los aspirantes
distintos a los oficialistas no habrían ganado en ningún núcleo urbano
significativo, el país estaría totalmente teñido de rojo y para los jerarcas
del régimen sería más fácil imponer un esquema autoritario y monolítico desde
Miraflores y La Habana. La Unidad demostró una vez más ser el hilo conductor y eje
ordenador de la actividad opositora. Una clara mayoría de los candidatos que
desconocieron los acuerdos unitarios y se lanzaron por su cuenta fueron
devorados por la polarización.
La Unidad permitió resistir el
ventajismo escandaloso, las amenazas contra dirigentes como Antonio Ledezma,
Gerardo Blyde y Miguel Cocchiola, y la ofensiva global del Gobierno durante las
semanas previas a la realización de la consulta. Según el rector Vicente Díaz,
los pasados comicios fueron los más desequilibrados e inequitativos de los que
se tenga memoria durante los últimos quince años, y eso que durante estos tres
lustros el abuso de poder ha sido el
signo dominante de los sufragios. Sin la fuerza de la Unidad esos dirigentes, y
muchos otros, habrían sido fulminados sin que los sectores de la oposición
hubiesen podido reaccionar para evitar el ajusticiamiento.
A partir de 2006, cuando un acuerdo
unitario permitió seleccionar a Manuel Rosales candidato presidencial, la
Unidad se convirtió en la principal divisa opositora. A la fuerza que se deriva
de esa cohesión le teme el régimen, por eso la hostiga, la descalifica, la
amenaza. Sabe que mientras la Unidad exista, es posible acabar con la tiranía
impuesta por el tándem cubano-madurista.
Entre las elecciones del 8-D y la próxima
consulta nacional importante pasarán casi dos años. Los líderes de la oposición
no estarán apremiados por la artesanía que toda cita comicial implica. La MUD
tendrá suficiente tiempo para renovarse de acuerdo con los principios
democráticos que se han ido imponiendo en su interior. Así como se organizaron
las primarias de 2012, del mismo modo podría diseñarse un método de consulta
participativo que permita refrescar el liderazgo de la MUD.
Lo que sería criminal es que, en
nombre de las diferencias inevitables y saludables existentes, se desaten
fuerzas centrífugas que atomicen a la dirigencia democrática y la conviertan en
un archipiélago de grupos sin la menor posibilidad de incidir en el porvenir
nacional. ¡Cuidado con la argentinización de la oposición! Este suicido
garantizaría que el régimen rojo se eternice y Venezuela se cubanice
totalmente.
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