Por Ramón
Peña, 09/12/2013
No
sabemos si la señora que dirige el organismo comicial y el teniente que
acuartela la Asamblea Nacional estén familiarizados con la literatura del
barroco español. Podría ser, o tal vez es un instinto natural, que alimentado
por la picardía y el embuste, remeda con lujo la picaresca y evoca aquella
pieza teatral de Lope de Vega, Las cuentas del gran capitán, en la que
un comandante del ejército de Fernando de Aragón, luego de hacer fiesta de los
fondos del reinado en una campaña, envuelve los números de sus gastos con brillante
ingenio e ironía.
Tales
dotes afloraron anoche en la puesta en escena para acomodar a conveniencia los
números de las municipales. Primero, una bufonesca cadena del teniente
ofreciendo un preámbulo del “rotundo triunfo” (conocido ya que no era tal), que
pronto anunciaría la presidente del CNE, y luego, ésta presentando
ingeniosamente los resultados. Para disimular que la oposición había controlado
las principales urbes del eje centro occidental, conquistado la emblemática Barinas,
prevalecido en la capital y, que con los resultados en 75% de las alcaldías, ya
la oposición igualaba su número anterior, nuestra gran capitana echó mano de los
totales nacionales, no obstante que hace una semana el CNE advertía que no
presentaría las cifras globales. En suma, anunció 49.24% de los votos para el
régimen y 42.72% para la oposición. El restante 8.04% quedó desestimado como si
se tratara de alienígenas ajenos a las posturas en controversia. Pero bien sabe
la señora que el régimen ha reiterado ad
nausean que el que no esté con ellos está en contra, de modo que si sumaba,
su lectura correcta habría sido: oposición 50.76% y régimen 49.24%.
Sin
dejarse intimidar por plasmas, saqueos, amenazas, chantaje y toda suerte de bribonerías la mitad de todos
dijo de nuevo ¡No quiero este proyecto!
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