Escrito por Víctor Maldonado C. Lunes, 09 de Diciembre de
2013
El terrorismo de Estado es una
calamidad impuesta por quienes detentan el poder institucional aduciendo la
defensa de “verdades absolutas” (por ejemplo el socialismo) que no solo
excusarían, sino justificarían la aplicación de medidas coactivas violatorias
de derechos humanos. Así lo define el filósofo y politólogo Ernesto Garzón
Valdés en uno de sus libros llamado “Calamidades”. El terrorismo de Estado es
una calamidad precisamente porque es una desgracia que resulta de acciones
humanas intencionales, de esas que generan responsabilidades porque son acción
de gobierno y decisiones que se quieren hacer pasar por políticas públicas.
Estamos sometidos por un régimen que
nos quiere imponer por la fuerza un comunismo militar en donde se confunden lo
peor de las experiencias izquierdistas con lo peor de las prácticas de la ultra
derecha. Al fin y al cabo esos extremos se encuentran en la pretensión de
invadir totalmente los espacios de autonomía de los individuos, de las
familias, de las empresas, de la cultura, de la sociedad, para reducirnos a ser
parte de un plan, o peor aún, de las reflexiones delirantes de un militar,
supuestamente recogidas en un libro azul. El terrorismo de Estado es libreto
que se aplica sin importar el contexto, sin pensar en atenuantes. Es, en suma,
intentar alcanzar los objetivos sin tomar en cuenta ni los costos ni las
formas; de una manera brutal.
Lo interesante de seguir los
argumentos de Ernesto Garzón Valdés es que nos proporcionan sentido de realidad
y nos indican que poco de lo que está ocurriendo es inédito o casual. Porque
terrorismo de Estado es un tipo de ejercicio del poder estatal practicado en
América Latina (en los períodos de dictadura) que está caracterizado por
las siguientes notas, y en todas ellas nos vemos reflejados con una claridad
vergonzosa:
- Afirmación
de la existencia de una “guerra vertical” con un enemigo infiltrado en
todos los niveles de la sociedad, que suele actuar como agente de una
confabulación internacional cuya finalidad es la eliminación de valores aceptados
como absolutos por quienes detentan el poder. Y la necesidad de responder
con el terror y la movilización general a esa guerra. En eso consiste la
invocación recalcitrante a la “guerra económica contra el socialismo y el
legado de Chávez”. Esa excusa les concede el permiso de ir “con todos los
hierros” contra los supuestos conjurados, a los que hay que acabar, con
los cuales no cabe consideración alguna.
- Delimitación
imprecisa de los hechos punibles y eliminación del proceso judicial (y de
los derechos humanos concomitantes) para la determinación de un delito. En
eso consiste la realización de esas detenciones televisivas, de esas
acusaciones de espectáculo, y esas órdenes que exigen vaciar anaqueles por
usura. Ninguna de ellas está argumentada en base a la ley pero todas ellas
están soportadas por el linchamiento que “merecen” los supuestos enemigos.
- Imposición
clandestina de medidas de sanción estatal prohibidas por el orden jurídico
oficialmente proclamado. De eso se tratan los allanamientos, ocupaciones,
desapariciones, extorsiones, torturas e imposición de la Fuerza Armada
como principio y finalidad que no tiene límites ni éticos ni mucho menos
legales.
- Aplicación
difusa de medidas violentas de la privación de la libertad, la propiedad,
o la vida, sin importar grado de culpabilidad, porque la aplicación de la
violencia indiscriminada y desproporcionada a víctimas inocentes
contribuye a reforzar la eficacia del “terror”. No solo nos estamos
refiriendo a detenciones, expoliaciones y otras arbitrariedades. También
aludimos a la presencia activa e impune de colectivos armados que actúan
por cuenta del régimen. Este fin de semana vimos como las bandas
motorizadas hicieron el trabajo sucio de amedrentar y de oscurecer la
parte final del proceso electoral. Allí están las fotos que corren en las
redes sociales, las de los motorizados y las de la violencia y homicidio
que lamentablemente provocaron.
- Infundir
en la población el temor fundado de que, en principio, nadie está a salvo
de la coacción arbitraria por parte de los órganos gubernamentales y
grupos paragubernamentales aliados. Dicen en Venezuela que en ese caso
“todos tenemos un número marcado en la frente y en la espalda”. No importa
estrato empresarial o condición social. Todos estamos amenazados por la
violencia, la exclusión, la persecución, desaparición, involucramiento en
procesos viciados, e incluso la muerte. Pregunten a jóvenes periodistas
cómo se sienten, cómo viven a partir de una citación en la fiscalía.
- La
arrogancia con la que se imponen las medidas y la forma como transcurren
episodios aparentemente republicanos como unas elecciones. La noche del
domingo el CNE dio una demostración de esta característica cuando leyó los
resultados con el evidente sesgo y desparpajo de quienes sienten que no
tienen que negociar con nadie su falta de decoro. Y un poco antes la
intervención de Diosdado, claramente articulado con lo que vendría
después. Es la misma prepotencia con la que se desconoce a la mitad del
país y con las que se impone un proyecto comunista que nadie quiere. Es la
misma petulancia con la que se presentan ministros a insultar antes que a
informar, a amenazar antes que responder responsablemente por las
consecuencias de sus actos. Es la pedantería del que siente que no tiene
que rendir cuentas.
Este tipo de gobiernos sabe que debe
pagar el costo. Intentan compensarlo con ideología, propaganda y culto a la
personalidad. Aquí hay una buena mezcla de todo, pero aliñada con la
cooperación de la ignorancia que compra barato el cuento y se resiste a valorar
apropiadamente los datos de la realidad. Empero, es bueno saber en qué consiste
lo que estamos viviendo y cuál es la valoración ética que sufre este tipo de
regímenes, lamentablemente típico de los populismos latinoamericanos. Son, ni
más ni menos, una calamidad insufrible que luego de pasar pagan con creces sus
desafueros. Ni uno solo ha pasado el juicio de la historia. Ninguno ha sido
recordado por los pueblos que los sufrieron. En nuestro caso, ese será su
destino.
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