Francisco Olivares 06 de marzo de 2016
YA
NADIE ESPERA
Pareciera
que el chavismo ha quedado atrapado en un mundo ficticio de glorias
imaginarias, de paraísos de esplendor que solo germinaron en la propaganda y en
la palabra fabricada. En eso Hugo Chávez fue un experto y para ello despilfarró
miles de millones de dólares.
El
pasado 4 de febrero salió nuevamente la cúpula gobernante a conmemorar el golpe
de Estado convertido en fecha patria y en gesta heroica. Uniformados con
vestimenta militar se destacaba la “máxima felicidad” de dos o tres rostros de
quienes encabezaban la modesta marcha. El resto caminaba cumpliendo la orden
del “jefe de división” de algún organismo público quien “lista en mano” dispuso
del tiempo de quien debe resguardar su puesto de trabajo.
Allí
no estaba el pueblo, pues éste ha estado ocupado buscando medicinas y
alimentos, enterrando a un fallecido caído por el hampa o rebuscándose algún
dinero para poder pagar los 600 bolívares que cuesta una cebolla.
El
mundo imaginario del chavismo no asimila que su tiempo se ha vencido.
Veinticuatro años después de aquel intento de golpe que consecuencialmente los
llevó al gobierno los ha convertido en la cúpula de poder que antes
cuestionaron. De allí la risa que exhiben frente a un país desbastado por su
incompetencia, corrupción e ideología
Mientras
marchaban para escuchar el desgastado mensaje del líder designado, los “pranes”
armados tomaban una buena parte de la ciudad de Maracay declarando una suerte
de “estado de sitio” mientras daban sepultura a uno de sus líderes. Algo
semejante ocurrió hace unos días en Margarita.
Del
presidente Maduro, analistas y ciudadanos intentan descifrar por qué tiene tres
años con el país paralizado. Algunos sostienen que es incompetente; otros
aseguran que está atrapado en la ideología del legado chavista y los más
benévolos dan por cierto que sus “asesores” le informan mal para que termine de
hundirse y salir de él.
Lo
cierto es que cada vez que le habla al país se disparan los precios, el dólar
paralelo sube sin control y la incertidumbre ciudadana promueve la idea de que
lo único que queda es irse del país.
Como
si fuera un líder que arrastra tras de sí una gran masa de seguidores, Maduro
exclama con vehemencia que se declara en rebelión contra la ley que le otorga
títulos de propiedad a quienes habitan en los inmuebles de la Gran Misión
Vivienda Venezuela. No hay manera de imaginar la confusión de quienes allí habitan.
Y más adelante arremete contra Lorenzo Mendoza, uno de los pocos empresarios
que tiene sus fábricas produciendo al 100% y cuyos productos son los más
apreciados por los venezolanos.
Ante
ese tipo de reacción surge la cuarta tesis según la cual el propósito del
Gobierno es terminar de acabar con lo que queda del aparato productivo del
país. “Entrégales tus empresas al pueblo”. Le dice Maduro a Mendoza, pero ya
todos saben que para el chavismo el pueblo solo son ellos y también sabe que en
sus manos quebraron 1.200 empresas.
Relegado
el chavismo a una minoría que se estima por debajo de 20% casi todos los
sectores económicos y especialistas en las distintas materias, grupos sociales
y organizaciones no gubernamentales, no observan ninguna posibilidad de que el
Gobierno rectifique.
La
idea del cambio toma fuerza en toda la dirigencia no oficialista y ya comienzan
a debatirse los caminos constitucionales para generar un cambio. Es muy
factible que hasta desde el mismo chavismo se agreguen corrientes que comprenden
que el cambio es inevitable antes de que se genere una implosión social.
Mientras
la cúpula vive en su burbuja imaginaria, el país está aceptando que este modelo
ha conducido al país a una crisis de carácter humanitario y que cambiarlo es la
única opción.
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