Henrique Capriles 1 de junio de 2014
No sé cuál es el país del que hablan
algunos por televisión, lo que sí sé es que la Venezuela que recorro todos los
días está llena de miseria. Niños que no tienen uniformes ni zapatos para ir a
la escuela, familias que viven en una vivienda de latón y madres, como María
Bolívar Méndez, que no solo no tienen qué darle de comer a sus hijos, sino que
lloran a uno de ellos que fue asesinado, por otro adolescente como él.
A María la conocí esta semana en uno
de mis recorridos casa por casa por Súcuta, un sector de nuestro municipio
Tomás Lander, en nuestros Valles del Tuy, donde sobreviven unas 200 familias.
Digo sobreviven porque es una comunidad en la que abundan las carencias. No hay
agua potable, ni red de aguas negras, ni transporte público, pero sí hay niños
con hambre y que no van a las escuelas, carreteras de tierra y obras
inconclusas, responsabilidad de un gobierno que en vez de repartir los ingresos
petroleros a los venezolanos, se embolsilló, despilfarró y regaló a otros
países nuestros recursos.
Es inconcebible que en un país con las
riquezas naturales que tiene nuestra Venezuela, la historia de esta familia
mirandina, sea un retrato dramático de la situación de quienes también viven en
el barrio Guanipa Mato de Maracaibo, en La Ponderosa del norte de Barcelona, en
la de la invasión 3 de septiembre de Boconó o en las miles de comunidades que
tiene nuestra Venezuela.
No es posible tapar el sol con un
dedo. Por mucho que algunos maquillen cifras, lancen millonarias campañas publicitarias
y controlen todos los medios de comunicación, la pobreza en nuestra Venezuela
es una realidad inocultable.
Cifras difundidas esta semana por el
INE contradicen la proclama de Nicolás de erradicar la miseria para el año
2018. Entre finales de 2012 y finales de 2013, la cantidad de venezolanos en
situación de pobreza aumentó 24%. Es decir hay 1.8 millones más de venezolanos
pobres, para totalizar 9.2 millones de personas que no cuentan con dinero
suficiente para poder atender las necesidades más básicas, como alimentación,
vestido, calzado y transporte.
Y esa es la gran obra que tiene
Nicolás para mostrar en el primer año de su desgobierno. Se convirtió en una
fábrica de hacer pobres a más venezolanos. Las cifras del propio gobierno
revelan que los avances importantes en materia de disminución de la pobreza que
se alcanzaron en 2012, se perdieron durante el año pasado y los únicos
responsables son Nicolás y su gobierno, que insisten en aplicar un modelo
económico inviable, que camina en dirección contraria a disminuir los niveles
de miseria en nuestra Venezuela.
Pero cómo no va a haber pobreza en
Venezuela si casi 82 mil millones de dólares han sido regalados a otros países.
Cómo no hablar de pobreza en un país en el que funcionarios del gobierno permitieron
uno de los desfalcos más grandes de nuestra historia. Recadi se quedó en
pañales. Más de 20 mil millones de dólares se perdieron a través de empresas
fantasmas. De qué ha servido destinar millones y millones de dólares en
armamento militar, cuando nuestros campos se han convertido en campos
fantasmas, porque lo que crece es monte.
or eso no es casual que esta semana el
gobierno nuevamente denunciara un supuesto plan de conspiración e intento de
magnicidio, para seguir haciendo invisible los problemas, a los pobres y para
no hablar de la profunda crisis económica. No es casual que durante los últimos
12 meses hayan denunciado más de 11 planes de conspiración y 4 de magnicidio.
Los venezolanos estamos cansados y lo que queremos es que nos hablen de los
tres golpes: desayuno, almuerzo y cena.
Nuestro pueblo quiere que le hablen de
los golpes de la escasez, de la inflación, del alto costo de la vida. Ahora
vienen otros golpes, el aumento de las tarifas eléctricas y de la gasolina. Los
venezolanos reciben golpes todos los días con la inseguridad. Ya el libreto se
les agota y es tedioso escuchar las mismas historias. Nuestro pueblo ya no se
come ese cuento. Esa es la forma que ellos utilizan para evadir los verdaderos
problemas que agobian al país y tratar de tapar su incapacidad.
Nuestro pueblo quiere que los ingresos
petroleros, que han sido los mayores de toda nuestra historia, se traduzcan en
obras de infraestructura social, como viviendas seguras, hospitales y escuelas,
se materialicen en empresas generadoras de empleos y se utilicen para activar
el campo y la industria y que en nuestro país podamos producir todo lo que
necesitamos.
Este gobierno sabe más de teorías de
conspiración que de resolver el drama de la inseguridad, el problema de la
escasez y la inflación. Por eso los pobres, la crisis hospitalaria, la escasez
de medicamentos y repuestos, así como nuestros enfermos de cáncer, que no
consiguen su tratamiento, “conspiran” en contra de Nicolás. Puro cuento.
Mientras los del gobierno hablan de
conspiraciones, los venezolanos como María tienen que comer lo que su esposo
saca de La Bonanza. Sí del relleno sanitario donde trabaja. De allí, María, en
más de una oportunidad, se ha visto obligada a preparar la comida que “sirve” a
sus muchachos. Es eso o nada. Y para los del gobierno la escasez de alimentos
es porque los venezolanos comemos mucho.
Esa es la tragedia que hoy viven más
de 9.2 millones de venezolanos y a los del gobierno no les importa. Hoy ese
grupo de enchufados se mantiene en el poder a costa del sufrimiento de un
pueblo que ve atónito cómo un inmenso chorro de ingresos se desaparece, y ya ni
siquiera caen las migajas, por el abandono absoluto de las Misiones.
Por eso, hoy más que nunca, no podemos
cansarnos de insistir y lograr la unión de todos, la organización de ese deseo
de cambio para que pueda imponerse de la mano de nuestro propio pueblo.
Tomado de: http://blog.henriquecaprilesradonski.com/
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