Por José Sierra,
24/12/2013
El fin de semana pasado
fue uno de los mas placenteros que he disfrutado en mi ya larga vida, pues
celebramos el casamiento de nuestro hijo mayor Carlos Enrique con Marianita,
que desde hace bastante tiempo pasó a ser otra hija de nuestra familia. Pude
observar un grupo de chamos(as) (ya no tan chamos muchos de ellos) que
asistieron al casamiento con un profundo sentido de amor, respeto y
solidaridad, pues se han convertido en hermanos después de una relación de
muchos años, algunos de ellos desde que eran muy niños.
De las cosas que me
sorprendieron muy gratamente es que de ese maravilloso grupo de más de ciento
cincuenta jóvenes, la mayoría con sus novios(as) o esposas(os), una cantidad considerable
viajaron desde los países donde están residenciados para asistir al matrimonio.
Desde Cartagena en Colombia, Santiago de Chile, Norteamérica, Madrid y otras
ciudades españolas, Alemania, Ginebra en Suiza, Francia, Shangai y pare de
contar…
Ocasión excepcional
para preguntarles dónde y cómo viven, dónde trabajan, cómo se sienten, por
supuesto no expresé ni lo haré ahora ningún juicio de valor, pues cada quien y
más aún siendo jóvenes emprendedores, profesionales, bien educados y formados
en nuestros institutos de Educación Superior, deben hacer con sus vidas lo que
mejor consideren conveniente para ellos y su futuro. Simplemente me limité a
escuchar…
La energía desbordante
que se sentía en el ambiente, definitivamente no tiene precio, palpé sentimientos
ambiguos, encontrados, de añoranza por su país, de arrechera en unos casos por
dejar la patria, de satisfacción en otros por su nueva vida, de alegría por el
encuentro y tristeza porque en pocos días volverán a sus países.
Ellos y cientos de
miles, que ya se han convertido en millones, conforman la diáspora venezolana
regada a lo largo y ancho del planeta, buscando lo que su hermoso país no les
pudo dar, oportunidades, estabilidad, seguridad, formación y experiencia
profesional; en fin, futuro.
Para ellos que están
afuera y para los que están en Venezuela, unos pocos con planes de emigrar les
digo: Venezuela es su país, es su única patria, es el lugar donde tienen a su
familia, es donde están enterrados sus muertos, sus querencias, sus amigos
entrañables de toda la vida.
A todos, a los que
están aquí y a los que están allá les recuerdo que es hora de empezar a
devolver lo que Venezuela les ha dado, desde aquí o desde allá pueden hacer
muchas cosas para lograr un país mejor, una patria moderna, justa, más igualitaria,
con oportunidades. Si ya comenzaste muy bien no puedes parar nunca, y si no lo
has pensado, pues te llegó la hora…
Si yo viviera en otro
país… amaría con profunda pasión y esperanza a Venezuela.
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