Por Froilán Barrios Nieves
Los rebullones de Juan
Primito y los aromas de Apocalipsis impregnan todos los rincones del país,
expresados en las valiosas opiniones de innumerables articulistas; en
pronunciamientos de instituciones, gremios, en los cuales todos coinciden, en
su mayoría y cada quien con sus argumentos, con los músicos del Titanic de que
todo tiene su final, aunque la incertidumbre sea la que imponga el ritmo diario
de nuestras vidas.
En realidad el colapso
sufrido hoy desintegra y desarticula todos los aspectos de la familia y la
condición humana, a tal punto de que nada es planificable, solo sobrevivir o
mejor dicho alimentarse hasta el día siguiente.
Esta situación no lo habíamos
conocido en nuestra historia, ni en las dictaduras sufridas en el siglo XX. Y
estamos hablando en mayúsculas que durante los mandatos de Gómez y Pérez
Jiménez hubo horrendos crímenes, desapariciones y se violentaron al
extremo los derechos humanos y la libertad de expresión; entre tanto, la
condición de vida y el acceso a los bienes básicos garantizaba un nivel de
bienestar comparable a las dos primeras décadas del puntofijismo.
Pues bien, hoy ni tenemos
democracia ni mucho menos vida; aun cuando la propaganda gubernamental propague
cínicamente a todos los vientos que somos un país feliz, los partes de guerra
indican todo lo contrario, cuando vivimos un clima de guerra civil diariamente
con centenas de asesinatos impunes, gente que muere en las calles por falta de
medicinas, y los datos suministrados por reconocidas universidades señalan que
más de 80% de la población registra condiciones de pobreza y que 50% ronda la
pobreza extrema.
Ante la institucionalidad
perdida y el clamor popular del cambio, el gobierno cierra definitivamente las
puertas del entendimiento, y con una actitud sórdida bloquea todas las
soluciones utilizando al TSJ como su comisario político, anuncia ante el mundo
entero su fujimorazo y su disposición a no dejarse arrebatar el poder en el
mejor estilo de las mafias que asolan toda actividad comercial o
social, al extremo de que imponen hasta toques de queda en la región
capital.
Ante el reto oficialista la
respuesta opositora luce incoherente, al no asumir unitariamente una de las
alternativas del menú constitucional, más bien algunos señalan
irresponsablemente que las elecciones a gobernador son el próximo paso, cuando
la población votó masivamente por un cambio inmediato el pasado 6 de diciembre.
De hacerlo así presenciaremos la decepción y abstención más alta de nuestra
historia política.
Las tensiones y las
encrucijadas políticas en un país no son eternas, en cualquier momento se
alivian. Alguien decía que cuando no hay respuesta institucional la presión
conlleva la calle y sensibiliza el tejido militar, como sucediera con Oliveira
Salazar en Portugal y la revolución de los claveles, con el sha de Irán y el
ayatolá Jomeini o en la Polonia de Jaruselski ante el surgimiento de
Solidaridad y Lech Walesa, donde los ejércitos apostaron por la democracia
para salvar el país y no reprimir al pueblo.
06-04-16
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