Por Xabier Coscojuela
Todas las encuestas, sondeos
de opinión y cualquier otro instrumento que mida lo que piensan los ciudadanos
concluye en que la inmensa mayoría de los venezolanos quiere que los dirigentes
de los dos lados en que está dividido el país dialoguen y se pongan de acuerdo
para salir del profundo hueco en que estamos.
Esa especie de clamor
silencioso no ha sido atendido hasta ahora. Del lado gubernamental se han hecho
muy pocos intentos serios por tratar de entenderse con los factores opositores
agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática. En nuestra opinión, también en
la entente opositora ha faltado la disposición necesaria para conversar con el
Ejecutivo.
La pasada semana en la Asamblea
Nacional se logró un acuerdo unánime en pro del diálogo y el entendimiento.
Dicha resolución atendía una petición hecha por el papa Francisco, pero la
impresión que nos dan los hechos ocurridos luego de ese entendimiento es que el
mismo no fue más que un saludo a la bandera.
Recordamos la declaración que
dio el diputado Earle Herrera luego de aprobado el acuerdo en la plenaria,
cuando recordando lo que ha ocurrido en Colombia durante los últimos cincuenta
años, afirmó que en Venezuela estamos comenzando por el final, por la intención
de dialogar. La intención es un avance, pero no basta, aunque es vital.
Hay rumores de que se han dado
algunos encuentros. Un importante integrante de la MUD nos confirmó que se
habían producido reuniones en Ecuador y en el Vaticano, entre representantes
del Gobierno y miembros de la entente opositora con la mediación de la Santa
Sede, hasta ahora sin resultados concretos.
Esta semana el presidente
Nicolás Maduro volvió a retomar su propuesta de enero pasado de crear una comisión
de la Verdad. Lo que pudo significar un paso hacia adelante en pro del diálogo
se diluyó inmediatamente. El anuncio lo hizo luego de rechazar y mandar al TSJ
a declarar inconstitucional la Ley de Amnistía aprobada por el Parlamento. Ni
siquiera dejó abierta la posibilidad de tomar en cuenta alguno de sus
artículos.
Luego anunció la
participación, en la referida comisión, del expresidente colombiano y
secretario general de la Unasur Ernesto Samper, quien no inspira mucha
confianza en algunos integrantes de la oposición, y quien sería acompañado por
los también expresidentes Leonel Fernández, José Luis Rodríguez Zapatero y
Martín Torrijos. En sectores opositores la respuesta inicial y rápida fue
atacar la propuesta. Otros fueron más prudentes y sensatamente pidieron
reunirse con Samper, encuentro que entendemos se produjo.
Creemos desde aquí que este
nuevo intento por dialogar no debe ser desaprovechado. Hay que buscar todas las
alternativas posibles para que tal encuentro se produzca. Por supuesto no puede
ser tal como ha sido planteado hasta ahora por el presidente Maduro, quien
sigue dando demostraciones públicas de poca seriedad.
El acuerdo tiene que comenzar
por definir en conjunto la integración de la comisión. No puede ser una
instancia donde a la oposición se le den "cuatro sillas". Hay
parámetros internacionales sobre la materia. El segundo punto es que trataría
dicha comisión.
Samper dijo que se puede
hablar de todo. Creemos que la situación no está para ser tan amplio. La agenda
debe ser concreta. En primer lugar respetar la voluntad popular expresada el
pasado 6 de diciembre.
En segundo lugar tomar las
medidas necesarias para que en Venezuela no haya ni presos ni exiliados por
razones políticas. En tercer lugar acordar políticas para enfrentar la
inseguridad personal.
La economía es el otro renglón
importante. Hay que ponerse de acuerdo en qué hacer para que los vaticinios del
Fondo Monetario Internacional para Venezuela no se concreten. Hay que cambiar
el modelo, a menos que Maduro le quiera dar la razón al FMI. Tal vez haya una
manera de simplificar todo esto. Que el Gobierno facilite el camino para la
realización de un referendo revocatorio y que sea el pueblo el que hable. En
todo caso, hay que hacer todo lo posible por el diálogo.
17-04-16
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