Doce meses y otra vez estamos aquí. Días de sopesar lo logrado y postergar para el nuevo año todo lo que nos faltó por cumplir. ¿Qué ha cambiado en Cuba –y en cada uno de nosotros- desde aquel diciembre de 2012 en que también pasábamos balance? Poco y mucho. En el pequeño espacio de mi vida personal, me parece que todo se movió a un ritmo inusitado, sin embargo para el tiempo de una nación eso es apenas un temblor, una ligera sacudida. Enero comenzó con la Reforma Migratoria y en los meses siguientes fueron muchas las veces que dijimos adiós. Ya sin esa sensación de no retorno que teníamos antes, de salida definitiva y exilio de por vida –es cierto- pero seguimos restando nombres de la agenda telefónica, a una velocidad preocupante. Nuestra condición de “isla en fuga” se acrecentó, esta vez dentro de un marco legal que la permite y aúpa.
Las diferencias sociales se hicieron más agudas. El número de mendigos y gente hurgando en la basura creció. Sin embargo, muchos autos modernos comenzaron a rodar por nuestras deterioradas calles y más de un nuevo rico pasó sus vacaciones al otro lado del Atlántico. Si algo caracterizó a este 2013, son las polarizadas historias que se pueden escuchar sobre él. Anécdotas de familias que abrieron restaurantes de lujo en el corazón de La Habana y de otras que ya no toman café porque no pueden pagar su precio liberado. Unos que esperan a las afueras de una boutique para comprarse unos tenis Adidas y otros que aguardan a las afueras de un comedor, para que les regalen las sobras que llevarán a casa. Vivimos tiempos de altos contrastes, días de fotos desentonadas por el laboratorio de la vida. Un año también en que el discurso ideológico se distanció aun más de la realidad.
La represión, por su parte, aumentó. En la misma medida en que la sociedad civil creció y empezó a tomar ciertos espacios. La batalla por el monopolio informativo, la perdió en este 2013 el gobierno y la ganaron las redes clandestinas de audiovisuales, noticias y libros digitales. Pudimos enterarnos mejor de lo que ocurría, pero de ahí a poder convocarnos y aglutinarnos falta un buen tramo largo todavía. La vida se hizo más cara para todos, los privilegios y las prebendas se concentraron en una élite muy arriba y la lucha contra la corrupción alcanzó a algunos, evadió a otros. Las remesas llegadas desde el extranjero junto al subsidio venezolano, evitaron el colapso, pero los números rojos evidencian que las reformas económicas han fallado. Al menos, no han podido ofrecerles a los cubanos una vida mejor, un motivo para quedarse en esta tierra.
El mundo nos dio algunas lecciones, entre ellas las imágenes de Kiev donde tantos han perdido el miedo. Fidel Castro se desdibujó un poco más, en esa larga muerte en vida que ya dura siete años. ¿Y la libertad? Esa, esa vamos a ver si nos la ganamos y la alcanzamos en 2014.
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