Miguel Méndez Rodulfo
Caracas 14 de diciembre de 2012
Los comicios del 8D reflejaron una
realidad distinta a la que se atribuye el gobierno en cuanto a una supuesta
victoria. Por el contrario, haber ganado en las más importantes ciudades del
país y tener, junto con otros factores que no votaron por el gobierno el 51% de
los votos, indica que si de victoria hablamos los factores adversos al gobierno
pueden reclamar para sí el triunfo en esta jornada electoral. Sin embargo, en
aras de la objetividad, uno puede concluir que el resultado estuvo más cerca de
un empate que de un claro triunfo de una de las partes. Lo que hay que analizar
es que hasta hace un mes, estaba cantada la derrota del gobierno, así lo
indicaban las encuestas, pero sobre todo el malestar en la calle y la tensión
en el ambiente. El rechazo a la gestión oficialista era palmario y se había
incubado un deseo de cambio, con características de urgencia, en la mayoría de
la sociedad venezolana. Eso lo sabía el régimen y por ello se jugó a Rosalinda
con la carta de los saqueos y los controles de precios.
Esta jugada, burda a todas luces,
inconveniente para la salud económica de la nación, generadora de una gran
desconfianza por parte de los factores que sostienen la inversión y el empleo,
fue bien recibida por los estratos populares, aunque hay que decir también que
mucha gente humilde entendió que aquello era un robo autorizado por el
gobierno. En todo caso, el oficialismo logró atenuar su caída libre y por lo
menos confundió al electorado, derivando una cantidad significativa de votos
que le permitió este empate técnico y poder dar al traste con la intención
plebiscitaria con que la oposición signó a estas elecciones municipales. Lo que
pasa es que esta acción desesperada tendrá un alto pecio en el corto y mediano
plazo. La cantidad de negocios que están cerrando para no subir otra vez su
Santamaría, es importante. La cantidad de personas que quedarán sin trabajo por
culpa de estas insensatas medidas, es significativa. El temor que tienen los
comerciantes que tuvieron la fortuna de no ver asaltados sus negocios por
turbas a las que había que vender la mercancía por debajo del costo, es muy
grande.
La cadena de distribución en Venezuela
está herida de muerte y por si el gobierno no lo sabe, ella es estratégica para
la economía de un país. De manera que haber alentado su depauperación, fue un
error que el régimen pagará en el corto plazo. Por cierto que la disminución en
la recaudación impositiva, será el menos malo de los efectos perniciosos que
estas medidas traerán a la gestión gubernamental. A la escasez de leche, harina
pan, aceite, pollo, carne, azúcar y pare de contar, se agregarán ahora la de
electrodomésticos, enseres del hogar, ropa, zapatos, etc. Al alto nivel
inflacionario se sumará una persistente escasez. El régimen promete importar
artículos, pero ya sabemos en qué estado se encuentran Lácteos Los Andes,
Agroisleña, Sidor, Pdvsa, etc., etc.
Como decía el prócer portugueseño: “A
comprar alpargatas, porque lo que viene es joropo” Dios nos agarre confesados
porque a Venezuela le vienen tiempos muy difíciles y si el gobierno ahora puede
reírse porque logró correr la arruga, no tardará en llorar lágrimas negras por
los acontecimientos muy difíciles que sobrevendrán luego de las navidades y del
campeonato de béisbol. El primer trimestre de 2014 será crucial para la
sobrevivencia del régimen.
Caracas 14 de diciembre de 2012
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