MONS. BALTAZAR PORRAS sábado
21 de diciembre de 2013
Tenemos la obligación de
no ser ingenuos, ni comportarnos como manso rebaño
La navidad no se
decreta, y menos como fiesta hueca y sin sentido que nos haga olvidar la
realidad porque se convierte en manipulación, pan y circo. Navidad no tiene
sentido sin adviento. Sólo lo que se espera activamente, es decir, lo que se
asume como propio y querido, y por tanto, exige preparación y mimo. Para el
creyente auténtico, navidad es tiempo de alegría gozosa, de compartir sereno,
de construcción fraterna del futuro, de confianza y entrega a lo sencillo y
humilde, que tiene su mejor expresión en la cueva de Belén, en Jesús, hecho
Dios con nosotros.
Esta Navidad en Venezuela está transida de dolor y odio. Vivimos una locura
colectiva, aderezada con los tentáculos del poder que pretende hacerse
omnipresente, para que creamos que los males que padecemos son producto de unos
fantasmales ogros que devoran a toda la población. Tenemos la obligación de no
ser ingenuos, ni comportarnos como manso rebaño que acepta sin chistar la
fábula que presenta al gobierno como un Robin Hood salvador de los indefensos
ciudadanos de las garras de los ricos chupasangre.
El adviento es una invitación a convertir las espadas en arados y disfrutar de
la convivencia del niño con la serpiente y el león. Este pensamiento del
profeta Isaías no es simple poesía, sino un llamado a hacer del poder servicio.
Qué mejor ejemplo que el Hijo de Dios naciendo en un pesebre. Es el impacto de
los gestos y palabras del Papa Francisco, llenos de sencillez, buen trato y
bendición. No nos dejemos arrastrar por el aluvión de la ideología. El Adviento
y la Navidad son tiempo de gracia, llamado permanente a la fraternidad, a
asumir la diferencia como don y la acogida solidaria como premio. Esa es la
auténtica navidad cristiana. ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a
los hombres de buena voluntad!
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