MILAGROS SOCORRO 15 DE DICIEMBRE 2013
La inmensa y flagrante cadena de
abusos perpetrada por el gobierno, antes y durante las elecciones del 8D, está
a la vista del mundo. Todo está disponible en Internet, palpitante en su
bajeza, denuncia viva ante los ojos de quien quiera verlo. Y, sin embargo, hay
quien, incluso haciendo el inventario de las evidentes irregularidades,
concluye que la culpa de la tragedia venezolana es de una oposición que no ha
querido desalojar al régimen destructor, básicamente por su cobardía y su
negativa a mandar a la gente a tomar las calles.
Veamos un análisis típico. Allí se
enumera que:
1) El TSJ y todo el
sistema judicial fueron transformados por Chávez en un apéndice del PSUV, con
oficiales activos del ejército elegidos como jueces, “algo que ni siquiera los
peores dictadores latinoamericanos osaron hacer”;
2)Todos los medios masivos
de comunicación, salvo pocos diarios impresos, han sido estatizados o vendidos
a testaferros del gobierno, incluidas 300 estaciones de radio expropiadas en
los dos últimos años, “con lo cual durante la campaña para el 8-D, la oposición
fue prácticamente invisibles en los medios”.
3) Líderes sindicales han
sido encarcelados, exiliados o apaleados por hordas chavistas; 4)los directores
de campaña de Henrique Capriles son acosados, atacados por matones del PSUV,
destruidos moralmente sesiones de la AN y torturados por las fuerzas represivas
del Estado; 5) los empresarios no se atreven a hacer contribuciones a las
campañas por miedo a ser perseguidos o a que sus negocios sean mandados a
saquear; 6) las conversaciones privadas de los líderes de oposición son
grabadas y divulgadas por altos funcionarios en ruedas de prensa convocadas con
ese fin.
7) A Capriles le hicieron
atentados impunes en varios lugares del país; y el gobierno le impidió usar
transporte aéreo; 8) el uso de los recursos del Estado para las campañas
oficialistas fue grotesco, así como el comportamiento del CNE, ciego ante las
infinitas violaciones de la ley.
9) el pueblo opositor debe
enfrentarse con fuerzas hostiles de orden legal (policías y fuerzas armadas) e
ilegal (turbas de motorizados enviados por el Gobierno); 10) cada vez se
descubren más nexos de los gobiernos de Chávez y de Maduro con el narcotráfico
y mafias de todo pelaje. Esta semana el ABC, de España, publicó informó de que
cuando Maduro era canciller medió para que el FMLN mejorara su acceso al
tráfico de drogas, naturalmente usando para ello el territorio de Venezuela.
La mayoría de los observadores admiten
este contexto parcialmente o en bloque y, sin embargo, muchos de ellos siguen ese
camino para concluir que “los líderes de la oposición continúan comportándose
como si Venezuela fuera Suiza y la victoria a través de las urnas fuera una
posibilidad real”. Repiten la mentira según la cual la oposición “ha llamado a
sus seguidores a no transformar su enojo y frustración en actividad en las
calles”.
Y no falta quien reclame que Venezuela
no haya seguido el camino de Siria o Egipto, como si esos dos castigados
pueblos vivieran hoy algo distinto a una guerra civil o a la apropiación del poder
por los militares. Da la impresión de que a Venezuela se le reprocha no haberse
sumido en una guerra civil, negando con ello las muy sexy tomas de un huracán
de sangre en el Caribe.
La verdad es que la Unidad Democrática
está amarrada, por diseño de esa coalición de organizaciones políticas, a los
métodos democráticos para enfrentar un gobierno que no lo es. Eso implica,
naturalmente, un camino largo, que exige mucha paciencia y estaciones para
reflexionar y afinar estrategias.
Venezolano opositor que no esté
dispuesto a seguir la tediosa senda democrática, puede irse por la más rápida.
El verdadero radical, que no está hablando paja, es como el caballo viejo de
Simón Díaz: “No le obedece al freno ni lo paran falsas riendas”. Hasta el
momento, no hemos visto ninguno que le eche pichón.
La verdad es que la oposición siempre
ha estado en la calle, en esas miles de protestas, huelgas, paros cívicos y
tomas pacíficas que diariamente se producen en todos los confines de la
república.
La verdad es que la única ocasión en
que Capriles disuadió a sus seguidores de salir a la calle fue el 17 de abril
de 2013, después de varios días de manifestaciones (por las que el régimen lo
tildó de asesino), atendiendo informaciones de aliados que en el interior de
los cuerpos represivos según las cuales el régimen estaba listo para reprimir
con violencia.
La verdad es que el camino a la
democracia de Venezuela no empieza en Miami ni mucho menos en las barras de los
conspiradores. Aún así, largo y tortuoso, ya tenemos mucho avanzado. Y
seguimos.
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