AMÉRICO MARTÍN 07 de junio de 2014
Por enésima vez el
presidente Maduro y la élite del poder se refugian angustiados tras el parapeto
de la calumnia
La novela que da lugar al título de
este artículo fue escrita en un siglo de truculencias y misterios, el XIX,
tiempo de la reina Victoria, Jack el destripador y el tenebroso smog
londinense. El autor de esa obra es Gastón Leroux. Nunca la leí, pero conozco
su alambicada trama.
Se trata de un fantasma que no es tal,
un gran músico horrendamente de formado que se oculta en los socavones del
Teatro de la Ópera. Pero dejemos a Leroux en paz. Si lo he evocado es por lo
que explico de seguidas.
Por enésima vez el presidente Maduro y
la élite del poder se refugian angustiados tras el parapeto de la calumnia.
Son cada vez más infantiles y menos
creíbles. Demasiada truculencia excesivamente repetida, que muere al nacer. No
hay capítulo dos.
La causa inductiva de esos clamores
es, sin embargo, muy clara. Responde a la fallida gestión gubernamental que
afecta duramente al país y a la irritada militancia oficialista.
El presidente Maduro ha sido empujado
por su gente a enlodar el diálogo, pero como eso equivaldría a negar la
propuesta de Unasur, El Vaticano y ahora la OEA, insiste en provocar a la
oposición para trasladarle la culpa de entrabar el intercambio.
Hombre, se te ven las costuras!
Procede como el ladrón que grita ¡al ladrón! para arrojar contra otros la
persecución enfocada contra él. Con tan esquivo estilo dobla la apuesta en la
medida en que la oposición reitera su disposición a un diálogo "con
resultados".
En cambio Maduro se molesta porque
desde la acera opuesta no se resignen a un falso intercambio de palabras más
parecido a un sarao o té-canasta que a una iniciativa política dirigida a
enfrentar sin violencia y con respaldo internacional la gravísima crisis que
doblega a Venezuela.
"El agente 007 contra el doctor
NO", célebre film protagonizado por Sean Connery y Ursula Andress, no
identifica al enemigo del formidable agente secreto británico con alguien que a
todo diga NO, sino con un obseso lanzado a desviar misiles y controlar el mundo.
Al presidente Maduro le va mejor
semejante apelativo porque a cada propuesta emanada de la MUD para facilitar el
diálogo, responde o le hacen responder con el seco adverbio de negación.
Amnistía... NO. Liberación puntual de presos políticos... NO. Desarme de los
colectivos fascistas... NO. Liberación de Leopoldo López... NO. Libertad de
Simonovis... NO.
Si a cuanta propuesta racional,
constitucional, bien vista por los facilitadores y la opinión mundial, el
hombre responde con la negativa, obviamente estará calificado para que el mundo
lo haga responsable de sabotear el diálogo, vía única para evitar la
catástrofe.
Con legítima pasión, aunque no la
mejor de las razones, muchos se impacientan. ¿A qué insistir en eso si el
personaje no levanta ni el meñique de su puño cerrado?
¡Está ganando tiempo!, insisten. Eso
es comprensible, eso es lógico. La vida en Venezuela se degrada día a día,
tanto como el bloque político gobernante. Recordemos, sin embargo, que la
opinión internacional, Unasur, la OEA el Vaticano y 80% de este país piden que
se persevere. Si se rompe el diálogo la suerte del país será extremadamente
grave. El culpable quedará peligrosamente aislado.
Maduro no "gana" tiempo, lo pierde.
Es su gobierno el que, a la luz de
escandalosas variables de todo tipo, necesita cuanto antes la apertura. Quizá
lo sepa, pero cuando se escucha a Diosdado declarar con aire impasible, rostro
frío- que se prescinda de la MUD para seguir "dialogando", se
comprende que aquel no parece controlar el timón.
La alternativa democrática, con plena
razón, debe insistir. Si Maduro quiere retirarse, que lo haga. La oposición no
dará ese paso pero tampoco callará. Lo que debe comprenderse es que si bien lo
mejor para el país sería que dejara los subterfugios y entrara de lleno a
dialogar, si prefiriera seguir enredado en su bolivariano laberinto, ya estaría
dando algo, algo muy importante, que lo afecta más de lo que se piensa. Sería
evidente a los ojos del mundo dónde residen la verdad y la mentira.
Y a quienes desprecien la opinión
universal, les conviene saber que por algo al gobierno sí le interesa. ¿Qué
otra cosa tiene a Jaua viajando por el mundo con un saco de balbucientes
explicaciones? Es impresionante el deterioro de la red laboriosamente
construida por Chávez para cubrirse de solidaridad automática tercermundista y
latinoamericana.
Su sucesor, ahogado y minado de
contradicciones internas, la destruye cada día y cubre sus horas decuplicando
la provocación. La aburrida lata del magnicidio y el cómico golpe de combustión
lenta (por definición los golpes son de mecha corta, cual los del 4F y 27N) se
propone ganar credibilidad con la supuesta novedad de los nombres. María
Corina, Salas, Arria, Tarre.
Para dejar en claro la trama, el
vocero fue Jorge Rodríguez, flanqueado por Diosdado Cabello y Rodríguez Torres.
¿Y donde están las pruebas? Rodríguez, en nombre de los nuevos inquisidores,
farfulló que reposaban en correos electrónicos dictados por Machado.
-Y manipulados por nosotros, le faltó
acotar.
-¡Ni una palabra de esas fue escrita
por mí! ¡Es una grotesca falsificación! respondió Machado Enfadado, el
presidente bramó contra quienes "apoyan a los magnicidas".
¿Le corresponde sentenciar al
presidente Maduro? Digámosle simplemente NO. Pero como, subrogándose en el
Tribunal Supremo, decidió condenar a los magnicidas, forzosamente habrá que
admitir que el asesinato se consumó. En sana lógica aceptemos igualmente que
Maduro no existe. ¿Es un fantasma? Sería el de la Ópera, dicho sea con la venia
de Gastón Leroux.
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