Luis Ugalde 12 de diciembre de 2013
Nota previa: el proceso electoral más
ventajista y abusivo del poder ha concluido con resultados agridulces para
ambos bloques.
La Palabra de Dios “vino a los suyos y
los suyos no la recibieron” (Juan 1,11). También hoy Jesús es rechazado por
muchos que, proclamándose “suyos”, no reciben al pobre, al hambriento, al
encarcelado, al desterrado… (Mateo 25, 42).
Mandela nació y vivió en un horrendo
sistema de Apartheid donde sólo la minoría blanca era gente. La justa
indignación lo llevó a la violencia contra ese sistema y a una larga cárcel de
27 años en la que se encontró con su pueblo de otra manera: en la oscuridad
externa se iluminó la luz interna: “Nadie tiene más amor a otro que quien da la
vida por él”. Salió a dar su propia vida para que en Sudáfrica negros y blancos
juntos tuvieran vida. Hoy su muerte es vida espiritual y luz para la humanidad.
Sólo reciben a Jesús quienes escuchan
y entienden: “Lo que hicieron con uno de estos más pequeños conmigo lo
hicieron” (Mateo 25,40). Este es el misterio humano-divino de la Navidad. El
Papa Francisco siente gran resistencia de quienes diciéndose cristianos rechazan
la inseparable dimensión social de la vida de Dios hecho humano y hermano en
Jesús; y en la reciente exhortación “Alegría del Evangelio” (Gaudium Evangelii)
expresa su justa indignación papal sobre esa resistencia atrincherada en
prejuicios e injusticias:
“¡Cuántas palabras se han vuelto
molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable
de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes,
molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable
de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un
compromiso por la justicia. Otras veces sucede que estas palabras se vuelven
objeto de un manoseo oportunista que las deshonra. La cómoda indiferencia ante
estas cuestiones vacía nuestra vida y nuestras palabras de todo significado. La
vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar
por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al
bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos
los bienes de este mundo” (N. 203).
Ya algunos acusan al papa de
complicidad con el comunismo por afirmar que no basta la economía de mercado
para que una sociedad marche bien. Hay sociedades que, con ética personal,
responsabilidad social e instituciones, hacen que la “economía de mercado”
funcione como un buen instrumento para la vida y dignidad de todos; y otras en la que el mercado endiosado e
intocable inmola millones de seres humanos ante el altar del dinero y del
poder. Ningún papa condenó tan tajantemente como Pío XI el comunismo
leninista-estalinista, hasta afirmar en 1931 que “nadie puede a la vez ser buen
católico y verdadero socialista” bolchevique (Quadragesimo Anno n. 120). Pero
al mismo tiempo él señaló la enfermedad capitalista y las consecuencias del
espíritu individualista, sin sentido de responsabilidad social y sin ley que lo
encauce y frene sus abusos: “La libre concurrencia se ha destruido a sí misma;
la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente al
deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía
toda se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz.”(Q.A.n 109). Ese mundo sin
alma provocó el triunfo bolchevique en Rusia (1917), la Gran Crisis de 1929 y
el triunfo nazi (1933) en una Alemania derrotada y en la miseria, humillada y
deseosa de revancha; y llevó a las dos guerras mundiales más espantosas con 100
millones de muertos.
Hoy y aquí la verdadera Navidad
molesta a los que tienen el poder y desde el Gobierno violan sistemáticamente
la Constitución, abusan con el árbitro electoral y con el estatismo destruyen
la educación democrática, la vida económica productiva y las bases mismas de la
democracia social en libertad y justicia. A otros molesta que la Iglesia no se
arrodille ante el altar del dios absoluto e intocable del mercado y pida
equilibrio y contrapesos entre libertad ciudadana y económica y las
instituciones públicas de bien común, con responsabilidad social de ciudadanos
y empresarios; todo alimentado espiritualmente por la ética y el amor al
prójimo.
En esta Navidad 2013 es imprescindible
que los “suyos” (en principio somos todos) recibamos a Jesús con el compromiso
de ir a la reconstrucción democrática nacional contra viento y marea, basados
en el reconocimiento del otro y en la ética. Sin prosperidad y oportunidades
para los pobres, no hay futuro para nadie en Venezuela. Y no habrá futuro para
los pobres si no florecen las libertades y creatividad personales y si ellos no
se convierten en 10 millones de trabajadores aliados a empresarios con ética,
capacidad empresarial y responsabilidad social.
¡Feliz Navidad con responsabilidad que
se extiende hacia el año nuevo!
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