ÁLVARO REQUENA 20 DE DICIEMBRE 2013
Desde hace casi 2.000 años una parte
numerosa de la humanidad celebra el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios,
redentor de la humanidad, traído al mundo por María, la virgen inmaculada, cuya
fiesta celebramos el pasado 8 de diciembre.
Esas, sí son fiestas para celebrar con
gran alegría, en unión de los seres queridos y de todos los creyentes, que,
afortunadamente, somos muchos.
El 8-D, este año, tuvo otros intereses
que llamaron nuestra atención y la de otros venezolanos, no todos, solo un poco
menos de la mitad; 48% sentimos interés en ir a votar en las elecciones
locales, el resto se quedó en sus casas, esperando que otros hagan lo que ellos
no hicieron. Para las personas con intereses espirituales hubo momentos felices
que combinaron muy bien con el rezo, las celebraciones de la Inmaculada y la
caminata al centro de votación.
Otras celebraciones propuestas, como
las que decretó el gobierno sobre la conmemoración de la memoria del chavismo,
no sé qué pasó, veo poca televisión –que está fastidiosa, desinformada y pro
oficialista– y, como todos, no me entero de casi nada de lo que pasa en
Venezuela, excepto de la propaganda gubernamental, cuando no cambio de canal o
no le bajo el volumen mientras dura.
El gobierno no gobierna, da patadas a
la lámpara y a la economía, se burla de los votantes, no respeta el deseo del
ciudadano, decreta poderes paralelos, manipula a su antojo la Constitución y,
además, pretende ser el paladín de la moralidad, de la ética y de la justicia,
sin tener la limpieza de alma y la generosidad que tales actitudes demandan.
Reflexionar sobre Venezuela en esta
Navidad es poco estimulante. Está claro que el nivel de compromiso con nuestra
tierra es todavía informal, infantil, poco desarrollado y carente de la solidez
y solidaridad que las circunstancias exigen al ciudadano. No nos matamos por
nadie, ni por nada. Tampoco queremos sufrir para ser mejores. Queremos éxito,
dinero, bienes, poder, paz y seguridad, pero no cedemos ni un poquito en
nuestras comodidades ni en nuestra crítica a los demás y mucho menos en las
exigencias que hacemos a otros y, ¡casi no les ayudamos!
Por el momento muy poco podemos hacer
por nuestra patria, excepto ver cómo otros la van mermando. En el futuro,
espero que haremos mucho, pero primero tenemos que sufrir indignación,
manifestar nuestro disgusto, compartirlo y, finalmente, darnos cuenta de que no
son los demás quienes deben hacerlo por nosotros, somos nosotros mismos quienes
lo haremos, cuando seamos más maduros, responsables y solidarios.
Entretanto, disfrutaremos en familia
la Navidad y recordaremos que tenemos la obligación de ser constantes,
solidarios, dispuestos al sacrificio y pacientes.
Feliz Navidad a todos y a aguantar,
trabajar, tener esperanzas y apoyarnos entre todos, que por ahí es que viene el
éxito.
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