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jueves, 5 de junio de 2014

Derrochando "glamour"

MARÍA DENISSE FANIANOS DE CAPRILES miércoles 4 de junio de 2014


Creo que pocas veces en mi vida me ha gustado tanto una homilía como la que oí el pasado domingo en la iglesia. Suena un poco raro lo que voy a decir pero el sacerdote nos habló sobre el "glamour", esa famosa palabra que en esta época muchos y muchas sueñan (y hacen lo posible y lo imposible) por poseer.

El padre decía que debemos tener mucho cuidado de vivir pensando en ese "glamour" que nos venden las revistas. Que hay cristianos que pueden distraerse de lo esencial, de lo que deben ser y hacer, porque viven pendientes de lograr un "glamour" a través del poder, del dinero, de la fama, de tener cosas y cosas y más cosas. "Eso hace que perdamos el verdadero Norte que tiene que tener nuestra vida de cristianos: ser buenos y llegar al cielo. Eso sí da "glamour" del bueno".

Cuando él dijo eso yo me imaginé dos escenas.

Por una parte una artista famosa 90-60-90, con las joyas y trajes más finos que alguien puede soñar, desfilando por la alfombra roja deleitando a los paparazzi con el "glamour" de este mundo. Lamentablemente a esa misma artista a veces podemos verla luego en las noticias más escandalosas que nunca pensamos ver de ella o de él, en caso que sea un hombre (infidelidades, robo, riñas, alcohol, drogas, etc.). Ya ahí perdió todo su "glamour" y será muy difícil que lo pueda volver a recuperar después. Eso mismo sucede con personas "poderosas" que han obtenido dinero o poder por caminos no adecuados y que por más que quieran comprar "glamour" nunca lo podrán tener.

Por otra parte pensaba en tantas mujeres y hombres que pasan por la vida escondidos a los ojos de los paparazzi porque con su trabajo honesto nunca podrán darse esos lujos de las estrellas de cine o de los "poderosos" en esta tierra. Pienso sinceramente que a esos hombres y mujeres eso ni les interesa, porque no es su Norte como decía el sacerdote. Esos seres de carne y hueso, que los tenemos a nuestro alrededor, destilan otro tipo de "glamour", un "glamour" del que tiene mucha necesidad nuestro mundo actual: el "glamour" de la dignidad.

A estos últimos lo que les interesa es algo mucho más importante: llegar al cielo. Y en ese camino al cielo, que muchas veces es empinado y resbaladizo, y sobre todo estrecho como lo dijo el mismo Jesucristo, derrochan "glamour" de integridad, de honestidad, de trabajo digno, de servicio a los demás, de desprendimiento de lo material, de ejemplo de valores, de ser personas de una sola pieza...

Esas personas que podríamos decir llevan un aura de "glamour" (que al fin y al cabo es la gracia de Dios), remueven a la gente cuando los ven que en un mundo tan materialista ellos están por encima de eso, caminando plenamente felices por ese camino que Dios nos enseñó. El camino de la salvación, el camino que está contenido en los diez mandamientos de la ley de Dios.

Ese camino que le dice que sí al amor a todos, a la humildad, a la generosidad, a la paciencia, a la templanza, a la castidad, a la fidelidad, a la caridad, a la diligencia, a la verdad, a la justicia... Ese camino que le dice que no a la avaricia, a la ira, a la lujuria, a la gula, a la vanidad, a la pereza, a la soberbia, a la hipocresía, a la mentira, a la injusticia...

Como dijo el sacerdote cerrando su homilía "con nuestra coherencia de vida le podemos enseñar a los demás que la verdadera felicidad sólo está en Dios, en seguir el camino que él nos enseñó".  Sólo así podremos derrochar "glamour" del grande, un "glamour" como el que destilaba Cristo, nuestro primer ejemplo a seguir.

Un "glamour" que removerá a quienes estén a nuestro lado porque la gente está ansiosa de las cosas buenas, de las cosas auténticas, de las cosas íntegras. De esta manera muchos podrán ver lo que es realmente ser cristiano. Y como dice el Papa Francisco: "El cristianismo se propaga por contagio cuando damos buen ejemplo".

Es hora que derrochemos "glamour" del bueno. Es hora que le enseñemos a los demás, con nuestras palabras y con nuestras obras, que vale la pena amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Vale la pena tener a Dios en nuestra mente, en nuestra alma y en nuestro corazón. Que no basta con decir con la boca que somos católicos, sino que tenemos que dar ejemplo que somos verdaderos cristianos, en todo lugar y en todo momento.

Sólo así viviremos plenamente felices en medio de las dificultades y le haremos la vida feliz a quienes tenemos al lado. Y muy importante, daremos ejemplo de valores a quienes viven pensando que el mundo está demasiado corrompido y que no hay solución.

Tomado de:
http://www.eluniversal.com/opinion/140604/derrochando-glamour

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